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Opinión

Inflación a la vista

No hay precedentes de una recesión en la que los ingresos de los hogares hayan mejorado como ha sucedido con la pandemia

Decenas de personas protegidas hacen cola para poder entrar en un supermercado Lidl.
Decenas de personas protegidas hacen cola para poder entrar en un supermercado Lidl. Europa Press

La inflación ya está aquí y, a medio plazo, hay mucha presión alcista sobre los precios tanto en los Estados Unidos como en Europa. Las razones hay que buscarlas en un repunte brusco de la demanda, dinero ahorrado durante la pandemia que se ha puesto a circular ahora, y en la cantidad indecente de dinero nuevo que han creado los bancos centrales a lo largo del último año. Algunos piensan, empezando por el Banco Central Europeo o la Reserva Federal, que esto es algo puramente coyuntural, que el incremento de precios se mantendrá durante unos meses y luego, para finales de año, se volverá a la normalidad. Lo primero que toca, por lo tanto, es preguntarse si tienen razón los banqueros centrales cuando aseguran que los aumentos de precios que estamos viendo ahora son temporales e irán a menos en 2022.

Algunos tienen dudas bien fundadas y plantean ir eliminando parte o todos los estímulos creados durante la pandemia para amortiguar el golpe. Otros creen que los estímulos no contribuyen al aumento de los precios, que el repunte inflacionario actual se debe casi en exclusiva a que la demanda de los consumidores ha crecido por la reapertura de la economía y una demanda reprimida, es decir, que la gente no ha gastado porque no tenía ni dónde ni cómo hacerlo. Ahora la oferta a duras penas puede atender la demanda de los tres últimos meses. Se han formado, además, algunos cuellos de botella en algunos sectores como el del automóvil. La escasez mundial de semiconductores ha complicado la fabricación de vehículos nuevos y eso ha hecho subir su precio. Mucha gente que necesitaba un coche con urgencia se ha pasado al mercado de segunda mano, lo que ha llevado que también ahí se disparen los precios. La oferta de segunda mano es bastante rígida, hay lo que hay y tiende a achicarse cuando las cosas van bien porque pocos necesitan vender. En las crisis sucede lo contrario, para conseguir liquidez se vende lo que se tiene. No es el caso de Estados Unidos, así que los precios han subido. En un país en el que todo gira en torno al automóvil su precio es algo que afecta directamente a la inflación.

Las tres principales variables

Los que creen que esto es temporal confían en que la escasez de semiconductores no dure más allá de unos meses, por lo que se resolverá el problema y eso permitirá que las fábricas vuelvan a la normalidad. El planteamiento es correcto, al menos en el sector automotriz, pero en una economía no sólo se ofertan vehículos. Tomemos tres variables: la fuerza laboral, por un lado, la demanda de los consumidores por otro y, por último, las expectativas de inflación.

El factor trabajo influye directamente en la inflación si los sueldos suben demasiado rápido. Cuando no hay suficientes trabajadores los salarios van hacia arriba. Esos trabajadores tienen más dinero para gastar, por lo que los precios de los bienes y servicios suben. A partir de ahí puede describirse un círculo vicioso. Como los bienes y servicios que consumen son más caros, los trabajadores exigen aumentos salariales, y así sucesivamente.

Los que se quedan piden aumentos para desoír ofertas. Las bajas se reponen con candidatos menos cualificados que se ajustan peor al puesto de trabajo

No sabemos hasta qué punto los salarios están subiendo en Estados Unidos, pero sí se sabe que hay un número muy alto de ofertas de empleo. Para retener a los empleados las empresas aumentan los sueldos y ofrecen bonificaciones especiales. Algunas grandes corporaciones como Amazon o McDonald's, que emplean a miles de personas, ya han subido los salarios de la plantilla porque se les estaba yendo la gente atraída por ofertas más sustanciosas de otras empresas. Los que se quedan piden aumentos para desoír ofertas. Las bajas se reponen con candidatos menos cualificados que se ajustan peor al puesto de trabajo. Cualquiera que ha trabajado en una empresa dentro de un sector muy activo conoce bien ese fenómeno. Habría que preguntarse si eso se mantendrá en el tiempo. Evidentemente no, pero no tenemos ni idea cuánto durará. Este otoño ya se podrá mirar hacia atrás y observar lo que ha pasado, entretanto todo son teorías.

Respecto a la demanda, muchos consumidores salen de la pandemia con la cuenta corriente a rebosar y, según se han reabierto las tiendas, los bares y las actividades de ocio se han puesto a gastar como posesos. ¿Qué pasará a partir de ahora? Tampoco lo sabemos. No hay precedentes de una recesión en la que los ingresos de los hogares hayan mejorado como ha sucedido en esta ocasión, por lo que toca ser escéptico al predecir lo que sucederá a partir de ahora. Una posibilidad es que los hogares gasten parte de sus ahorros, pero sigan ahorrando más que antes por si la cosa empeora. Además, los precios más altos hacen que mucha gente se lo piense dos veces antes de gastar el dinero. En ese caso, el aumento actual de la demanda se desvanecería y desaparecería. Pero no deja de ser una hipótesis.

Recalentamiento económico

Otra posibilidad es que los consumidores se convenzan de que esto es una reedición de los locos años 20 del siglo pasado y quieran divertirse gastándose todo lo que tienen ahorrado. Sumémosle a eso los aumentos salariales y habrá aún más para gastar. Si esto sucede, la demanda podría mantenerse alta durante mucho tiempo, manteniendo la presión sobre la oferta y los salarios. Se crearán las condiciones para un recalentamiento económico con inflación, a menos que la productividad mejore o la fuerza laboral se expanda. De nuevo estamos ante una simple hipótesis.

Lo que no es una hipótesis es la inflación del 5% en Estados Unidos el mes pasado, la mayor desde agosto de 2008, cuando el precio del barril de petróleo estaba en torno a los 140 dólares. Estos datos hay que tomarlos con cautela porque la comparación se realiza sobre las cifras de hace un año, cuando la población se encontraba confinada y la economía semiparalizada. Si lo comparamos con los índices de hace dos años, de mayo de 2019, la subida es más moderada, los precios generales se han incrementado un 2,5% en mayo. Eso sería medio punto sobre la inflación promedio de los años anteriores a la pandemia, que rondó un 2%.

Los Estados han destinado billones de dólares en ayudas directas y se ha disparado el gasto público en otras áreas como la sanidad o las infraestructuras

Ese medio punto podría convertirse en un punto entero a final de año. La demanda se ha disparado mientras persisten las limitaciones de la oferta, especialmente en la mano de obra y el transporte. Y es en este punto en el que tendríamos que concentrar nuestra mirada en el factor político. Los gobiernos tienen buena parte de culpa en el repunte de los precios. Los Estados han destinado billones de dólares en ayudas directas y se ha disparado el gasto público en otras áreas como la sanidad o las infraestructuras. Los tipos de interés de la Reserva Federal y el BCE están a cero, es decir, negativos porque la inflación es alta. La economía entretanto podría estar creciendo a una tasa interanual cercana al 10% en algunos países como Estados Unidos.

En resumen, lo que los políticos dieron en subsidios, la inflación se lo está quitando. El gobernador de la Reserva Federal, Jerome Powell, quiere incluso más inflación ya que su nueva doctrina se fundamenta en que los precios se incrementen más del 2% durante un período sostenido de tiempo. Los próximos meses pondrán a prueba tanto a la banca central como a los mercados. La oferta monetaria ha aumentado un 31% desde finales de 2019 y el gasto federal en Estados Unidos es un 50% más alto. Ahora los demócratas quieren aprobar otro proyecto de ley que contempla un gasto de cuatro billones de dólares, incluida una expansión masiva de los programas sociales.

La Reserva Federal ha monetizado más de la mitad de la emisión de bonos del Tesoro durante la pandemia, eso distorsiona sus precios y la asignación de capital. Entraña un gran riesgo que Powell se sienta políticamente obligado a seguir monetizando deuda y no frene hasta que sea demasiado tarde. Lo que a estas alturas parece innegable es que en Washington y en Fráncfort están llevando a cabo uno de los experimentos fiscales y monetarios más radicales de la historia, al menos en tiempos de paz. Incluso si la inflación actual resulta ser transitoria, dejará un reguero de víctimas a su espalda cuando las aguas vuelvan a su cauce.

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