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Opinión

Grito de auxilio de la RAE

Colegio educación concertada
Alumnos de Primaria de un colegio en Valencia utilizan sus ordenadores EP

La lengua es el oxígeno de lo humano: red que lanzamos para pescar significación, voz que nos expresa. No es otro conocimiento más: es la base del conocimiento. No es otro factor de la cultura: es su mapa más cabal. Mientras más rudimentario es su uso, más riesgo corremos de encontrarnos con las manos vacías. Mientras más pleno, más posibilidades hay de rica cosecha.

En las sociedades modernas y urbanas —complejas y de masas— la transmisión plena de la lengua no se da de la familia a su descendencia, sino en la escuela. La familia nos da los códigos de lo inmediato y afectivo, nos da las claves del barrio, de las tradiciones, de los parientes y amigos. La escuela nos da formas discursivas que nos permiten ser aceptados por personas que no conocemos, captar la complejidad, lo especializado y agregar valor.

Cuando la escuela falla, los individuos pierden discernimiento y sus capacidades se tornan básicas: languidece la libertad y aumenta la pobreza. El caso reciente más paradigmático en el orbe hispánico es el venezolano: el aparato educativo ha sido desmantelado y el ciudadano promedio no posee los conceptos necesarios para desmontar la mentira del poder ni las capacidades pertinentes para progresar en ningún plano. Las consecuencias están a la vista: sujeción política y miseria generalizada, habitantes ciegos y dependientes.

En vista de lo anterior, resulta imposible exagerar la importancia del documento “La enseñanza de la lengua y la literatura en España, con especial atención al uso, el conocimiento y el aprendizaje del español”, recién puesto por la RAE a la disposición de todos en la red. Su lectura es imperativa. Con sobriedad y claridad, el texto hace palpable un panorama que, de ampliarse y prolongarse, comprometerían tanto la libertad a todo nivel como la generación de riqueza en cualquier plano. Se indica diáfanamente que, con alarmante frecuencia, “los estudiantes comprenden las palabras que integran los discursos, pero no son capaces de armar globalmente el significado”, que “muestran una considerable pobreza léxica”, que los textos que producen “muestran considerables fallos de sintaxis y de morfología”. Se detecta “una notable penuria expresiva”, un dominio insuficiente “de los registros lingüísticos y de los niveles de lengua”, dificultades en “distinguir la lengua oral de la escrita”, en “ajustar el léxico y la sintaxis a las condiciones contextuales del discurso y al grado de formalidad de la situación comunicativa”.

Resultan “destacables las deficiencias observadas en el alumnado en lo relativo a la narración, la descripción y la argumentación, en particular en el razonamiento articulado, el encadenamiento de ideas o la exposición ordenada de los factores concurrentes en alguna exposición”, también en “la capacidad de contraponer unas ideas a otras y de criticar con solidez los argumentos ajenos”. Todos los déficits se dan tanto en la escritura como en la oralidad y encajan —¿causa o efecto?— en un vacío generalizado, ya que los “estudiantes carecen hoy de un acervo cultural propio, un conjunto de anclajes que les permitan vincular lo nuevo con lo conocido o un marco de referencias que les sirva de asidero a la vez expresivo y mental. Un gran número de alumnos apenas conoce hoy refranes, dichos, citas, máximas, adagios, sentencias, poemas o cualquier otra manifestación de ese amplísimo caudal que en otros tiempos se integraba de forma natural en la cultura general de los ciudadanos”. Se diría que la quiebra de la transmisión de la cultura como bloque proveedor de sentido, pertenencia y expresión despunta nítidamente en España.

Ese hombre masa, enfermo de precariedad lingüística y desmemoria, eligió con entusiasmo ciego en 1999 un destino liberticida y envilecedor del cual no logra zafarse

En la próspera y democrática Venezuela de 1981, Rafael Cadenas —premio Cervantes 2022— advertía: “el venezolano de hoy conoce muy poco su propia lengua. No tiene conciencia del instrumento que utiliza para expresarse. En su lenguaje, admitámoslo sin muchas vueltas, se advierte una pobreza alarmante”. Palpaba el poeta “un grave descenso lingüístico cuyas consecuencias, aunque no sean fácilmente visibles, se me antojan incalculables”. Y afinaba: “La situación de deterioro que he descrito de manera muy sucinta tiene graves consecuencias para el venezolano. El desconocimiento de su lengua lo limita como ser humano en todo sentido. Lo traba; le impide pensar, dado que sin lenguaje esta función se torna imposible; lo priva de la herencia cultural de la humanidad y especialmente la que pertenece a su ámbito lingüístico; lo convierte en presa de embaucadores, pues la ignorancia lo torna inerme ante ellos y no lo deja detectar la mentira en el lenguaje; lo transforma fácilmente en hombre masa, ya que una conciencia del lenguaje es una de las mejores defensas frente a las fuerzas que presionan contra la individualidad”. Ese hombre masa, enfermo de precariedad lingüística y desmemoria, eligió con entusiasmo ciego en 1999 un destino liberticida y envilecedor del cual no logra zafarse. Las consecuencias de un descenso lingüístico son, como apuntó Cadenas, incalculables.

España se halla presa de fuerzas secesionistas y de un invierno demográfico que amenazan su continuidad y son susceptibles de generar una crisis mayúscula

¡España no es Venezuela!, se me objetará. Responderé: no va siendo Venezuela, pero puede llegar a serlo. Amén del descenso lingüístico-cultural apuntado, España se halla presa de fuerzas secesionistas y de un invierno demográfico que amenazan su continuidad y son susceptibles de generar una crisis mayúscula. ¿Cómo reaccionaría una población en vías de ser postrada cognitivamente si esta crisis llegase a estallar? Veo a los flautistas de Hamelin frotándose las manos.

La señal de alarma que da el documento de la RAE suena a tiempo. Atenderla es urgente para que no se asiente la desconexión lingüístico-cultural. Se plantean allí soluciones totalmente practicables y de eficacia probada… pero requieren unos acuerdos de Estado de difícil logro en el clima político-cultural presente. De no llegarse pronto a ellos, las consecuencias son, digámoslo como Cadenas, incalculables.

Tictac. SOS. Gracias, RAE. Alerta, ciudadanos.

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  • Quod natura non dat, Salmantica non præstat.
    Estimado columnista, no solo estoy de acuerdo con esta sentencia, lema de la Universidad de Salamanca, sino que añado que, en lo que la naturaleza da, se incluye una familia en la que se instruye el individuo, claro está, si hay algo que de lo que instruir. Pero en el peor de los casos, salvando los casos tristes, en la familia se aprenden valores, formas y expresión de todo ello.
    En la escuela, y más con la que está cayendo, encontramos una maquinaria de deformación completa, incluyendo las horrendas formas de expresión que las modas nos traen.
    No hay que confundir la enseñanza de conocimientos con la enseñanza de una forma de expresión, que incluye bastante más que normas sintácticas.
    Me atrevería a decirle que, en aquellos casos en que no encontremos en la familia la capacidad o conocimientos suficientes para esa transmisión, no será en la escuela donde lo encontraremos, sino en alguna individualidad cercana que nos infiera respeto y confianza.
    Es una pena lo de la escuela, y a veces también lo de los padres.

  • U
    unidospode0S

    Es muy cínico por su parte adherirse a lo que llevan diciendo muchos desde hace más de 10 años. De ellos, varios periodistas y varios periódicos.
    Pero si encima se jalea por parte de la mayoría la "palabra del año", como si el Español se hubiera asociado con Google, la cosa ya va a más.
    Hay personas como Vicente Vallés que lo denuncia sistemáticamente en cuanto puede. Hay canales -muy pocos y minoritarios- que procuran que TODOS sus presentadores hablen con propiedad y eligen tertulianos que entonen con rigor y no utilicen palabras inglesas, o que, si lo hacen, ilustran sobre su [mala] presencia y lo explican bien.
    Pero que se limite uno a remitirse a una carta de la RAE, cuando bastaría con insistir en las insoportables dicciones de TVE y otros canales con mamandurria, Y HACER UN SEGUIMIENTO, TENDRÍA MUCHO MÁS VALOR.
    Menos lobos, cuando nada se dice de la insoportable sintáxis de todos y cada uno de los políticos, empezando por Antonio y continuando por Núñez.