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Opinión

Irene Montero y los tres monos del 'santai'

La semana pasada tuvimos varios buenos ejemplos de lo que el gurú de cabecera de Pedro Sánchez, el poderoso consultor político Iván Redondo, ha venido en llamar "la guerra cultural", y que ya anticipó en el mes de julio, en un amplio reportaje en El País, que sería la estrella de este otoño.

En julio no entendimos bien a qué se refería Redondo, pues no parecía que hubiera en España guerras más urgentes que vencer al coronavirus o al paro. Pero ahora, con apenas dos semanas transcurridas del mes de septiembre, ya empezamos a atisbar de qué trata esa "guerra cultural".

Básicamente, la cosa va de estirar un poco más el chicle de Francisco Franco y seguir anunciando medidas supuestamente tendentes a conseguir la igualdad real de las mujeres con los hombres. De lo primero ya sabemos que el Gobierno, sin haber cumplido siquiera lo contemplado por la ley de la memoria histórica, prepara una segunda versión para, entre otras cosas, declarar nulas todas las sentencias dictadas por los tribunales franquistas.

En cuanto a las políticas de igualdad, lo primero que se nos ha anunciado es que habrá cambios en la llamada Ley de libertad sexual, e incluso hay quien sospecha que el Gobierno pretende prohibir la prostitución en esta legislatura, ante el convencimiento de que los que recurren a esos servicios son, aparte de machistas, votantes de derechas.

De momento, y para ir abriendo boca, la semana pasada sucedieron tres cosas algo chocantes. En primer lugar, la Fiscalía General del Estado, dirigida por la exministra Dolores Delgado, pidió cambiar algunas señales de tráfico por considerarlas machistas, ya que la mujer apenas sale representada y, cuando lo hace, está en un plano secundario respecto al hombre.

Considerar que un monigote en pantalones sólo representa a un hombre es propio de gente con la mente muy corta. ¿Acaso las mujeres deben llevar siempre falda?

La iniciativa de la Fiscalía demuestra una vez más que los machistas no son los creadores de esas señales sino la propia institución que dirige Delgado, pues considerar en pleno siglo XXI que un monigote aséptico en pantalones sólo puede representar a un hombre es propio de gente con la mente demasiado corta. ¿Acaso las mujeres tienen que llevar siempre falda? Del mismo modo que la figura con coleta que aparece en algunas señales perfectamente podría ser un hombre, sin ir más lejos el vicepresidente del Gobierno. Dicho lo cual, si quieren cambiar las señales, como en su día hicieron algunos ayuntamientos con los semáforos, están en su derecho de proponerlo. Nuestro porvenir, afortunadamente, no depende de ello.

Pensar diferente

Sin embargo, hay otros dos hechos recientes que sí constituyen una deriva inquietante por parte del Ejecutivo y, en especial, de la ministra de Igualdad, Irene Montero, quien en un rifirrafe parlamentario llegó a decir la semana pasada que "los que piensan que la violencia no tiene género están fuera de la ley". Es decir, que para la ministra el que no piensa como ella es un delincuente y, además, la violencia es propia del género masculino. El mensaje es demoledor: los hombres son violentos por el simple hecho de serlo y, quien no esté de acuerdo, que se vaya preparando porque está fuera de la ley. 

Finalmente, llegamos a esa macroencuesta elaborada por el Ministerio de Igualdad según la cual el 57% de las españolas ha sufrido algún tipo de violencia sexual a lo largo de su vida. El dato, de ser cierto, convertiría España en un país absolutamente despreciable. Sin embargo, para obtener ese dato tan espectacular el Ministerio ha mezclado el maltrato físico con las "bromas sexuales", insinuaciones y miradas lascivas. 

Equiparar una mirada a una paliza es hacerle un flaco favor a las miles de mujeres que son maltratadas en España, pues supone banalizar su sufrimiento

Aparte de que equiparar una mirada a una paliza es hacerle un flaco favor a las miles de mujeres que son maltratadas en España, pues supone banalizar su sufrimiento, resulta especialmente enojoso que el Gobierno se dedique a engordar las cifras, mezclando churras con merinas, como si prefiriese transmitir una situación más lamentable de la que ya existe.

La violencia es un problema muy grave que requiere cierto rigor. Y el hecho de que haya más hombres que mujeres en las cárceles por delitos de sangre no significa que todos los hombres sean unos delincuentes en potencia ni que todas las mujeres sean sistemáticamente maltratadas.

La duda que queda en el ambiente es si Montero pretende prohibir en breve las miradas lascivas. Confiemos en que sus compañeros de Gobierno le hagan entrar en razón porque, si por Montero fuera, los hombres estaríamos todo el día como los tres monos del código moral chino del 'santai', esos que ni hablan, ni ven ni escuchan.

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