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Opinión

La ilusión de un Brexit ‘liberal’

Manifestación contra el brexit en Londres

Soy bastante ingenuo. Por esta razón, hace dos años, cuando el Brexit dejó de ser una amenazante posibilidad y se convirtió en una peligrosa realidad me sorprendió enormemente que ciertos “liberales” vieran con buenos ojos y justificaran tal locura. No era capaz de entender cómo defensores del libre comercio y de la libertad del mercado podían apoyar todo lo contrario: ruptura del mercado, imposición de fronteras y barreras comerciales. Hoy, muchos de  esos “liberales” vuelven a apoyar la misma filosofía rupturista con justificaciones inverosímiles, gregarias  y retorcidas de los pasos hacia el proteccionismo y el abandono del multilateralismo  del presidente Trump, hacedor de la amenaza más peligrosa que el propio Occidente se auto-impone desde 1945.

Lo que les mueve en gran parte a esta visión empática de ciertos “liberales” hacia las propuestas de los Farage o Trump es la alergia que a estos les produce la, según ellos, profunda regulación que la Unión Europea establece sobre los mercados. El argumento es que, como no hay nada como la libertad del mercado y como este está profundamente controlado por Bruselas, se ve con buenos ojos cualquier acción que debilite las ansias intervencionistas de los funcionarios europeos. Nada más absurdo e irresponsable por irracional y equivocado. Continúan los profetas de la ruptura que, una vez desligados de la UE, la libertad recobrada, si podemos asumir que se obtiene dicha libertad, permitiría hacer lo que se deseara como, por ejemplo, desregular y dar campo de actuación a las empresas. Todo maravilloso.

Es absurdo creer que la mejor manera de alcanzar un mercado libre y sin fisuras es dejándolo funcionar solo. Piensen por ejemplo en Google

En su favor podemos decir que existe una sensación en Europa de cierta sobrerregulación que podría someter a la actividad productiva a unos costes que limiten su eficiencia y capacidad para crear valor. En eso podemos llegar a un entendimiento. Pero el Brexit u otras propuestas en el mismo sentido no resisten un análisis coste-beneficio y esto es por varias razones.

En primer lugar, debemos entender que no todas las regulaciones son UE. Muchas de ellas son particulares de cada país, por lo que no existe razón alguna para pensar que fuera de la Unión se alcanzaría un estadio de misticismo desregulatorio que el malvado Leviatán de Bruselas impide. De hecho, y por ejemplo para el caso español, no son pocos los trabajos que responsabilizan a la regulación regional o local de gran parte del peso que asumen las empresas. Es cierto que no todas son inútiles e incluso la mayoría serán necesarias; aunque no lo es menos que una racionalización de las mismas no sería negativa. Pero de ahí a creer que los mercados serían más libres si el país abandonara la UE es simplemente vivir en una ilusión.

En segundo lugar, y a esto muchos “liberales” no son capaces de llegar, gran parte de esta regulación busca precisamente lo que tanto anhelan, idolatran y ansían: la competencia y libertad de mercado. Uno puede tener ideales, pero lo que no puede tener es la idea absurda de creer que la mejor manera de alcanzar un mercado sin fisuras y libre es dejándolo funcionar solo. Piensen por ejemplo en Google. Los mercados poseen elementos propios que reducen su competencia, pues generan barreras de entrada y limitan el acceso de competidores por razones varias. Para que exista competencia debe existir regulación. Si hablamos de diferentes mercados a integrar, aún más. Puede resultar paradójico para alguno, pero tiene todo el sentido del mundo. Creer que mercados tan diversos puedan integrarse en competencia sin legislación ni regulación es, de nuevo, una ilusión.

Se crea regulación para unificar regulación. Es necesario. Si no lo haces, una empresa española podría competir deslealmente con una italiana; o a la inversa

En tercer lugar, cuando unes mercados debes imponer reglas comunes, y para ello necesitas regulación. Debes unificar criterios, normas, límites, ayudas, etc. Debes crear organismos de arbitraje o judiciales imparciales. Creas regulación para unificar regulación. Es necesario. Si no lo haces, una empresa española podría competir deslealmente con una italiana o a la inversa. Necesitas, pues, intervenir para asegurar la libre competencia. O haces eso, o simplemente suprimimos los países y unificamos todo. Aunque me resulte sugerente esta última idea, estamos lejos de ella y la opción es, sin embargo, la descrita en este párrafo. Dos mercados integrados alojados en estados diferentes con instituciones diferentes y legislaciones diferentes necesita de la constante regulación superior. Creer que esto no es necesario es, simplemente, una nueva ilusión.

Estas razones son convincentes. Sin embargo existen quienes no quieren entenderlo. Y además ven con buenos ojos la demolición de este edificio solo porque se asimila a un gran mastodonte burocrático. Pero a veces, es necesario mantener el edificio aunque debamos eliminar la mampostería barroca que lo cubre. Si no nos gusta la fachada del edificio, la cambiamos, pero no derribamos la estructura al completo. Si hacemos eso, una noche nos daremos cuenta que dormir al raso es un elevado precio a pagar solo porque no nos gustaba lo adornos de nuestra fachada. Por ello debemos resistirnos a la ilusión del Brexit. Es un espejismo que sólo lleva a un mundo peor. A un desastre.

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