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Opinión

Un Gobierno que perrea

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez durante la sesión de control al ejecutivo en el Congreso

Todos saben que el término perrear hace referencia a un tipo de baile que, forzoso es decirlo, imita los movimientos coitales de los cánidos macho y hembra. Vamos, lo que viene a ser dos perretes quilando con la algarabía que conlleva ese tipo de asunto. Tiene, por lo tanto, un indiscutible contenido sexual, así como un notable éxito entre los impúberes asiduos a las discotecas, vientre al aire ellas, gorra caída de un quinto piso, ellos. Entre los veteranos no triunfa tanto. En primer lugar, las pelvis suelen oxidarse con los años y el perreo exige mucho movimiento, tanto para el caballero como para la señora. En segundo, los talluditos no vamos a discotecas ni nos dejarían entrar, so pena de ser de la Benemérita e ir a hacer una redada. El término perrear también sustituye a otros, como el precioso ronear; coquetear, aunque más inocente y paniaguado; provocar o calentar, que no precisan explicación, so pena de indignaciones pudibundas. En fin, todo lo que de deseo carnal tenemos dentro de nuestros cuerpos, bien serranos, bien amojamados, a pesar del bromuro anti libido que produce en la población tanta comparecencia de Su Persona, tanta ceja mal depilada de don Simón, tanto aplauso moñas y tanto tutorial acerca de cómo construir un acorazado aprovechando cartones de leche usados.

Y ya que estamos con la búsqueda diaria de adjetivos con que calificar la incalificable gestión del conjunto de entes amorfos que denominamos piadosamente Gobierno de la nación, ninguna otra mejor que Gobierno del perreo. Su Augusta Persona Sánchez igual perrea hoy con el separatismo rufianesco, con tal de que apoye sus medidas judiciales, como puede perrear con Inés Arrimadas para, a cambio de una vulgaridad y tres nebulosas, conseguir que vote en favor de una prórroga del estado de alarma. Y es que Sánchez perrea muy, pero que muy bien. Mientras Abascal es de pasodoble serio y rígido, al estilo de Manuel Fraga, y a Casado lo vemos abocado a los valses vieneses, educados, amables, gentiles y con un punto de sosería, Pedrete es de arrimar la cebolleta y decir a cada uno lo que espera escuchar.

Qué tío. Es un portento a la hora de acercarse a su pareja de baile circunstancial y llevársela al huerto del perreo

Qué tío. Es un portento a la hora de acercarse a su pareja de baile circunstancial y llevársela al huerto del perreo, con toda la carga que contiene la erótica del poder. Porque el perreo de Sánchez es el mismo que el de Iceta, ahora bailaré contigo, mañana con aquel y pasado con quien sea, pero yo no dejaré de bailar siempre porque aquí no hay más rey de la pista que el menda lerenda. Y con unos pasitos por aquí, un perreo por allá y una pelvis en forma de decreto ley por el otro, lleva Su Persona gobernando hace dos meses, y lo que te rondaré, morena, porque anda el hombre pidiendo ahora un mes más de estado de alarma bailongo y discotequero. No en vano se considera, como la canción de Abba, The Dancing Queen. Otra virtud tiene Su Persona, y es que sabe como nadie elegir las mejores parejas, dejando para Pablenin la misión de bailar con la más fea. Cuando Europa llegue, que llegará, y exija seriedad y cabezas, Pedrete les entregará la del líder de Podemos aduciendo que no dejaba de pisar cuando bailaba y que, además, no sabía llevar el compás.

Porque ya no hay más socialismo que el que te obliga a bailar al son que diga Pedrete, y si bien ahora perrea como si no hubiera un mañana, cuando toque cambiar de tercio puede marcarse una sardana con Torra, un aurresku con Urkullu o, retengan este dato, un baile bávaro con Merkel. Este hombre nació para bailar y moverse en política deslizándose por la pista con cualquier ritmo, que todos le acomodan y a todos se adapta. Claro que, para estar más tranquilo, ya se ocupa muy bien de elegir el repertorio y a los miembros de la orquesta.

De momento, se lleva el perreo. A mí no me va. Me complace infinitamente más Cayetana, cuidado, no se me asuste nadie. Políticamente, digo. La imagino bailando un tango al desgaire, con aristocrática displicencia, y eso ha de ser épico. Ahí tienen su duelo con Carmen Calvo, mira bonita, de este miércoles. La dejó sola, fané y descangayá. Mirá que sos maleva, ché, flaca. ¿Bailás?

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