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Opinión

¿Hace falta que los políticos hagan el ridículo con palas en la nieve?

Ignacio Aguado con una pala

Quienes clamaron durante tanto tiempo contra el bipartidismo no sabían lo que hacían. Todo ha empeorado desde entonces, pues donde antes había algunas malas ideas, ahora hay una multiplicidad de imbecilidades que requieren grandes dosis de Primperan.

Desconozco si los lectores de este periódico siguen a diario las cuentas en las redes sociales de los insignes representantes políticos, pero desde hace un tiempo se han impuesto la rutina de pronunciarse sobre los acontecimientos que suceden a nuestro alrededor. Eso provoca situaciones curiosas, como que Ciudadanos escenifique su rechazo a la insurrección del Capitolio -lo que puso a los rebeldes entre la espada y la pared- o que Pablo Iglesias tenga que hacer todo tipo de requiebros mentales cuando Rafael Nadal gana un gran torneo. Porque, claro, un revolucionario no va a felicitar a alguien que -sospecha- es de derechas y que encima luce la rojigualda con absoluto descaro.

Como estos días ha habido temporal, los políticos y sus asesores han tenido que remangarse para idear fórmulas para obtener protagonismo en un asunto que le interesaba a la población. Entonces, a alguien de Génova 13 no se le ocurrió una mejor forma de demostrar cercanía con los ciudadanos que poner a Pablo Casado a pegar palazos “a las puertas de tres o cuatro centros de salud donde se hacen pruebas de covid-19”. No todos los héroes llevan capa. Algunos portan una pala. 

Algo similar hizo el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, cuando se puso a empujar un coche que se había quedado atascado por la nieve. “Arrimó el hombro”, escribió algún periodista, en un ejercicio que bien podría haber firmado el guionista del NODO.

Mención especial merece aquí Ignacio Aguado, quien hace unos días subrayaba que Madrid contaría con dos turbofresadoras para estos días, pero que el domingo por la mañana recurría a un ingenio mucho más rudimentario, como una pala, y se grababa en vídeo para animar a los ciudadanos a que la utilizaran para mejorar la situación de las calles. En los días previos había que hacer exposición de medios. La jornada después de la nevada, se apelaba a la colaboración de los ciudadanos. 

Recibimiento a la altura

Son estos días intensos y además de las demostraciones callejeras de heroísmo político, se han vertido varias toneladas de propaganda institucional con las que, una vez más, se trataba de transmitir el mensaje de que los representantes tenían un mayor protagonismo incluso que Filomena, en una nueva demostración subconsciente de que el componente caciquil sigue formando parte de la sangre que circula por las venas de este país.

Mención especial merece el vídeo distribuido este sábado por Moncloa -grabado por la Leni Riefenstahl de turno- en el que se veía a Fernando Grande-Marlaska esperando a Pedro Sánchez en la puerta del ministerio para iniciar una reunión. Al cruzarse, saludo y cuasi una reverencia. Con el fondo nevado, aquello parecía una escena rutinaria de la RDA.

Más allá del efectismo se halla la efectividad y aquí el resultado no ha sido tan positivo. Es cierto que una ciudad en la que no caía una nevada así desde hace medio siglo es muy fácil que colapse en estas circunstancias -curioso que quienes advertían hace poco que el tiempo de Madrid en 2030 sería como el de Marrakech lamenten la falta de quitanieves-, pero no dejan de llamar la atención las imágenes de los vagones del metro de Madrid absolutamente llenos de gente este lunes por la mañana, ante el corte de muchas carreteras y el parón en la circulación de autobuses.

¿De veras no podía haberse evitado? ¿Para qué tantas reticencias con la hostelería o la actividad comercial si posteriormente se permiten este tipo de aglomeraciones en espacios cerrados? Pueden hablar las autoridades de quitanieves, de efectivos de la Unidad Militar de Emergencias y de 'turbofresadoras'. También pueden grabarse haciendo todo tipo de monerías para salir en televisión. Pero si son incapaces de dar respuesta a situaciones tan previsibles, se puede decir que se preocupan más por el populismo que por ser efectivos.

Pero bueno, no se puede pedir más y eso es algo que han demostrado estos meses de pandemia. Sirva como ejemplo que, tras la famosa comparecencia de Pedro Sánchez anunciando el primer estado de alarma y llamando a los ciudadanos a quedarse en sus casas, llegó el lunes y se produjeron aglomeraciones en la Estación de Atocha, ante el pasmo de ese torero de las circunstancias que es José Luis Ábalos.

Tampoco está la cosa para tirar cohetes entre la ciudadanía. Merece la pena leer la carta que escribió ese guardia civil -publicada por este periódico- en la que celebraba la total ausencia de inteligencia de quienes, pese a las previsiones de nevada, salieron a la M-30 o a la M-40 con neumáticos 'de verano' y sin cadenas, se quedaron atascados y perjudicaron a las quitanieves.

Desde luego, lo que se hace 'por arriba' es muchas veces una consecuencia de lo que fluye por abajo. Para qué eludir responsabilidades.

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