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Opinión

El gas ‘calienta’ el invierno al Gobierno

Si les pareció insostenible la ‘cuesta’ veraniega por la electricidad y la gasolina, prepárense para pasar frío o caldear sus hogares a precio de caviar durante los próximos meses

Las eléctricas siempre ganan y la culpa es de Sánchez (y Rajoy)
La ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico, Teresa Ribera. Europa Press

Llevamos varias semanas escuchando en los informativos cómo cada día bate el récord histórico del precio de la electricidad del día anterior. No creo que haya español que a estas alturas no haya visto todavía alguno de esos reportajes que pueblan los programas informativos de televisión y radio con testimonios que van, desde comerciantes que este verano se han dejado 200 euros más en aire acondicionado hasta el carnicero que ni puede cerrar las cámaras frigoríficas ni repercutirlo en el precio de los filetes, pasando -más dramático aún- por esos pacientes con obstrucción pulmonar crónica (EPOC) obligados a elegir entre pagar la electricidad de quince horas diarias de respirador o morir.

Pues bien, todo eso puede acabar pareciéndonos una broma ante lo que se avecina: la duplicación del precio del gas en los mercados internacionales tras el acaparamiento de hidrocarburos provocado por el miedo al desabastecimiento en plena covid, y por la creciente demanda de China y otros países asiáticos, va a convertir el invierno Europeo en infierno para muchos ciudadanos… y no precisamente por el calor que van a pasar.

Casi ocho millones de hogares españoles queman en sus calderas Gas Natural y como la inmensa mayoría -el 80% aproximadamente- tiene contratada algún tipo de tarifa libre se le va a repercutir directamente el subidón que ha experimentado esa materia prima durante los últimos cuatro meses: en abril, el precio se situaba en torno a los 22 euros megavatios/hora, y el pasado viernes ya ascendía a 48,45 euros.

Las reservas de gas licuado se han subido de 3,5 a 4,5 días de consumo, pero como vuelva otra borrasca ‘Filomena’ con su medio metro de nieve y sus ocho grados bajo cero, lo del chiste de vender la casa para encender la caldera nos va a parecer verosímil

Y como las desgracias nunca vienen solas, resulta que la ruptura de relaciones diplomáticas entre Argelia y Marruecos también puede afectar, mucho, al suministro en España. Así que el Gobierno de coalición PSOE/Unidas Podemos, y Pedro Sánchez en particular, que teme una crisis social en las calles en pleno invierno más que a ese leve derecho al pataleo ejercido este verano por los españoles desde las playas y los chiringuitos, ha comenzado a tomar medidas por lo que pueda pasar.

Así que, de momento, las reservas de gas licuado se van a subir de 3,5 a 4,5 días de consumo por lo que pueda venir, pese a lo cual será difícil que nuestro país se vea liberado de una tensión alcista que dependerá, en gran medida, de lo frío que sea el invierno; es decir, que si este febrero vuelve otra tormenta Filomena con su medio metro de nieve en toda España y sus ocho grados bajo cero durante una semana, los del chiste: vender la casa para encender la caldera, nos va a parecer hasta verosímil.

El problema para un Ejecutivo izquierdas es que todas sus políticas de equiparación de rentas, que ya se estaban viniendo abajo como un castillo de naipes -prorrogar a final de año la bajada del IVA del 21 al 10% y quitar el 7% de impuesto a la electricidad no compensa la subida del 25% en el último año, como reconoció este lunes en el Congreso la vicepresidenta Teresa Ribera-, lo del gas éste invierno puede ser la puntilla.

Sánchez confía su reelección en 2023 a la proeza de dar la vuelta a unos sondeos que le siguen siendo adversos, tras el milagro de una recuperación económica que en España, tradicionalmente, suele ser igual de intensa que la caída

Sánchez fía su reelección en 2023 a la proeza de dar la vuelta a unos sondeos que ahora mismo le siguen siendo muy adversos. Lo va a intentar sobre la base de un, hoy por hoy, milagro que supondría recuperar los niveles de renta de 2019. Difícil pero no imposible porque en España, tradicionalmente, la subida suele ser igual de intensa que la caída; y con 72.000 millones de euros de fondos europeos, esos que no hubo tras la crisis de 2008, quién sabe… vamos, la Bonoloto para cualquier partido de gobierno.

Y para ello cuentan los socialistas con la certeza de que Unidas Podemos, su socio imprescindible hasta el final de legislatura, poco puede oponérsele en la mesa del Consejo de Ministros -amén de gesticular políticamente de tanto en cuanto- porque los de Yolanda Díaz saben que si fuerzan elecciones no solo perderá la izquierda en su conjunto, sino que la fuerza morada que un día llegó a los 72 diputados se vería reducida a la Izquierda Unida de los veinte escaños de Julio Anguita. Demasiado descenso a los infiernos para una formación que solo tiene siete años.

Aún así, aunque los dos socios se miren de reojo, se amenacen, amaguen y hagan todo tipo de juegos políticos florales, su camino no va a estar exento de escollos en esos dos años: porque, si la luz, el combustible y el gas siguen disparados y con ellos la inflación se descontrola, y si el medio millón de trabajadores todavía en ERTE año y medio después del inicio de la pandemia pasan a engrosar las cifras del paro porque sus empresas entran finalmente en concurso de acreedores, al primer gobierno de coalición de izquierdas en 45 años de democracia se le puede acabar calentando la calle este invierno… mucho.

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