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Opinión

Un Guardia Civil vuelve a hacer temblar a la prensa 'antipática'

Captura de la señal institucional de Moncloa, del Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, general José Manuel Santiago, este domingo durante la rueda de prensa ofrecida tras la reunión del gabinete técnico de seguimiento de la crisis del coronavirus.

Hay patinazos verbales que pueden atribuirse a una mala tarde o a la colisión de un par de neuronas que circulan en dirección contraria, sin las luces de cruce y a gran velocidad. Tuvo este país un presidente del Gobierno que afirmó, en una campaña electoral, que “es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde”. En otra tarde de gloria, afirmó: “¿Ustedes piensan antes de hablar o hablan antes de pensar?”. Ambas frases constituyen una catástrofe lingüística, pero querían transmitir, por un lado, la necesidad de respetar las normas democráticas y, por otro, la de reflexionar bien sobre aquello que se va a soltar por la boca.

Se ha producido este domingo otro episodio similar que tiene cierta enjundia, tanto por el momento en el que ha tenido lugar como por quien lo ha pronunciado. En concreto, ha sido el jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, el general José Manuel Santiago. Uniformado, como quien tenía al lado, pues es habitual desde que comenzó el estado de alarma que dos portavoces policiales trasladen a diario a los ciudadanos una detallada información sobre los desobedientes que han sido multados o detenidos. También se ha convertido en norma que los noticiarios de televisión muestren cada día unas cuantas noticias sobre retenciones en carreteras y acciones de mamarrachos que se saltan el confinamiento de las formas más estúpidas que se pueden imaginar.

Ya se sabe que el temor a la ira de Dios es más efectivo que las invitaciones a practicar la virtud para aspirar al Reino de los Cielos. Por eso se han empeñado 'las policías' durante las últimas semanas en que los ciudadanos observen lo que les puede pasar si deciden salir de casa para tomar el sol en un banco o para pasear 15 veces al perro. Esta estrategia del miedo tendrá consecuencias cuando se levanten las restricciones de movimiento a la población, que, de por sí, está atemorizada por la posibilidad de enfermar, morir o perder su trabajo. Pero bueno, a estas alturas, pedir responsabilidad a los gobernantes implicaría una perdida de energía en vano.

Un simple lapsus

El caso es que el tal José Manuel Santiago ha afirmado lo siguiente en una rueda de prensa: “Estamos trabajando en dos direcciones. Una, a través de la Jefatura de Información con motivo de evitar estrés social que producen bulos. Y, otra, para minimizar ese clima de crisis contrario a la gestión del Gobierno”.

Fernando Grande-Marlaska ha asegurado posteriormente que el uniformado ha cometido un “lapsus” y que lo que realmente quería decir es que las fuerzas policiales trabajan estos días para intentar delimitar el margen de maniobra de quienes ofrecen información tóxica y desasosegante a los ciudadanos. Margarita Robles, por su parte, ha desmentido que la Guardia Civil trabaje para contrarrestar las criticas al Ejecutivo.

La Benemérita ha aclarado posteriormente que su labor, en este sentido, “está destinada exclusivamente a detectar aquellos bulos y desinformaciones que generan un gran nivel de estrés y alarma social, especialmente en temas de salud". Y ha añadido: "Se hace siempre con escrupuloso respeto al derecho a la libertad de expresión y a la crítica”.

El problema es que estas palabras no constituyen un hecho excepcional, lo que explica que el 'traspiés verbal' del representante del cuerpo armado se haya magnificado.

Censura de Unidas Podemos

No hay que echar la vista muy atrás para encontrar unas palabras de Pablo Iglesias en las que apelaba a excluir de la sociedad el discurso y los medios de 'ultraderecha'. Recordemos que no lo hizo como líder de una opción política, sino como vicepresidente del Ejecutivo. El matiz es importante, pues los exabruptos no tienen la misma importancia cuando los pronuncia un diputado lenguaraz, con actitud de mamarracho, que cuando lo hace un alto cargo de Moncloa.

Unas horas antes de estas palabras, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) difundió una encuesta con una pregunta que sugería a los encuestados la posibilidad de limitar la libertad de prensa en momentos de crisis. Lejos de rectificar tal atentado contra un derecho fundamental, el director del organismo, el ínclito José Félix Tezanos, defendió la necesidad de plantear esa cuestión. Esa misma tarde, el PSOE acudió a la Fiscalía para denunciar los bulos que difunde Vox, que, en algunos casos, considera que difamatorios.

El lapsus cometido este domingo por la Guardia Civil es una consecuencia lógica de la campaña malintencionada y paranoica que ha emprendido el Gobierno contra los bulos en internet.

El lapsus cometido este domingo por la Guardia Civil es una consecuencia lógica de la campaña malintencionada y paranoica que ha emprendido el Gobierno contra los bulos en internet, que no es sino una forma para acollonar a los críticos y justificar las futuras ayudas económicas a los grupos mediáticos afines. Que se están cocinando.

Todos los gobiernos se llenan la boca en su defensa de la libertad de expresión, pero, a la hora de la verdad, maniobran para beneficiar a sus aliados y penalizar a sus 'enemigos'. Lo hacen mediante la entrega arbitraria de publicidad institucional -curioso que no haya decenas de denuncias por prevaricación por este comportamiento- y a través de otros movimientos más enrevesados, que tratan de condicionar a las empresas que, mediante publicidad, financian a los medios de comunicación.

Un Gobierno irresponsable

Debería el Ejecutivo eliminar el discurso sobre los bulos de su agenda si no quiere sufrir más contratiempos como el de este domingo. Básicamente, porque las citadas fake news que corren por Facebook y WhatsApp son tan burdas e inverosímiles que sólo los más cortos de entendederas las otorgan credibilidad. Y el principal problema de esa parte de la población no es, precisamente, la desinformación, sino su memez congénita. Por eso, hay que desconfiar de ese discurso gubernamental, pues lo que pretende no es acabar con estas patrañas, sino atentar contra la reputación de la prensa crítica, a la que encuadra en el cada vez más amplio e interesado abanico de la 'ultraderecha'.

La rectificación implicaría cierta decencia. Ministros como Robles la demuestran, pero los fontaneros de Moncloa, como buenos animales carroñeros, parece que no hacen ascos a nada con tal de ganar la 'batalla del discurso'. Y eso es irresponsable y peligroso. Como ellos.

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