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Opinión

El 9 de julio, milagro

El presidente catalán, Quim Torra y el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias.

Pablo Iglesias se ha ofrecido para ejercer de mediador entre los presidentes de la Generalitat y el de España. Ante la reunión del próximo lunes nueve de julio, todo indica que el milagro que va a producirse dejará en pañales a los de Lourdes, Fátima y el no menos celebrado de los panes y los peces. Arrodillaos, pecadores.

Regreso al pasado

Una hora ha durado la reunión entre Torra e Iglesias, la primera que mantiene el President con alguien de peso. La que tuvo con el arzobispo y copríncipe de Andorra, Joan-Enric Vives, no cuenta, aunque TV3 dijera “Primera reunión del President Torra con un jefe de estado”.

Ha sido una excelente oportunidad para que el líder de Podemos se erija como primus inter pares, cual encarnación con coleta de aquel célebre Miguel Strogoff, ya saben, el correo del zar. Porque, además de ir a explorar qué trozo del pastel se llevarían los Comuns en caso de dar apoyo a Torra en temas de índole social, Iglesias ha utilizado a Torra como pretexto para demostrar que es alguien. Hacer de mediador le da, cree, patina de persona de consenso, de político de estado.

A Torra cualquier cosa le viene bien. Le están dando hostias desde todos los frentes. Los de Puigdemont por considerarlo sospechoso de traición hacia el fugadísimo; los del PDECAT porque lo consideran demasiado proclive a Puigdemont; los de Esquerra porque no se fían de alguien que proviene de la extinta Unió Democràtica y tiene un ideario de conservador puro y duro. Torra irá a ver a Sánchez más solo que nunca, y precisa llenar con algo sus menguadas alforjas, máxime en un momento en que el separatismo ve como el famoso suflé se va deshinchando. El increíble hombre menguante, podrían llamarlo.

A Torra cualquier cosa le viene bien. Le están dando hostias desde todos los frentes

Vive el President prisionero de la propia inercia del independentismo, que ha ido de fracaso en fracaso desde el pasado referéndum. Han tenido que renunciar a la unilateralidad que los llevó a la república de los diez segundos, y ahora se contentan con pretender hablar de tú a tú con el gobierno. Pere Aragonés reclama seis mil millones al gobierno central y un trato preferencial, o sea, lo mismo que pedía Pasqual Maragall. La realidad es tan tozuda que han vuelto al célebre peix al cove de Jordi Pujol, que se resume en a ver qué sacamos de estos.

En un momento en que Rajoy y el malo, malísimo PP, ya no están en Moncloa, a Torra le queda un cierto margen para darse algo de oxígeno. En materia económica, poco, porque hay lo que hay, pero la idea de Sánchez acerca de no mover el tema de la financiación autonómica por carecer de tiempo, es digna de mandarín oriental. Le permite pactar ora con Urkullu – que ya ha dicho que de hacer cositas al margen del estado nanay -, ora con Torra. Seis mil kilos no, pero seguro que Meritxell Batet y Elsa Artadi, las que están tejiendo los mimbres del acuerdo entre los dos políticos, están echando cuentas a ver qué puede hacerse.

En este envite Sánchez puede quedar como el gran pacificador e Iglesias como el hombre bueno. Está por ver qué minuto de gloria le dejan a Torra, porque Standard & Pool acaba de pegarle un mazazo a la Generalitat, reiterando la categoría de bono basura de la deuda de la misma, así como desaconsejando la inversión en Cataluña. Eso sí, como dicen los lazis, seguim.

Los presos

El coup de grace de la reunión será, más allá de malabarismos matemáticos, creación de comisiones y plataformas para estudiar el sempiterno problema catalán, la cuestión de los presos. Tanto Sánchez como Iglesias han dejado clara la intención de acercarlos a Cataluña tan pronto como finalice la instrucción. El gobierno puede decidir a través de Instituciones Penitenciarias ese asunto, que no el de ponerlos o no en libertad, porque eso es cosa de los jueces, a ver si se enteran los totalitarios que confunden justicia con el soviet supremo de Cataluña.

Una vez en tierras catalanas, Torra puede organizar a través de sus diferentes brazos políticos –el separatismo es lo más parecido a un octópodo jamás visto– desde exhibiciones de castellers ante la cárcel donde estén, a conciertos, sardanas, ferias, bautizos y comuniones. También, habida cuenta que la Generalitat tiene competencia plena sobre las prisiones, mirar que vayan disfrutando de diferentes grados de libertad. Rebajar la tensión, porque es cierto que los encarcelados es el tema que más solivianta a los separatas hiperventilados.

Con la excusa de “ya los tenemos en casa”, Torra podría dedicarse a otras cosas. Y esas otras cosas son, básicamente, los autocalificados exiliados. No todos, sin embargo. La ex consellera Ponsatí, actual dirección, Escocia, está harta, dice que jugaron de farol, que se siente estafada y que, si tuviera que volver a hacer lo que hizo, visto lo visto, pasaría mucho. No me refiero a gente que, como ella, ha visto como les han tomado el pelo. Me refiero a Puigdemont. Torra busca la mejor manera de neutralizarlo, que no es otra que favorecer que la realidad se abra camino.

Con una cierta mejora de la cosa de la pela, los presos en casa y un par o tres de mimos por parte de Sánchez, buena parte del artefacto incendiario de Puigdemont se desactivaría. Además, hay quien dice que Alemania va a desoír la euroorden, con lo que el fugadísimo volvería a su residencia en Waterloo para construir ese País de las Maravillas denominado Espai Llibre de la República, con lo que entre esto y los sesenta mil pavos al año que cobra de nuestros bolsillos estaría pasablemente entretenido. Siempre podría reconvertirse y hacer de su casa un santuario de peregrinación e incluso de milagros. Un Lourdes a la separatista. A Torra tampoco le vendría mal un milagrito el próximo nueve de julio.

Así está la cosa en Cataluña, todos esperando un milagro. No sería extraño que la ANC y Ómnium organizasen rogativas. Cosas más raras hemos visto.

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