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Opinión

¿Qué ha de pasar para que cierren TV3?

El director de TV3, Vincent Sanchís

El escándalo que supone la parcialidad de los medios de la Generalitat en esta campaña es total. Consecuencias de tener una clase política con pulso tembloroso.

No es fair play, se trata, simple y llanamente, de cobardía por parte de la derecha y connivencia vil por parte de la izquierda. Ambas permiten ese monstruo de perversión informativa que son los medios de la Corporación Audiovisual en Cataluña, meros instrumentos demagógicos del proceso que reflejan las consignas y mentiras que conforman el tapiz tejido por años y años de adoctrinamiento convergente.

A pesar de que su director, Vicent Sanchís, está acusado de colaborar en el 1-O y reprobado por el Parlament, o de la advertencia de la Junta Electoral Central acerca de no referirse a presos políticos o exiliados, los responsables de TV3 siguen igual que siempre. Permiten las cínicas metáforas del programa producido por Buenafuente, que usó el hashtag Prisis politics; incluyen rótulos en sus informativos diciendo que no les dejan utilizar tales palabras; subtitulan actos de partidos no separatistas diciendo que se han visto obligados a emitirlos.

En la tertulia nocturna del 324, su presentador y los que concurren vomitan odio diariamente contra España, el rey, la justicia – en especial contra el juez Marchena -, los partidos que defienden la Constitución y todo lo que no sea su precariedad intelectual separatista, entrevistando día sí, día también, a familiares de los presos, a sus abogados, a los líderes separatistas. Las mañanas no son mucho mejores, manteniendo la intoxicación destinada a que los suyos no pierdan la fe y, sobre todo, no tengan la ocurrencia de pensar, no fuera que se diesen cuenta de la inmensa tomadura de pelo que ha supuesto el proceso.

Rahola será un caso que se estudiará en el futuro por quienes se ocupen de cuestiones deontológicas. Se pasmarán de que un medio público haya pagado cantidades astronómicas por repetir los eslóganes que Junts per Catalunya suelta en parlament"

Las tardes vienen trufadas por Rahola y Helena García Melero, ambas asistentes de la famosa paella de Cadaqués, fervorosas separatistas de la cuerda de Puigdemont. Rahola será un caso que se estudiará en el futuro por quienes se ocupen de cuestiones deontológicas. Se pasmarán de que un medio público haya pagado cantidades astronómicas por repetir los eslóganes que Junts per Catalunya suelta en parlament. De Toni Soler, que igual hace mofa de la Benemérita, que del rey, que de España – nunca de Pujol, ni del tres por ciento, ni de nada que sea tocar los pilares del régimen – no vale la pena ni hablar.

¿Alguien se imagina que, tras el 23 de febrero, una televisión pública hubiera ensalzado a Tejero, Milans del Bosch o a Armada? ¿Se habría tolerado que a sus tertulias solamente hubieran asistido periodistas próximos a Fuerza Nueva o familiares de los encarcelados? ¿Habría sido de recibo que la apología del golpe estuviese presente en todos y cada uno de los programas, llegando a que incluso el público llevase pegatinas con la cara de Tejero, que se hiciera broma con los políticos secuestrados en el Congreso o de Gutiérrez Mellado? ¿Nadie habría dicho nada si a un diputado defensor de la Constitución el público le hubiese gritado hijo de puta? Le pasó a Jordi Cañas, recordémoslo.

La responsabilidad es de cuando Rajoy, Sánchez y Rivera decidieron aquel 155 de sacarina. Lo diremos una vez más: la normalidad catalana pasa por el urgente cierre de TV3"

Es evidente que no. La responsabilidad, sin embargo, es de cuando Rajoy, Sánchez y Rivera decidieron aquel 155 de sacarina. Lo diremos una vez más: la normalidad catalana pasa por el urgente cierre de TV3. Algunos dicen que hay que renovarla, otros, que debe enderezarse su rumbo. Muchos, que lo mejor es cerrarla y cerrar, de paso, las televisiones autonómicas, altavoces de los partidos que rigen en esos reinos de taifas en los que se han convertido las autonomías, fuentes de despilfarro, corrupción y nepotismo incompetente.

Pero de la reestructuración de esa España liberal, democrática, justa e igualitaria para todos, habría mucho que decir. Baste señalar que todo lo que sea anti España es gratamente acogido en TV3. Y es porque son totalitarios, sectarios, partidarios de la desigualdad, la injusticia y, digámoslo ya, de los corruptos que, no contentos con meter la mano en la saca, cometieron la peor de las corrupciones: la espiritual.

Uno se pregunta qué es lo que ha de pasar para que la cierren.

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