Quantcast

Opinión

'Hot president'

La auto-creación digital de Sánchez busca también proyectar una imagen de poderío sobrenatural

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. EFE

Carisma es una palabra que literalmente significa “un don de la gracia divina”. Las personas carismáticas tienen algo que parece milagroso y sobrenatural. Toda la simbología del líder carismático ha ido evolucionando aunque se sigue asociando con el glamour, el lujo, el atractivo físico y la potencia. Nos dicen los subalternos resplandecientes de la Sexta y de la Ser que el presidente ha causado furor en Nueva York, le han llegado a tildar del "primer ministro más guapo del mundo”. "Él es muy sexy y también inteligente", "qué presidente tan sexy", "Pedro es fabuloso”. “Se parece a Superman”.

La auto-creación digital de Sánchez busca proyectar una imagen de poderío sobrenatural. “I want money and all your power, all your glory. Alleluia, I wanna take you for all that you got”, Lana de Rey podría ponerle letra a nuestro himno nacional. Es el amor abnegado, la adoración al poder que se extasía ante el más insignificante rasgo de bondad de Napoleón. Los yoes que se crean continuamente en torno al presidente son un ejercicio de poder, de autodivinización, que encuentra eco entre aquellos subalternos con mirada de gente feliz y razonable, siempre reverenciosos, trastornados con la mente deliciosamente embotada. Más rédito se saca cuando la ciudadanía se siente partícipe de esta respetuosa emoción que discurre en torno al poder. El problema es que el presidente no ha logrado el compromiso de ningún fondo de inversión. Como contaba este periódico, el día de la reunión de Sánchez con los fondos, The Wall Street Journal publicó un reportaje sobre el salmorejo.

El presidente encuentra el aplauso de los apasionados pletóricos de fe en el socialismo, acompañado de ejecutivos con imagen de vencedores insensibles en búsqueda del maná de los ascensos y los halagos

El “culte de soi-meme” es una constante del líderazgo político de Sánchez. Esto también se logra al transformar a sus votantes en un colectivo apasionado. La izquierda va camino de adquirir un carácter casi místico, gracias a una nueva ley logrará imponer la única versión aceptable de la memoria democrática, una que decida, imponga y transmita el Estado. Auto-crearse, reinventar el pasado, es una forma de auto-divinización. El presidente encuentra el aplauso de los apasionados pletóricos de fe en el socialismo, acompañado de ejecutivos con imagen de vencedores insensibles en búsqueda del maná de los ascensos y los halagos.

Si nos fijamos en las pautas intelectuales, psicológicas, de los ciudadanos y sus sistemas culturales y políticos, vemos que el culto a la personalidad es lo meainstream, lo cual tiene implicaciones en el tipo de líderes que elegimos, y en el tipo de relación que se establece entre el líder político y la ciudadanía. Hay líderes como Sánchez que saben, mediante el carisma, amplificar e intensificar este sentido de la importancia: "Me defino a mí mismo como un político que cumple. Me gustan los hechos. Me gusta hacer. La oposición sólo grita”, dice con su sonrisa bondadosa. Los babuinillos aplauden, los secretarios de gabinete gritan con estímulo desde las gradas: ¡Vamos, duérmelos ya! ¡Eso sí que es deporte!

El culto a la personalidad

El magnetismo personal propio de los líderes carismáticos, el tipo de relación y la intensidad de este vínculo que se genera en las redes sociales recuerda a la cultura de las celebridades y el reality show. Pero los liderazgos narcisistas son, también, potencialmente autoritarios. El atractivo puede ser un don concedido a los gobernantes más válidos pero también a los defectuosos. Lo que caracteriza al líder carismático es la imagen que proyectan a una sociedad y su capacidad de crear fieles devotos hacia esa imagen. El culto a la personalidad siempre encuentra un eco, un aplauso, pero este aplauso permanente puede permitir la erosión de las reglas y tradiciones políticas existentes.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.