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Libertad

Cada restricción temporal a nuestra iniciativa no es más que un ladrillo adicional en el muro de la vergüenza

Ayuso condena las amenazas a Reyes Maroto: "No tienen sentido en un país en libertad"
La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata a la reelección, Isabel Díaz Ayuso. EFE

"Las 'emergencias' siempre han sido el pretexto con el que se han erosionado las salvaguardias de la libertad individual", Friedrich A. von Hayek

En una reciente entrevista radiofónica, el locutor le negaba a la actual presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que la libertad estuviese en juego el próximo martes 4 de mayo. No se amilanó la candidata y refutó la afirmación. Recordemos que el eslogan de campaña, “Comunismo o libertad”, plantea la disyuntiva sin otros colores que el blanco y el negro, y eso, además de molestar a muchos, puede parecer bastante delicado.

La libertad está sometida a unas normas. Eso no puede discutirlo nadie que viva en sociedad, desde el momento en que nadie puede hacer lo que le dé la gana. Pero es que nadie discute eso, porque, además de ser erróneo, acatar la ley en democracia es una premisa indispensable de defensa de la libertad. Y claro que nuestra sociedad, como prácticamente todas, podría tener un nivel más elevado de libertad. Pero eso no quita que, partiendo del nivel actual que, legítimamente, algunos pensamos insuficiente, una mayor restricción pueda suponer su práctica desaparición.

Muchos piensan que quienes así nos mostramos somos seres insolidarios, egoístas que sólo buscamos nuestro enriquecimiento, que perseguimos el progreso de unos en detrimento de los demás, que sólo hay ricos porque existen los pobres. Si algo ha demostrado el capitalismo es, precisamente, que el progreso es común o no es. Ahí están las cifras de pobreza extrema del Banco Mundial, por debajo ya del 10% desde valores cercanos al 45% hace sólo 30 años. Y, si algo ha demostrado el socialismo es que cuanto más se interviene una sociedad, cuanto más se impide progresar a quien tiene una buena idea, cuanto más se restringe la competencia, más desánimo cunde, más retrocede una sociedad, más igualdad en la pobreza.

Sí, claro que Venezuela es la referencia; quienes han llorado la muerte de Chávez, alabado su dictadura y ayudado a construirla dirigen hoy Podemos y Más Madrid

Los ejemplos internacionales son palmarios. El país con más reservas verificadas de petróleo importa ahora mismo parte del crudo que necesita; las rentas del petróleo de Venezuela han pasado de suponer el 30% del PIB al 11% en 2014, y no porque el Gobierno haya orientado su política industrial hacia otros sectores, desgraciadamente inexistentes a efectos de exportación. Y mientras su renta per cápita, en paridad de poder adquisitivo, crecía un 70% entre 1990 y 2011 (fecha en la que el Banco Mundial dejó de actualizar los datos de la República Bolivariana), en el mismo período España la multiplicaba por tres, e Irlanda por cuatro. Sí, claro que Venezuela es la referencia; quienes han llorado la muerte de Chávez, alabado su dictadura y ayudado a construirla dirigen hoy Podemos y Más Madrid.

Sin llegar a los límites de la censura de la creación y de la palabra, clásicas de toda dictadura, existen otras vías para limitar la libertad, mucho más sutiles, que acaban permeando la sociedad y permaneciendo en ella, perennes. Todos asumimos que, para desplazarnos fuera de la UE, el pasaporte es imprescindible, pero no siempre fue así; en los años veinte apenas existían, y la gente viajaba con plena libertad de un país a otro en busca de trabajo. El incremento de las medidas de control en los aeropuertos, siempre por nuestra seguridad, nos lleva a ir cediendo cada día algo más de intimidad cuando aceptamos que abran nuestro equipaje delante de todos los pasajeros. Admitimos controles aleatorios de drogas o de sustancias explosivas, porque las autoridades velan por nosotros. Aceptamos también la mascarilla en espacios abiertos, pese a estar solos en medio del campo, sólo porque las autoridades así lo han dictado. Y muchos nos señalan cuando planteamos que cada restricción temporal no es más un ladrillo adicional en el muro de la vergüenza. En Singapur, la aplicación TraceTogether (equivalente a nuestro Radar Covid) se planteó inicialmente como voluntaria, pero se ha hecho imprescindible para acceder a cualquier local desde el día que exigieron escanear un QR para entrar. Esto ha permitido al Gobierno tener petabytes de datos de sus ciudadanos, que utiliza en cualquier investigación; por supuesto, para garantizar la paz y la seguridad, por nuestro bien, en definitiva, como no puede ser de otro modo. La libertad está en no controlar al Poder Judicial, en no utilizar los medios de todos en una guerra contra el disidente; que la directora general de la Guardia Civil dé un mitin del partido del Gobierno, o utilizar el BOE como plataforma de lucha partidista, son sólo dos ejemplos de que, cuando el fin justifica los medios, es la libertad lo que está en juego.

En la posibilidad de acudir a cualquier centro hospitalario público de nuestra elección; en escolarizar a nuestros hijos donde queramos y con la formación que deseemos

Pero la libertad está también en las pequeñas cosas. La libertad está en el acceso a la tecnología y a sus infinitas posibilidades, que te permiten saltarte la pertinente licencia administrativa para montar una televisión en Twitch o una radio en Clubhouse, y hasta vivir de ello. En la posibilidad de acudir a cualquier centro hospitalario público de nuestra elección; en escolarizar a nuestros hijos donde queramos y con la formación que deseemos, sin esperar la orden administrativa que dicte dónde hacerlo. La libertad está en la posibilidad de encontrar un trabajo, independientemente de tu sexo o tu edad o tu lengua. Si España tuviese la tasa de paro de Madrid, habría 600.000 españoles más trabajando, 600.000 españoles más que no estarían cobrando un subsidio, y no tendríamos que escuchar a ningún político vendernos crecepelo laboral. La libertad está en permitir que cada cual se desarrolle según sus intereses y capacidades, en no cerrar los bares cuando se ha comprobado su ineficacia; y ahí están las cifras de Madrid y del País Vasco, ahí está la pujanza de Madrid y la ruina de Cantabria o de Aragón.

Claro que el martes nos jugamos la libertad. Es cierto, quizá no tengamos toda la que quisiéramos, pero seguro que puede empeorar. Porque la libertad no es lo que te dan. Es lo que no te quitan.

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