Opinión

La gran manifestación (de filipinos)

Cuanto más hacen, más débiles parecen. Debieron dedicar el domingo a tomarse unas cañas

  • Sordo y Álvarez, líderes del fracaso -


Pascal tiene dicho que buena parte de los males de los hombres vienen porque no se quedan quietos. Porque no saben estarse quietos, vaya. Si estuvieran en sus casas tranquilos, con sus mujeres e hijos, las cosas nos irían mejor. Habría menos enfrentamientos y violencia. La infelicidad del hombre se basa sólo en una cosa: que es incapaz de quedarse quieto en su habitación, es el razonamiento exacto de Blaise Pascal. Habrá quien crea que es poco fundamento para pasar a la historia, pero conviene recordar que, en el siglo XVII Pascal fue un genio prodigioso en matemáticas, literatura y filosofía. Está claro que no hay que tomar la frase en su sentido más estricto. En realidad, Pascal estaba llamando a sus coetáneos a la necesidad de tener una vida interior, una vida contemplativa que dé sentido al hombre. En vez de esto, llenamos nuestro vacío existencial con violencia y enfrentamientos; con la búsqueda permanente de éxito y posesiones materiales. Poco hemos cambiado.

Por no quedarse quieto

Me contaron hace tiempo una historia que, decía quien me la narraba, era muy del gusto de Fraga antes de comenzar un almuerzo. Resultaba que, siendo ministro de Información y Turismo, había un funcionario que cobraba el sueldo sin aparecer por la oficina. Nadie lo conocía, razón por la que no lo echaban de menos. Y así pasaban los meses y los años. El señor en cuestión iba puntualmente a la ventanilla correspondiente, recibía su salario y se marchaba a su casa. Ya ven que, siguiendo a Pascal, salía lo imprescindible de su domicilio. Sucedió que un año éste ejemplar servidor público advirtió que llevaba algún tiempo cobrando lo mismo, que no se le habían aplicado las subidas correspondientes. Muy ufano, decidió salir de su casa y marchar directo al ministerio a ver qué había de lo suyo: "¿Cómo es que a mí no me suben la paga?", le grito al de la ventanilla.  Esta fue su desgracia, porque el encargado de las nóminas pidió informes a quien debería ser su jefe, y éste descubrió su fantasmal existencia. Conclusión, que se acabó la mamandurria que venía disfrutando sin dar un palo al agua, y todo por salir de su casa. Por no estarse quieto.

La moraleja bien podría ser esta: no toques aquello que te funciona. O esta otra: si no quieres que reparen en tu inutilidad no te manifiestes. Y eso fue lo que he pensado tras el último movimiento de la ejemplar pareja sindical que conforman los dos grandes trabajadores que son, han sido y serán Pepe Álvarez y Unai Sordo.

A los dos los tenemos muy presentes, dado que ambos son muy aficionados a fotografiarse junto a Yolanda Díaz para alardear del diálogo social. En la foto siempre falta un empresario, pero quién dijo que fueran necesarios para recortar la jornada laboral o subir el SMI. Los tres, con el apoyo de Sánchez se declaran suficientes para el empeño. Total, esto de la jornada laboral es un tema de Trabajo y no del ministerio de Economía. Debe ser que eso de trabajar un poco menos no afecta a la productividad, y en consecuencia a la economía de las empresas. Debe, Yolanda, debe.

 

Apenas unos cuantos manifestantes que no tenían otra cosa que echar la mañana detrás de una pancarta mientras hacían hueco en el estómago para el vermú y la gilda

CC.OO y UGT, siempre juntas en la creación de interese propios, decidieron manifestarse el domingo pasado. Lo hicieron para protestar contra la oposición, no contra el Gobierno que los mima y mantiene. Pepe y Unai cogieron la pancarta para denunciar el uso partidista que hace la oposición -¡no el Gobierno, oigan!- de las pensiones y el SMI. Y así, con el lema de 'Con los derechos de la gente no se juega' unas cuantas decenas de sindicalistas decidieron manifestarse el domingo por la mañana. Era de esperar que si convocaban una manifestación en contra de la derogación del llamado decreto omnibus el resultado fuera un pinchazo. Apenas unos cuantos manifestantes que no tenían otra cosa que echar la mañana detrás de una pancarta mientras hacían hueco en el estómago para el vermú y la gilda. Los dos sindicalistas hablaron con gran tranquilidad, emulando la manera en la que Pedro Sánchez se refiere a los defectos de los demás, que son puntualmente los suyos. Claro que los jefes sindicales tienen razón cuando califican de preocupante que los españoles -la ciudadanía, dicen ellos- ”perciba una gran separación entre sus intereses y los del ámbito político”. Sucede que ellos forman parte de ese ámbito de la izquierda, y como tal funcionan. En su momento bien lo expresó Pérez Rubalcaba: “El PP. se manifiesta con la Conferencia Episcopal y nosotros con los sindicatos, cada oveja con su pareja, decía Rubalcaba”. Eso mismo, sí señor.

 

El obrero ha cambiado. Los demás trabajadores, todos, también. La empresa ya no es aquella que se comía crudos a sus obreros, pero los sindicatos siguen en el mismo siglo en que nacieron

Manifestarse contra la oposición es lo último que nos quedaba por ver. Hay que tener poco sentido de la realidad, o mucha jeta que dicen por el Foro, para para asegurar que “lo que estamos viendo en España es la antipolítica, que es la que hace crecer a la extrema derecha”. Por de pronto, esa antipolítica, de la que forman parte los sindicatos, no les hace crecer a ellos. Es curioso. Hablan de las bondades del dialogo social, se fotografían con la ministra, y después Pepe Álvarez te suelta el rollo de la antipolítica. Hombre, Pepe, hombre, qué buena oportunidad para recordar a Pascal y haber dedicado el domingo a dar un paseo y tomar unas cañas. Cuanto más se hacen, ver más débiles parecen. Antipolítica debe ser también que organizaciones con tan poco tiro para una manifestación tengan el poder que tienen. El obrero ha cambiado. Los demás trabajadores, todos, también. La empresa ya no es aquella que se comía crudos a sus obreros, pero los sindicatos siguen en el mismo siglo en que nacieron.

Por curiosidad me he interesado por el dinero que UGT y CC.OO cobran en concepto de subvenciones. Según la web de Laboro, y con fecha de 16 de junio de 2024, en los últimos cuatro años el de Pepe Álvarez 202 millones de euros, y el de Sordo 179. He aquí un buen ejemplo de lo que en estos tiempos es la antipolítica.

Tuve un amigo sindicalista, y en algunos momentos muy crítico con su sindicato, CC.OO. Eran los tiempos de Marcelino Camacho. Tras una convocatoria fallida, al estilo de la del domingo en la plaza de Jacinto Benavente en Madrid, le pregunté en la radio por las razones del pinchazo de la manifestación. Después de dar explicaciones que ni a él le gustaban terminó diciendo: "Mira, en España no hay sindicatos, hay filipinos". ¿Filipinos?, le dije. ¿Qué quieres decir? La respuesta fue una descomunal carcajada que hizo imposible retomar la entrevista. Qué razón tenía mi amigo sindicalista. Y qué visionario. Y qué filipino, el tío.

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