Quantcast

Opinión

Un inmenso error

Manuel Valls.

El PSC ha declarado públicamente que no piensa suscribir una plataforma de partidos no independentistas que apoye a Manel Valls de cara a las próximas elecciones municipales. Afirman que ya tienen su propio candidato, Jaume Collboni. Dos terribles errores que demuestran hasta qué punto el socialismo en Cataluña está en fase terminal.

La mejor opción es Valls

La prueba del nueve de que una hipotética candidatura del ex primer ministro francés tiene garantías de éxito es ver la polvareda y el pánico que ha levantado entre separatistas y podemitas. Efectivamente, si alguna persona tiene la oportunidad de recobrar Barcelona para el sentido común y la normalidad constitucional es Valls. Triunfador en la última manifestación de Societat Civil, el político franco español dejó caer que podría interesarle presentarse como candidato a alcalde, siempre que fuese por una plataforma plural de partidos. No quiere vincular su suerte a uno en concreto, y sus razones tendrá. Quizás Albert Rivera se precipitó al lanzar esa probabilidad al ruedo público, siendo mejor reservarse la carta para más adelante. Pero a lo hecho, pecho, y Valls ha sido una bomba de oxígeno democrático en medio de esta miasma de lacitos amarillos, fugados, golpistas y matones.

Hecha esta salvedad, quisiera apuntar otro dato. Ciudadanos sabe muy bien por experiencia propia que en Cataluña no van a darle el menor apoyo ni socialistas ni, seguramente y por desgracia, los populares. De los Comuns e indepes ya sabemos que nada hay que esperar. Ambos tienen el mismo objetivo, que no es otro que dinamitar el estado de derecho y adaptarlo a sus intereses particulares. Que el PP no quiera dar apoyo a esa plataforma- al menos yo no he oído ni a Albiol ni a Alberto Fernández Díaz pronunciarse al respecto – es grave, porque los populares gobiernan en no pocos lugares gracias al partido naranja. Ahora mismo me viene a la cabeza la Comunidad de Madrid, por vía de ejemplo. Quiero pensar, no obstante, que, si se precisasen sus votos para investir como alcalde a Valls, Alberto no diría que no, porque le he visto hacer no pocos gestos de generosidad institucional y no creo que en una ocasión tan importante como sería la de arrebatar el gobierno municipal a los podemitas se hiciese a un lado.

Que los socialistas, por cierto, con pacto en Andalucía gracias al cual Susana Díaz sigue siendo la Khalessi en la tierra de Lorca y Pemán, se nieguen en redondo a discutir siquiera la posibilidad es mucho peor. Digo peor porque ese cerrojazo demuestra, una vez más, la supina estupidez de la dirección del PSC. Anda Miquel Iceta obsesionado con la reedición del Tripartit, mirando con un ojo a Esquerra y con otro a los podemitas catalanes y, claro, de tanto mirar a los extremos se ha quedado completamente bizco. Su partido, aquel PSC que cortaba el bacalao en los años ochenta y noventa, está en trance de recibir la extremaunción y no van a salvarlo precisamente aquellos que juraron odio eterno a la socialdemocracia en la transición. Esquerra y los separatistas, porque siempre han considerado al socialismo como un traidor a la patria catalana, y eso que el PSC se ha bajado los pantalones descaradamente ante el nacionalismo una y otra vez todos estos años con temas tan graves como la inmersión lingüística.

Por su parte, los comunistas jamás le perdonarán al socialismo democrático lo que ellos consideran un robo del papel protagonista que el PSUC tuvo durante la dictadura. He escuchado a demasiados dirigentes psuqueros, que siempre repiten lo de que cuando había que combatir a Franco no había ni un solo socialista y que los votos del PSOE deberían haber sido para el PCE, como para olvidar la inquina cainita que sienten los de la hoz y el martillo hacia los que tildan de vendidos al capital internacional. El error de pretender convertir tus sueños en realidad lleva a Iceta a buscar lo que jamás encontrará, a poco que los presuntos socios puedan evitarlo. Pero queda su segundo y más trágico error. Tiene nombres y apellidos: Jaume Collboni.

No son vidas paralelas

Comparar a Collboni con Valls sería ensañarse. Collboni es el típico producto que el llamado icetismo ha manufacturado a lo largo de décadas dentro de las cocinas del PSC. Gente gris, sin mayor mérito que obedecer ciegamente cualquier orden emanada de su protector y amigo, sin ideología propia más allá de los tópicos uy los lugares comunes, gente que sabe sonreír muy bien en los carteles de propagada y poco más. Collboni, que proviene de aquella UGT de Pepe Álvarez en la que tantos medraron al amparo de este como de Iceta -algún día habrá que explicarle a la gente el qué y el cómo de esa alianza - presenta un currículum que puede resumirse en una sola palabra: nada.

Solo algunos apuntes. ¿Espera Iceta galvanizar al electorado alrededor de Collboni para así poder recuperar la alcaldía? Si es así, está mucho peor de lo que pensaba, porque el bueno de Jaume no es capaz ni de movilizar al electorado sociata de siempre, mucho menos al votante de otras formaciones. Otro sí digo, aceptó compartir gobierno con Ada Colau en un pacto vergonzoso e ineficaz, que solo sirvió para dar sueldo a Collboni y a cuatro compis yoguis más, para verse luego puestos de patitas en la calle. Si ha tragado con eso, ¿qué le impediría concurrir en una plataforma común con Ciudadanos? Seguro que obtendría más réditos electorales y políticos. Y podría seguir teniendo colocaditos a sus amiguetes del alma, ya que estamos en el capítulo del qué hay de lo mío. Tampoco se explica esa intransigencia hacia la formación naranja en la que Iceta y el PSC van repitiendo constantemente que son un partido de derechas. Miren, de derechas, además de corrupta, era Convergencia y bien que el PSOE pactaba con ellos, no sé si me explico, y eso en el supuesto que C’s fuese de derechas.

Las razones por las que Iceta está echando a perder una ocasión única para recuperar Barcelona e incluso Cataluña para el Seny y la política de verdad hay que buscarlas en otro lugar. Ni tienen candidato ni nada de nada, lo único que poseen es la misma cosmovisión trasnochada, estéril y peligrosa de separatistas y populistas. Todos estos se apiñan bajo el paraguas del odio a Israel, del odio hacia todo lo que suene a España – tanto la odian que siempre están intentando reinventarla con chorradas a cuál más grande, véase el federalismo asimétrico de Maragall -, odio hacia lo que no sea su grupito de amigos que veranean en las Baleares, odio hacia el pensamiento crítico, hacia la disidencia. Son estalinistas perfumados de Hugo Boss y con tarjeta Visa Oro a la que cargan su ritmo de vida a los fondos públicos. La colonia, si pueden, también. Iceta no, que ya viene millonario de su casa.

En un partido así, con dirigentes que ven como el iceberg cada vez de hace más y más pequeño y van cayendo al agua helada de la vida real sus compañeros, los que poseen aún un cachito de parcela en la que poner su culito sandunguero aguantan lo que sea con tal de no perder el sitio. Pero es que para que Collboni no pierda Dios sabe qué, el PSC perderá toda su influencia en Barcelona, que ya no es que sea para tirar cohetes. ¿Tan poco le importa a Iceta el destino de su partido como para condenarlo a la desaparición porque “ya tenemos candidato y se llama Jaume Collboni”? ¿Tanto le ciega la pasión a este hombre?

Tengo para mí que si los partidos constitucionales desean sobrevivir en Cataluña han de unirse, como hacen los separatistas, aunque sea a trancas y barrancas. La operación Valls sería una magnífica oportunidad de hacerlo, con bastantes garantías de éxito. Hay mil formas de tejer ese tapiz manteniendo perfiles propios y garantizando mínimos comunes. Ah, pero el PSC tiene candidato propio, recordémoslo, y claro, ante un Collboni ¿quién tiene la osadía de enfrentarse? La Colau debe estar partiéndose el pecho ante tamaña sucesión de errores. No es para menos.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.