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Opinión

Guerra comercial o cómo robarnos la cartera a los consumidores

Donald Trump y Xi Jinping.

Al contrario que hacen los gobiernos, voy a presuponer que usted no es tonto y está al tanto de la supuesta contienda comercial USA vs UE. Nos hablan de guerra a usted y a mí, que somos gente pacífica y no queremos conflicto alguno, que ya bastante tenemos en casa con la familia. La causa: que los políticos, haciendo gala de su natural talento para el expolio al ciudadano, nos van a freír a impuestos encubiertos.  

Empezando por el final, el resultado es que los consumidores mundiales pagaremos más, mientras nos distraen con trucos de trileros llamados guerra. Peligroso término históricamente esgrimido por gobiernos de baja estofa (todos) para crujirnos aún más y cercenar nuestras libertades y derechos.

Los aranceles los pagamos nosotros, siempre, de dos maneras. A través de impuestos sobre lo que compramos o con subvenciones a la producción, mucho más arteras y sibilinas. Pasan desapercibidas como un virus zombi que sostiene lozanas empresas que deberían ajustarse el cinturón o implosionar por el bien común, es decir, el de los consumidores. Destrucción creativa y libre competencia. Compraremos más barato. Nuestra ganancia va en que el libre mercado destroce al empresario incompetente y este encare su fracaso por sus medios, no con los de todos los que fuimos forzados a prestarle de las arcas públicas.

De cara al comercio exterior, toda subvención es un arancel encubierto. Si una empresa yanqui compite con una europea cuyos precios son artificialmente  bajos por recibir dinero a discreción política, el que paga el pato es usted, que no puede comprar más barato.

Es más, si queremos que Zara o Mercadona operen o puedan hacerlo en el exterior, pero Trump dopa a sus rivales a base de subvenciones y aranceles, lo pagamos los consumidores españoles porque nuestras marcas eficientes y autosostenibles pierden competitividad y mercado. Es tan injusto eso como que un inmigrante colombiano pague más caro su billete para volver y ver a su familia por el sobrecoste de aviones, decisión avalada con la firma de un político.

Salta en mi cabeza la maravillosa cita de Hayek: “La burocracia es un ente que se da a luz a sí mismo y luego pide la baja por maternidad”

Como explica Henry Hatlizz en La Economía en una lección “Al practicar balance de los efectos producidos por una minoración del arancel comprobaríamos, sin duda, que el país, en conjunto, saldría beneficiado. Pero alguien quedaría perjudicado, aquellos grupos que habían gozado de una situación privilegiada. Esta es una de las razones por las que debe empezarse por no crear tales intereses protegidos”.

Las causas son las mismas que escuchará a su cuñado, que por una vez acertará (y que Dios le pille confesado en Nochebuena): los políticos. Ninguno quiere el libre mercado. No se necesitan acuerdos para hacer comercio justo, solo quitar aranceles, subvenciones y regulaciones. Que sea el consumidor el que decida su cesta de la compra y servicios según los estándares que más le acomoden, no los que se le antoje a un triste burócrata iluminado en Bruselas o Washington. Salta en mi cabeza la maravillosa cita de Hayek: “La burocracia es un ente que se da a luz a sí mismo y luego pide la baja por maternidad”. 

Comercio justo y decisión del consumidor implican menos poder para el político, sellar puertas giratorias donde refugiarse (hacerse un Errejón de alto copete) y poco dinero en sus manos para hacer la trampa de siempre: cortarnos una pierna y ofrecernos otra ortopédica como si nos la regalase. Y ahora a besar niños que hay elecciones.

 

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