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Opinión

Hagamos como que...

Terrazas cerradas durante el confinamiento.

Desde hace siete semanas, Carlos Alsina emite todas las mañanas en Onda Cero una canción de la italiana Ombretta Colli que lleva por título Facciano finta che. Se trata de una melodía sencilla y pegajosa compuesta en 1975 y cuya letra invita a quien la escucha a fingir que todo irá bien: que el cielo será siempre azul y los ancianos permanecerán siempre jóvenes.

Por simple que parezca, la canción plantea una verdad: llevarse bien con la realidad pasa por la voluntad de fabular. Contarnos historias como lo hicieron los diez personajes de Bocaccio en Decamerón, la Sherezade de Las mil y una noches o los hombres y mujeres de Chaucer en Los cuentos de Canterbury. En tanto podamos imaginar algo, habitaremos un lugar propio.

En tiempos de confinamiento, el tema de Ombretta Colli tuvo un efecto en la audiencia de Alsina. Los oyentes desarrollaron una relación no sólo afectiva, sino de continuidad, hasta convertirla en unidad de medida para separar semanas en las que los días eran idénticos entre sí. La canción marcó un tempo vital, un acompañamiento entre personas que, sin poder verse, sentían lo mismo cada mañana al escucharla.

Sabemos poco del mundo al que nos dirigimos, pero hay que salir a su encuentro. Antes de abrir la puerta, hagamos como que ... 

Si el Facciamo no suena, el día no comienza. Así lo hicieron saber los radioescuchas al presentador, que comenzó a acompañar sus monólogos de las ocho con las versiones que ellos hacían del tema y enviaban por notas de voz. Los sábados y domingos se distinguieron del resto de la semana por la ausencia de ese sonido, entre circense y de quermés, y que tenía algo de festivo y extraño, incluso redentor. 

He de confesar que yo no era de las más entusiastas. Admito que llegó a parecerme molesta. Pero con el paso del tiempo, mi relación con la canción comenzó a cambiar. Del enfado pasé a la melancolía. No sabía por qué, pero al escucharla lloraba. Al llegar al día 14 de la cuarentena ya me la sabía y hasta la tarareaba mentalmente cuando algo me tocaba profundamente las narices, por aquello de darme ánimos.

Después de 51 días, nos acostumbramos al recogimiento de la misma forma en la que ahora debemos salir de él. Esta mañana, la calle emitía un sonido de criatura que se despierta. El rumor tráfico y el sonido lejano de las cortadoras de césped retumbaban como los crujidos de un gran barco que vuelve a zarpar. Sabemos poco del mundo al que nos dirigimos, pero hay que salir a su encuentro. Antes de abrir la puerta, hagamos como que ... 

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