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Opinión

Lástima de país

La debilidad partidaria sólo podría ser compensada por la fortaleza de las Instituciones. Pero no parece que vayan las cosas por esos derroteros

Memoria (e ignorancia) histórica
Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo en el Congreso. Europa Press

Adolfo Suárez ganó el referéndum para la reforma de 1976. Se inició lo que más tarde se conoció como la Transición española de la dictadura a la democracia. Desde ese momento, el único legitimado por las urnas fue Suárez. Todos los demás comenzaron a tener presencia y protagonismo público, pero no estaban legitimados por las urnas. Esa legitimación le permitió hablar de tú a tú a quienes, viniendo de la clandestinidad y de la lucha contra la dictadura franquista, de cuyo partido único (Movimiento Nacional) Suárez era el secretario general, les faltaba pasar por el refrendo popular.

Esa fue su jugada maestra que, por cierto, le faltó a Gorbachov, quien siendo poderoso secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, estuvo en condiciones de inferioridad respecto a Boris Yeltsin, que habiendo sido secretario general del mismo partido en Moscú, se había legitimado ante la ciudadanía cuando resultó elegido alcalde de la capital soviética mediante un proceso democrático. El liderazgo en política exige el referéndum en las urnas. Quien no lo tiene, se encuentra en una situación de inferioridad con respecto a quienes sí han sido refrendados.

Esa y no otra es la razón de la debilidad que acompaña a Pablo Casado en su disputa con Isabel Díaz Ayuso. Casado no solo no está legitimado por las urnas, sino que cuando optó a la presidencia del Partido Popular ganó en un Congreso de delegados lo que perdió en una confrontación donde votaban los afiliados. Ayuso ganó unas elecciones autonómicas, y se atribuyó el mérito de su éxito a su valía y capacidad. Casado quiso ganar por persona interpuesta lo que aún no ha podido hacer personalmente. Su apuesta en Castilla y León, lejos de fortalecerle, lo debilitó. Y por esa debilidad ha pretendido colarse quien no oculta su aspiración de desalojar a Casado de la presidencia del PP.

Casado quiso ganar por persona interpuesta lo que aún no ha podido hacer personalmente. Su apuesta en Castilla y León, lejos de fortalecerle, lo debilitó

Los llamados barones del PP, también legitimados por las urnas, se han tirado al cuello de Casado como las hienas intentan devorar las piezas que antes han abatido otros; en este caso, Ayuso. Casado, intimidado por los que ganan en las urnas, se afligió y como dijo en cierta ocasión el presidente de Panamá, Torrijos, “al que se aflige lo aflojan”. Y aflojado anda Casado. Los cuchillos han sido lanzados y la duda no consiste en saber quién ganará. Está escrito que estamos ante la crónica de dos muertes anunciadas. La duda es saber cual de los dos morirá primero, políticamente hablando.

Aflojado Casado y aflojada anda nuestra democracia. Uno de los dos grandes partidos cada vez más débil y en manos de quienes no sienten simpatía ni por la democracia ni por la Constitución. El otro gran partido, pendiente de quienes aspiran a destruir el Estado. La debilidad partidaria sólo podría ser compensada por la fortaleza de las Instituciones. Pero no parece que vayan las cosas por esos derroteros. Lástima de país. No tenemos lo que nos merecemos. ¿Que han hecho 47 millones de españoles para merecer esto?

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