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Opinión

EL DARDO DE ARRANZ

La otra Tercera Guerra Mundial

Convendría reflexionar acerca del efecto que tendrá el cerrojazo informativo de Putin sobre el pensamiento de su pueblo, que ni tiene derecho a manifestarse, ni desde hace unos días la capacidad para recibir de forma sencilla información del exterior

Vladimir Putin en Russia Today
Vladimir Putin en Russia Today RT

Cuando la situación de Japón en la Segunda Guerra Mundial estaba próxima al colapso, algunos de sus soldados, hartos de malcomer o, directamente, de no hacerlo, recurrían al canibalismo. Cuenta Antony Beevor en su gran tomo sobre aquel conflicto que mientras los nipones trataban de defender sus últimas plazas en China, un recluta llamado Enomoto Masayo violó y descuartizó a una mujer, y posteriormente la devoró junto a sus compañeros de tropa. La situación era tan desesperada y las atrocidades se habían vuelto tan comunes que “ni siquiera su oficial al mando lo reprendió cuando reveló el origen de su banquete”.

Este testimonio no trascendió hasta que se publicó la obra Their Darkest Hour, en 2008. Siempre es más costoso que se difundan las penurias de la retaguardia -y las que genera la posterior represión- que las hazañas del frente, que son diligentemente publicitadas y distorsionadas por la propaganda oficial. Porque el poder siempre dirige a la población hacia las posiciones que le interesa en momentos de conflicto y eso ocurre en todos los bandos. Incluso en 'el nuestro'. Es curioso que la BBC haya desvelado estos días documentos sobre el oligarca ruso Roman Abramovich que relatan operaciones millonarias en las que presuntamente recurrió a robos, corrupción y secuestros. Ahora toca demonizar a quienes antes se recibía con las puertas abiertas, que eran iguales de indeseables entonces que ahora.

Se ha distribuido en las redes sociales un vídeo en las últimas horas en las que aparece un ciudadano ruso, en la Plaza Roja, de Moscú, con un folio en blanco en la mano. Al detectar su presencia, un policía le emplaza a que cese su protesta, pues esa movilización está prohibida. Amablemente, el aludido le comunica que no piensa hacerlo. Unos segundos después, dos gorilas de uniforme se lo llevan detenido. ¿Su pecado? Portar un folio. La guerra mundial informativa ya ha comenzado.

La guerra mundial informativa

Convendría reflexionar acerca del efecto que tendrá el cerrojazo informativo de Putin sobre el pensamiento de su pueblo, que ni tiene derecho a manifestarse, ni desde hace unos días la capacidad para recibir de forma sencilla información del exterior. El Kremlin se empeña estos días en potenciar ese sentimiento de humillación histórica que ha sedimentado durante los últimos años en una parte de la población rusa y lo hace a partir del falseamiento de la realidad, en una actitud habitual en las autocracias de todo el mundo.

Esa propaganda tratará de estimular a los ciudadanos para que participen en la lucha o se sacrifiquen por su país -de forma literal o figurada-. Como es costumbre, ocultará episodios como los descritos en el primer párrafo, que son el pan de cada día en cualquier conflicto armado.

La política, el comercio y la tecnología militar han evolucionado considerablemente desde 1945. También lo ha hecho la información, que es una poderosa arma de guerra por su especial composición química, que la hace extremadamente volátil e inflamable.

Las autocracias la han utilizado contra Occidente con una especial intensidad durante los últimos años. Prueba de ello es, por ejemplo, que HispanTV, el canal de televisión oficial del régimen iraní, concediera un programa de televisión a Pablo Iglesias. ¿Y por qué Russia Today se posicionó en contra del Gobierno de Mariano Rajoy durante el desafío independentista?

Desinformación en tiempo de guerra

La propaganda es cada vez más sofisticada y la desinformación, más común. Su poder sobre la psique colectiva es tal que regímenes como el de Putin la han cuidado especialmente durante los últimos años, a sabiendas de que toda autocracia, cuando se siente arrinconada y se intenta legitimar, busca un enemigo externo. Estaba claro que le iba a hacer falta.

Las democracias occidentales están en desventaja en este sentido porque defienden la libertad de expresión frente a la censura, al contrario que sus contendientes. De ahí que sus ciudadanos sean más proclives a desarrollar un pensamiento crítico y de ahí que sean más permeables a la propaganda del exterior. Que a veces se lanza a través de burdos medios oficiales como Russia Today -qué error su censura, qué gran coartada para que Putin cierre sus fronteras informativas aún más-, pero que a veces es vertida por algunos de los más insignes periodistas de la Corte. No sólo en el caso de esta guerra. Basta con observar algunas posturas sospechosas en favor de Marruecos en las tertulias.

Habrá quien piense que lo más sano es la de silenciar los medios de propaganda, como decidió hace 15 días la Comisión Europea. Pero esa medida es contraria a la filosofía que debería mantenerse en esta parte del planeta y, además, da alas a los dictadores para recrudecer su represión dentro de sus fronteras. O para legitimar su lavado de cerebro al pueblo. Por otra parte, en la era digital resulta inviable evitar que los ciudadanos que quieran accedan al contenido de Russia Today. Incluso actualmente es sencillo. La única vía para conseguir este objetivo sería cortar el acceso de la población a internet. ¿Barajó de veras la UE los pros y los contras de esta medida antes de tomarla?

La doctrina del rumor

Es curioso porque el Tribunal de Justicia de la UE emitía este martes una comunicación relacionada con la libertad de expresión. Lo hacía a partir del caso de un periodista del Daily Mail que informó sobre un rumor que había en el mercado, relacionado con la presentación de ofertas públicas de compra sobre las acciones de Hermès (por parte de LVMH) y de Maurel & Prom. Eso alteró el precio de la acción, lo que le valió una sanción al redactor.

A tenor de estos hechos, el tribunal lanza una pregunta: ¿está por encima la libertad de expresión de la difusión de información privilegiada? Es decir, ¿el derecho de los periodistas a informar prevalece sobre las posibles alteraciones en el mercado que puede suponer la difusión de una información o de un mero rumor?

Quizás merece la pena aprovechar esta ocasión para trasladar la pregunta al terreno bélico: ¿merece la pena coartar la libertad de expresión en la UE para tratar de silenciar los argumentos de un tirano en un terreno en el que sólo tiene apoyos entre los excéntricos?

Pero se puede ir todavía más allá: dado que los autócratas utilizan la información como arma de guerra y ya se ha iniciado el tercer conflicto mundial en este ámbito, ¿también va Occidente a caer en ese juego (o trampa)? ¿O va a tratar de defender su concepción de la política, el comercio y las sociedades sin limitar derechos? Contra un dictador, como Putin, las claves siempre serán la estrategia y la inteligencia. Por eso, considerar la información como un arma de guerra más -y no como un antídoto contra la mentira- será un gran error por parte de Occidente. Del lado bueno de la Historia.

Porque quizás, antes que censurar, habría que preocuparse porque las barbaridades de la guerra no tarden 60 años en salir a la luz, como la que se cita al principio del artículo.

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