Quantcast

Opinión

Un libro para no enloquecer

Imagen de archivo del Ayuntamiento de Barcelona con una estelada.

-Mire, estoy dispuesto a jurarle que este señor, que dice ser presidente Cataluña y se fue a un monasterio a rezar y a ayunar en solidaridad con los presos golpistas catalanes, y que desde allí luego habló a todo el pueblo catalán sin distinción de credos, cree que España está llena de fascistas, la mayoría en “Madrit”.

-Oiga, no, eso no se lo voy a creer aunque me lo jure una y otra vez.

-Pues le juro que este mismo hombre, presidente de esa Comunidad –Nación, nacionalidad y embrión de república, según quien hable- acaba de reunirse con el presidente de España, y que lo ha hecho de tú a tú, como si de un cumbre bilateral entre dos países se tratará.

-Tampoco eso estoy dispuesto a creerlo, aunque me lo vuelva a jurar, que ya veo lo fácil que le sale a usted tirar de juramento.

-Pues le digo también que este que acaba de llamar a los catalanes a sublevarse y animar a los CDR a apretar –apretad, hacéis bien en apretar- es el mismo que le ha dado un papel a Pedro Sánchez en el que le pide mediadores internacionales que observen el conflicto y un eventual referéndum de autodeterminación.

-Ya, y dos huevos duros, y uno que sea de oca.

-Oiga, amigo, estoy hablando en serio, y dispuesto estoy a jurarle de nuevo que en ese mismo documento Torra pide al presidente de España que 'desfranquice' España.

Y así, lector, podríamos seguir en esta molesta historia que José María Pérez González, Peridis, llama de vez en cuando la del raca raca la matraca.

Lo que acabo de escribir lo conocen los lectores más informados; y los que no, también. Que la turra que estamos dando tertulianos y columnistas ya nos vale. Y sin embargo, dada la velocidad de los acontecimientos, Rafa Latorre no ha tenido opción a narrarlos en su libro Habrá que jurar que todo esto ha ocurrido (La Esfera de los Libros, 2018)

Rafa y yo tenemos un amigo común que suele utilizar el verbo ameritar como sinónimo de merecer. Pues bien el libro de Latorre, que ya es el mejor y más preciso de lo que él mismo llama el autosacrificio catalán, amerita con urgencia una segunda parte que haga justicia a lo puramente factual, que es como se llama ahora al pormenorizado relato de los hechos.

Con una precisión propia de relojero, Rafa ha escrito y ordenado una crónica que hasta ahora estaba deshilvanada en artículos y reportajes, y que arranca en el minuto cero en el que los nacionalistas desaparecieron para transformarse en independentistas, y estos en republicanos después de digerir un alud de mentiras a base de convertir la opinión en una verdad con total desprecio por los hechos. Contra hechos no valen razones, dice el refranero español, que por cierto también habrá que desfranquizar, descuide usted president.

Si tiene tiempo e interés lea con atención el libro de Rafa Latorre. En primer lugar porque tomará distancia de un disparate monumental que confirmada la maldición orteguiana tendremos que conllevar y aguantar mientras estos demócratas dialogantes nos desfranquizan convenientemente. Y, en todo caso, su lectura ágil y desenvuelta, pero no fácil, hará que se pertreche con hechos y no con opiniones una crónica que no será necesaria jurar para que a uno lo crean y no tomen por loco y mentiroso.

Si hubiera algo de valentía en el mundo nacionalista travestido en independentista y a su vez acabado en republicano, este “habrá que jurar que todo esto ha ocurrido” debería estar en las bibliotecas públicas de la Generalidad y convenientemente traducido al catalán. Pero no será así. A estas alturas el monstruo ya se ha comido la mitad de su cuerpo y no cejará hasta terminar con sus propios sesos.

Si hubiera algo de dignidad y compostura en la mentira. Si quedará algo de inteligencia en este mundo al que el gobierno de la Ínsula Barataria le vendría largo, harían que  leyeran este libro aquellos que aún creen en el cuento de la lechera. Ellos evitarían así la vergüenza que lleva implícita el reconocimiento de la mentira. Mejor que lo cuente un libro. Los otros, los engatusados por el caramelo envuelto en una estelada descubrirían que Serrat escribió algo más que el final de una canción cuando canta que nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.

---

Dos citas para terminar encontradas en el libro de Latorre.

Una de Hitler, recogida por John Lukacs: "Yo era un nacionalista pero no un patriota".

Y otra del historiador García de Cortázar: "Donde hubo carlismo, hubo curas y hay separatismo".

Y como se dice ahora, ahí lo dejo.

 

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.