Opinión

Impresiones de un enfermero

Imagen de archivo de una enfermera.

-Hola Alberto, cuánto tiempo sin verte.

-Demasiado. ¿Qué tal vas? Supongo que han sido meses muy duros en el hospital.

-Ya te dije por teléfono que para mí fue como la peli Pearl Harbor. Nunca imaginé que viviría algo así.

-Ahora parece que ha pasado una década de aquello, ¿no?

-La gente vive muy confiada. Es normal, pero porque no han visto lo que hemos visto mis compañeros y yo.

-Ya sabes, dicen que el miedo es libre.

-Sí. Y la estupidez también.

Mi amigo enfermero iba muy rápido en sus movimientos y sus argumentaciones. Lo noté demasiado tenso, pero es comprensible. 

-Mucha inconsciencia. Pero bueno, la sensación general es que las cosas están mejorando muy rápido.

-De eso vosotros, los periodistas, quizás tengáis mucha culpa. Y los políticos. Porque se extiende de repente la tesis de que todo está bien. Entiendo la alegría, pero me sorprende la velocidad. En cuatro días ya parece que todo está bien, nadie se acuerda de lo que ha ocurrido. Decías una década, pero parece que han pasado dos. Somos una sociedad ciclotímica, vamos del todo a la nada en un santiamén.

-Son tiempos frenéticos. Eso es verdad. No te da ni para asimilar una etapa cuando ya estás en la siguiente.

-Fíjate que solo hace unas semanas parecía que nadie iba a ir de vacaciones este verano. Tú lo escribiste: vacaciones en el pueblo. Pero ahora, de pronto, se están agotando las reservas de hoteles y todo dios, al menos entre mis conocidos, ya tiene preparada la bolsa de playa en el maletero del coche. Esto es jauja en dos días. Es que no lo puedo entender. El otro día, en una quedada con amigos, hasta mis compañeras enfermeras se saludaron con abrazos. Estamos locos.

-Necesitamos el contacto. Son muchas semanas sin tocarnos.

Es uno de los culpables de que no se cuente bien la cifra de muertos, cosa que creo que no pasa en ningún otro país. ¿Y nos ponemos camisetas con su cara? No hay quien pueda entenderlo

-Pero ocurre con todo. Acabo de ver, tú estarás enterado, que el tal Fernando Simón se está convirtiendo en un icono pop. Merchandising con su imagen. Lo pintan como un héroe porque habla con franqueza y porque en eso se diferencia de los políticos. Admito que eso también me gusta pero oye, es el responsable principal de no haber detectado la pandemia. Dijo que en España no iba a pasar nada. Dijo que no llevaríamos mascarillas y mira ahora, las tenemos para rato. No creo que haya que llevarlo a juicio, como propagan algunos, pero tampoco debe ser aplaudido como si hubiera sido perfecto. Es uno de los culpables de que no se cuente bien la cifra de muertos, cosa que creo que no pasa en ningún otro país. ¿Y nos ponemos camisetas con su cara? No hay quien pueda entenderlo. 

-Necesitamos ídolos, querido amigo, y por eso fabricamos iconos con tanta facilidad. Pasó con Manuela Carmena. Solo porque su estilo era menos histérico que el del resto, porque no gritaba, y sumado a aquello de que la veteranía es un grado, todos la convertimos en modelo a seguir. Nadie de los que la defendían a ultranza me podría decir ahora mismo tres medidas positivas que tomó como alcaldesa. Y ojo, tomó unas cuantas buenas, eh, pero a lo que voy es a que ahora solo importa la pinta, la forma y no el fondo, el parecer más que el ser. Es delirante, pero es así.

-Será verdad lo que dices, pero te garantizo que en mi hospital el tal Simón no es precisamente idolatrado. Eso sí, si lo comparas con los políticos, es una maravilla.

-A vosotros, los sanitarios, también os hemos idolatrado. Sois los héroes de todo esto.

Esa afirmación era una manera de ablandar a este enfermero cuyas impresiones empezaban a preocuparme más de lo debido. 

-No me jodas, Alberto, yo no quiero ser visto como un héroe, lo que quiero es trabajar con material, tener más Epis, más camas, más compañeros, más protocolos para actuar.

-Entonces, ¿nos arrepentimos de haberos aplaudido durante cincuenta días?

Esos aplausos eran preciosos, muy emotivos, nunca los voy a olvidar y los agradezco mucho. Mis compañeros igual, sin excepción. Pero de aplausos no se vive

-No. Esos aplausos eran preciosos, muy emotivos, nunca los voy a olvidar y los agradezco mucho. Mis compañeros igual, sin excepción. Pero de aplausos no se vive.

-Ya veo por dónde vas. Crees que los políticos ahora se van a olvidar de vosotros.

-Es posible. Los políticos tienen un sexto sentido para arrimarse al sol que más calienta, pero luego son muy olvidadizos. Y además parece que vienen recortes otra vez desde Bruselas.

-Eso parece, sí. La crisis va a ser devastadora, según dicen los expertos, pero claro, vete a saber.

-Pero eso sí, aquí no se habla del paro o de posibles recortes o de cómo mejorar la sanidad. Aquí se habla, sobre todo, del 8-M.

-El juego de culpas de la política. Nada nuevo bajo el sol.

-Y todo con el cainismo del que siempre escribes. No caben puntos intermedios. O blanco o negro. Yo, en cambio, creo, por seguir con el ejemplo, que permitir el 8-M fue un error, sí, pero tan grande como permitir la jornada de fútbol, el mitin de Vox o numerosos espectáculos. Solo se habla de eso porque cuatro locos quieren hablar de eso. 

-La política marca la agenda. Nos llevan por donde quieren. Somos un rebaño. Y sí, antes de que lo digas, los periodistas también tenemos culpa.

-No te fustigues. También es verdad que sin periodistas no estaríamos informados. En fin, ya hemos arreglado el mundo.

-Para eso estamos.

-Me voy al hospital.

-Y yo a escribir, porque me has dado una idea.

-Cada loco con su tema. Cuídate. 

-Lo mismo digo.

Se fue hacia el sitio donde, por mucho que se empeñe en negarlo, habitan nuestros héroes cotidianos como él.