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Opinión

Estamos hasta los huevos

Estamos hasta los huevos

Dice su majestad que está hasta los huevos de Abu Dabi y le comprendo perfectamente. No es plato de gusto. Pero los que estamos aquí, Señor, estamos también hasta los huevos, las gónadas, que día un petimetre pavisoso y empático con la sororidad, y de no poder vomitar tanta mierda como nos meten a diario por los ojos y los oídos. La gente estamos hasta los huevos, hasta los mismísimos huevos de ver a tanto sinvergüenza mintiéndonos como bellacos, lucrándose como estraperlistas con la solitaria y haciéndose los ofendiditos.

Estamos hasta los huevos de que tengan que ser los jueces quienes les den un tirón de orejas a los políticos porque se pasan diez pueblos, como ha sucedido con las medidas de Illa respecto a Madrid. Estamos hasta los huevos de la Montero, sí, he dicho huevos, o sea, cojones, y de ese discursito sectario, ramplón y cursi de feminista con piscina y servicio que si no hablase de las macanas que habla, ¿de qué coño, aquí sí, hablaría? Estamos hasta los huevos de las bravatas del maromo de la citada, de su ideología de muerte y ruina, de acusar a todo el mundo de facha y de machista. Estamos hasta los huevos de la miseria intelectual de su partido, de tantos cochambrosos que se han cobijado bajo esa capa de garduña para poder llevar a mejor puerto sus tropelías, de los que se morrean con los okupas y dan de hostias a los propietarios, de quienes pierden el culo por los inmigrantes ilegales que son delincuentes reincidentes y nos prohíben decir que quien nos ha robado es marroquí, rumano o sudamericano porque es victimizar al colectivo. Estamos hasta los huevos de tanto republicanito que sería incapaz de asumir el menor riesgo personal para traer esa república que en nuestro país ha demostrado históricamente ser un desastre. Estamos hasta los huevos de los que, por el contrario, matarían a quienes nos opondríamos a la misma.

Estamos hasta los huevos de pandemia, crisis, ineptos, maleantes con cargo oficial y de que Don Felipe no pueda venir a mi tierra sin el plácet del separatismo nacional socialista

Claro que estamos hasta los huevos, Don Juan Carlos, a quien se acusa de haber percibido una gratificación por lo del AVE a La Meca, presuntamente, y lo hace una amiga entrañable para salvar su culo a la par que un excomisario del que lo mínimo que puede decirse es que el día que ingresó en la Policía podría haber pillado la gripe y quedarse en su casa. Estamos hasta los huevos de los presuntos cobros de narco dictaduras por parte de la izquierda, de ciertas implicaciones con expresidentes del Gobierno de España o de exjueces, de intentos de la fiscalía de Bolivia para que altos cargos de España declaren. Estamos hasta los huevos de tanto analfabeto que pondera como si fuera el sabio Salomón en tertulias, llevándoselo crudo a cambio de chupar el ojal al poder. Estamos hasta los huevos de pandemia, crisis, ineptos, maleantes con cargo oficial, de que Don Felipe no pueda venir a mi tierra sin el plácet del separatismo nacional socialista, de que Sánchez lo tenga guardado en un cajón, de que Torra se vaya a su casa con más de ciento cincuenta mil euros anuales mientras que a los autónomos no se les perdona ni una sola cuota. Estamos hasta los huevos de que se nos haga pagar la fiesta siempre a los mismos, la gente humilde, la que tiene que romperse la cabeza para ver, no como se gana la vida, sino como paga los impuestos. Estamos hasta los huevos de trabajar para esta casta parasitaria incrustada como una garrapata en la nación.

Y estamos hasta los huevos de que la oposición se esté tocando los ídem discutiendo acerca de si los que mandan son galgos o podencos cuando está clarísimo que son una versión moderna de los golfos apandadores del pato Donald. Así que, ya verá, Señor, si entendemos su estado de ánimo. Sería hora de que se empezaran a decir en voz alta, con luz y taquígrafos, las cosas que se susurran en los mentideros políticos. Que se sepa quien es esta harka. Que se les desenmascare. Que se haga justicia. Que paguen por haberse cargado cuarenta años de libertad, convivencia, democracia y prosperidad económica.

Porque, Majestad, aquí cada día estamos todos más hasta los huevos. Y, por cierto, viva el Rey.

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