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Opinión

El Gobierno dirigirá al PSOE y a Podemos

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, y el electo secretario general del PSOE, Pedro Sánchez.

“Paso firme, espalda recta y mirada al frente. Que no se note que no tenemos ni idea de a dónde vamos”. Así rezaba la pizarra de un bar de Vitoria hace días (con alguna palabra más que añadía rotundidad al aserto). Cuando no hay horizonte y todo consiste en ir avanzando táctica a táctica, siempre cambiante según el día o la actualidad, es lógico que a quienes no están en la pomada cotidiana les cueste no ya entender, sino incluso ayudar. Les faltan instrucciones y sin ellas ese paso firme que recomienda tan sarcástico eslogan se hace imposible.

Las decisiones, y también las circunstancias del Gobierno recién iniciado han ido tan rápidas y con tantos cambios sobrevenidos que los dirigentes de los propios partidos que lo sustentan no han podido saber lo que en cada momento habían de decir. Como convidados de piedra, los líderes internos han tenido que asistir callados a la designación de nueva fiscal general del Estado, al posible cambio en la tipificación del delito de sedición, a la propuesta de cambio de las funciones del Senado en cuanto al techo de gasto y a la decisión primero y rectificación después sobre la mesa de diálogo del Gobierno de España con el de Cataluña, pasando por el episodio casi de scape room de Delcy Rodríguez y el ministro Ábalos.

El Gobierno ha decidido hacerse con la dirección efectiva de los partidos que lo sustentan para que estos puedan cumplir el papel que les corresponde como claque bien entrenada

Así que había que poner orden y, como quiera que la nueva política que se impone en todos los sectores, a izquierda y derecha, es de altos liderazgos, brillantes consignas, declaraciones rotundas y nulos sistemas de equilibrio y control político interno, el Gobierno ha decidido hacerse con la dirección efectiva de los partidos que lo sustentan para que estos puedan cumplir el papel que les corresponde como claque bien entrenada e informada adecuadamente en tiempo y forma de cuándo y a qué debe aplaudir.

Así, en la tercera y próxima Asamblea de Podemos, el reglamento obligará a que cualquier discrepancia o simple propuesta distinta sobre dirigentes, estatutos o estrategia política deba ir acompañada de una improbable candidatura completa y alternativa "No podrá haber candidatura sin documentos, ni documentos sin candidatura". Es decir: que si tienes una opinión diferente en algo, o montas un ejército completo o te callas. Tras alcanzar el poder, el partido que se dijo heredero de aquel 15 M asambleario y lleno de círculos se asienta como un círculo único y perfecto con un centro inamovible que es el vicepresidente del Gobierno. A la tercera asamblea queda, por fin, zanjado el tema del liderazgo y lo hace según las viejas normas de toda la vida de cualquier politburó que se precie.

Colocar a los nuevos ministros

La otra parte del Gobierno, la del PSOE, también se ha puesto a la faena y hará cambios en su dirección ejecutiva para integrar en ella al máximo nivel a tres ministros: María Jesús Montero, Carolina Darias, y Salvador Illa. Lo hará aprovechando una figura de “invitados” que un resquicio de los estatutos socialistas permite. Sánchez también recolocará a algunos cargos que fueron elegidos en el 39º Congreso del PSOE para los puestos que ahora ocupaban. Como si se tratase de un Real Decreto Ley hacia el partido, tales cambios quedarán validados a toro pasado sin ninguna duda, y puede que sin una sola palabra, en el próximo Comité Federal socialista.

La nueva política

Son nuevos tiempos, en los que los partidos dejan de ser aquellas tan criticadas jaulas de grillos, con familias, discrepancias, intereses, opiniones y sensibilidades diferentes con las que obligatoriamente debían lidiar sus jefes. Se ha sustituido la siempre compleja ideología por los prácticos argumentarios. Las polémicas entre afiliados con visiones diversas no sirven para ser retuiteadas y, por eso mismo, están de sobra. En la nueva política la democracia burguesa, individualista, participativa, enredadora y siempre polémica ha sido reemplazada por tres pilares simples y efectivos: la imagen personal de los líderes, una identidad feroz contra “el otro” y un relato corporativo elaborado por profesionales de la comunicación.

Es esa visión a corto plazo, pegada a la inmediatez más que a la realidad, la que trae el peligro de despistar a los propios que, sin horizonte hacia el que caminar, necesitan una constante aportación de instrucciones y consignas que les marquen los siguientes pasos. Por eso, guste o no, para que funcione bien engrasado este modelo de política de consumo tiene todo el sentido que el Gobierno se ocupe de poner orden en el espacio desde el que espera recibir apoyo militante cada día, pero del que no espera, ni desea, nada más.

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