Esto es rigurosamente cierto aunque apenas despertó polémica en su día y hoy nadie lo recuerda: el presidente de la Reserva Federal Jerome Powell vendió entre 1 y 5 millones de dólares en acciones de su cuenta personal el 1 de octubre de 2020. Justo ese mes resultó ser el peor del mercado de valores desde marzo de 2020, cuando comenzó la pandemia. Un día después de la venta, el entonces presidente Trump anunció al público que había dado positivo por covid. Los registros de reuniones muestran que Powell había estado en contacto con el secretario del Tesoro Steven Mnuchin cuatro veces el 1 de octubre, por lo que es muy posible que consiguiera información sobre ello. Además, la venta de acciones se produjo después de la reunión del Comité de Mercado Abierto del 15 al 16 de septiembre, pero antes de que las actas de esa reunión fueran publicadas el 7 de octubre. En ellas se advertía públicamente de varios “riesgos a la baja que podrían amenazar la recuperación".
Es curiosa la buena estrella de este abogado (ni siquiera es economista, como Lagarde, que tampoco) que negó que la inflación fuera un problema justo hasta poco después de ser renovado por Biden, tras lo que dio un giro a su visión y empezó a hablar de subida de tipos de interés
El código de conducta de la Fed para altos funcionarios vigente entonces (tras estos y otros escándalos se endureció en 2022) sostiene que "las transacciones financieras personales deben ser irreprochables, y la información obtenida por ellos como funcionarios del Sistema nunca debe utilizarse para beneficio personal". A pesar de todo ello, pocas semanas después de conocerse todo esto por el gran público en septiembre de 2021, Biden decidió renovar el mandato de Powell, contra el que sólo se pronunció el ala más izquierdista del partido demócrata ya que Powell es el típico varón blanco millonario republicano y, para colmo, elegido para el puesto por Trump. Más allá de temas ideológicos, es curiosa la buena estrella de este abogado (ni siquiera es economista, como Lagarde, que tampoco) que negó que la inflación fuera un problema justo hasta poco después de ser renovado por Biden, tras lo que dio un giro a su visión y empezó a hablar de subida de tipos de interés. También tiene a su favor, ahora que Trump es de nuevo presidente, una tradición de los presidentes de no interferir en el cargo de presidente de la Reserva Federal, incluso cuando ha sido nominado por un rival político del pasado.
En 1987, Alan Greenspan fue nominado por el presidente republicano Ronald Reagan para presidir la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal de Estados Unidos, en reemplazo de Paul Volcker. Ocho años después, al presidente Bill Clinton, un demócrata, impresionado por la determinación de Greenspan de usar la política monetaria para compensar el saneamiento fiscal de su gobierno, lo renovó por dos periodos más. Y a pesar de que los republicanos, durante el mandato de Clinton, lo acusaban de implementar una política monetaria demasiado laxa, George W. Bush lo volvió a nominar para un insólito quinto mandato (al final estuvo 19 años en el cargo). Cuando Greenspan se jubiló en enero de 2006, fue sucedido por Ben Bernanke, un designado de Bush que impresionó al presidente demócrata Barack Obama con su intención de trabajar sobre una base bipartidaria para sobrepasar los límites percibidos de la política monetaria en la lucha contra la Gran Recesión. En 2009, Obama volvió a nombrar a Bernanke, quien siguió con las políticas de alivio cuantitativo (QE) de la Fed a pesar de los gritos de indignación de los republicanos. Cumplió dos mandatos y lo sustituyó Janet Yellen, primera mujer en el cargo y única en décadas que sólo cumplió un mandato, ya que estaba demasiado implicada con el partido demócrata (de hecho, cuando Biden gobernó la nombró su Secretaria -ministra- del Tesoro) como para que Trump la renovara en el cargo.
Parece que la Reserva Federal mantendrá los tipos a la espera de las primeras medidas de la nueva administración, lo que inquietó bastante a las bolsas pero sobre todo al mercado de deuda
Y Jerome Powell juró el cargo el 5 de febrero de 2018 -nominado unos meses antes por Trump- y su mandato no vence hasta mayo de 2026, poco más de un año después del comienzo de la nueva legislatura presidencial. A pesar de lo que podría pensarse, la relación entre ellos no es buena y pocos dan por hecho que vaya a ser renovado, aunque tampoco se espera un cese. Y eso que, en 2024, el Trump candidato advirtió que la Fed debería abstenerse de recortar los tipos de interés antes de las elecciones para dar un impulso a la economía, lo que podría ayudar a la candidatura demócrata, algo que Powell ignoró con una bajada de medio punto (la mayor desde la radical de 2020 con la pandemia) menos de dos meses antes de las votaciones. Tras ellas ha habido dos recortes de 0,25 puntos y, por las declaraciones tras el último, parece que la Reserva Federal mantendrá los tipos a la espera de las primeras medidas de la nueva administración, lo que inquietó bastante a las bolsas pero sobre todo al mercado de deuda, que desde entonces está repuntando en rentabilidades.
Consecuencias para España
Si Powell decide congraciarse con Trump buscando un tercer mandato, es posible que baje más los tipos de interés. Casi todos los gobernantes prefieren tipos bajos. Pero si es estricto y tiene en cuenta el crecimiento, la tasa de paro y la evolución de los precios (cuya tendencia al alza se aceleraría con los aranceles), no debería hacerlo. Y el mercado -se puede comprobar con las altas rentabilidades de la deuda, por ejemplo el bono a 10 años está 1 punto por encima de como estaba hace 4 meses, ignorando las bajadas de tipos de la Fed- empieza a descontar este segundo escenario. ¿Consecuencias para España? Dado que, por la debilidad económica de Alemania y Francia, BCE bajará los tipos de interés mínimo dos veces más, es muy posible que el valor del dólar contra el euro siga bajando aún más con lo que nos será más caro importar crudo (y cualquier producto en dólares), y no creo que lo compense el que seamos un destino más barato para los turistas estadounidenses.