Opinión

La sensibilidad de Armengol

Francina Armengol, presidenta del Congreso de los Diputados
Francina Armengol, presidenta del Congreso de los Diputados

Un perfil "sensible" con Cataluña. Así justifican los socialistas la elección de Francina Armengol como presidenta del Congreso de los Diputados, porque esa era una de las exigencias de Puigdemont para apoyar a la candidata socialista. Otra vez, la perversa sinécdoque que confunde Cataluña con los nacionalistas catalanes, autoerigidos en representantes exclusivos y abusivos de la catalanidad. Ellos parecen ser los únicos catalanes que tienen sensibilidad. Cualquiera diría que los demás catalanes -la mayoría-, que no comulgamos con los dogmas nacionalistas, no tenemos sensibilidad, ni sentimientos dignos de ser siquiera reconocidos.

Armengol -que en su juventud en la Universidad Autónoma de Barcelona militó en el Bloque de Estudiantes Independentistas, el embrión del llamado Sindicato de Estudiantes de los Países Catalanes (Sepc), que hostiga y agrede cada dos por tres a los jóvenes constitucionalistas de S'ha Acabat!- ha sido siempre extremadamente sensible a las demandas de los partidos nacionalistas.

Ha cuestionado la sentencia del Tribunal Supremo sobre el procés, así como la condena al rapero Valtónyc, que animaba a matar a guardias civiles. Se opuso a la aplicación del artículo 155 de la Constitución tras el golpe de 2017 encabezado por Puigdemont con el objetivo de liquidar nuestros derechos y libertades constitucionales. Todo muy sensible con los totalitarios... y profundamente despreciativo con quienes padecimos y seguimos sufriendo sus excesos en Cataluña. Esa es la sensibilidad de Armengol, que en modo alguno es con Cataluña, ni con los catalanes, sino en todo caso con los nacionalistas cerriles que la degradan social, política, cultural e institucionalmente.

Los promotores de la medida impiden por todos los medios que los niños catalanes o vascos reciban la primera educación en su lengua materna

En sus años como presidenta de Baleares, Armengol hizo una política tan hispanófoba como Torra, Puigdemont o Junqueras, adoptando la neolengua nacionalista, entre otras cosas asumiendo el concepto de "lengua propia", que está en la base de la exclusión del español -lengua materna mayoritaria tanto en Cataluña como en Baleares- de la vida pública de ambas comunidades, especialmente en el ámbito educativo.

Ahora, resulta que todos los españoles tenemos que comprender lo importante que es para los diputados -hombres y mujeres hechos y derechos- poderse expresar en su lengua materna en el Congreso, mientras que los promotores de la medida impiden por todos los medios que los niños catalanes o vascos reciban la primera educación en su lengua materna.

Esa inmensa contradicción entre la sensibilidad con que Sánchez trata a los diputados de lengua materna diferente del español -siempre, claro, que además asuman el dogma del nacionalismo lingüístico- contrasta con la insensibilidad con que el propio Sánchez trata (a través del PSC o el PSE) a los niños de lengua materna diferente del catalán o el vascuence y a sus familias. Se trata, pues, de una falta de coherencia que resulta insultante para las familias castellanohablantes que llevan décadas luchando por que sus hijos reciban educación también en su lengua materna en su propio país.

Cuando Otegi y Puigdemont se reúnen para negociar el futuro de todos los españoles hablan entre ellos en español, y no parecen tener demasiados problemas para entenderse

De hecho, si la decisión anunciada por Armengol de permitir el uso de las lenguas cooficiales en el Congreso fuese acompañada del anuncio de que en las comunidades con lengua cooficial se implantará un sistema bilingüe con el español también como lengua vehicular, la medida resultaría al menos un poco más consistente.

Pero no caerá esa breva, no solo porque Armengol es tan nacionalista como Puigdemont, sino porque además esa decisión no es fruto de una negociación bidireccional sino de un chantaje en el que los nacionalistas aprovechan la debilidad de Sánchez para arramblar a la rebatiña con lo que va quedando del Estado.

Cuando Otegi y Puigdemont se reúnen para negociar el futuro de todos los españoles hablan entre ellos en español, y no parecen tener demasiados problemas para entenderse. Así pues, queda claro que la medida sólo responde a la intención de aparentar solemnemente que a los españoles no nos une ni siquiera una lengua común, y los socialistas de toda España asienten, callan vergonzantemente o miran para otro lado.

He estado seis años en el Parlamento de Cataluña interviniendo alternativamente en castellano y catalán, por lo que nunca renegaré de ninguna de mis dos lenguas, que hablo, escribo y cultivo por igual, ni dejaré que los nacionalistas me roben la lengua catalana. Llegado el caso quizá haga uso de la lengua de Llull en el Congreso, por más ridículo y artificial que me parezca el uso del pinganillo entre personas que tenemos la suerte de compartir una lengua que hemos ido enriqueciendo entre todos a lo largo de siglos de convivencia. Si lo hago, lo haré con la intención pedagógica de recordarles a mis compatriotas del resto de España que es posible honrar a España en catalán con lealtad, compromiso y sensibilidad para con todos los españoles.

La XV legislatura ha echado a andar con un Sánchez presto a cualquier cosa con tal de seguir en la Moncloa. La designación de Armengol y la sesión inaugural de las Cortes son fiel trasunto de hasta qué punto el sanchismo está dispuesto a socavar las bases de nuestra convivencia para perpetuarse en el poder. Ni que decir tiene que desde el Partido Popular haremos todo lo que esté en nuestras manos para evitarlo y velaremos en todo momento por la vigencia de nuestro Estado democrático de Derecho y por la unidad de España.