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Opinión

EL DARDO DE ARRANZ

Antonio Garamendi y su incomprensible 'simpatía por el demonio'

El problema que tiene el presidente de la CEOE es el de todos aquellos que sitúan la paz por encima de todas las cosas

Antonio Garamendi
Antonio Garamendi Rober Solsona, Europa Press

Fue en noviembre de 2018 cuando Carlos Segovia publicó una crónica en El Mundo en la que hacía referencia a los mensajes que había trasladado Antonio Garamendi en la CEOE una vez supo que era el único candidato que optaba a presidir la patronal. “Se acabó hacer visitar a Junqueras en la cárcel”, dijo el empresario, en referencia a la polémica que se originó cuando su antecesor en el cargo, Juan Rosell, acudió a la prisión de Lledoners junto con Pepe Álvarez (UGT).

Garamendi fue vicepresidente durante la última etapa de Rosell al mando de la CEOE y, a la vez, una de las voces de la Junta Directiva que reclamó con más fuerza un endurecimiento de la postura de la organización con respecto a los independentistas. En los días previos a su 'coronación', transmitió la necesidad de que los empresarios actuaran con independencia absoluta del poder político y con sentido de Estado.

El problema que tiene Garamendi es el de todos aquellos que sitúan la paz por encima de todas las cosas, incluso de la coherencia. Es una actitud muy común en este país, cargado de complejos, y es la que lleva a legitimar las acciones de quienes quieren imponer sus intereses por encima del bien común y de la legalidad, como los líderes independentistas. Indultar a quienes se burlaron del Estado de derecho en aquel otoño de 2017 para que su opereta pudiera alargarse en el tiempo implica caer en ese enorme error. El de intentar ganar la calma a cambio de sacrificios intolerables.

También supone ningunear al Tribunal Supremo por puro tacticismo político, pero parece que eso no lo tiene claro el jefe de la patronal, recientemente condecorado por el Gobierno. Porque, no, eso no ayuda a “normalizar” la situación, sino a agravar el gran problema español contemporáneo, que no es otro que la preocupante erosión de las instituciones. Puede ahora clamar Garamendi contra quienes sacaron sus palabras de contexto, pero dijo lo que dijo. Después, lo matizó. ¿Cuántas veces le ha ocurrido algo similar?

Las declaraciones de Garamendi

No pasará a la historia este empresario por ser temible en la negociación, ni por su beligerancia con un Gobierno que, en su ala morada, siempre ha sido implacable con los empresarios. Habría que preguntar cuánta responsabilidad tiene la patronal en la buena imagen que tiene Yolanda Díaz, que, según el barómetro del CIS del pasado abril, es una de las vocales del gabinete de Sánchez con una mejor valoración (5,2).

En algunas de las federaciones con más peso de la patronal, causó especial estupor que Garamendi accediera a hacerse la foto con el Gobierno y los sindicatos cuando, en enero de 2020, organizaron un acto para atribuirse el mérito de la subida del salario mínimo. Los más cercanos al presidente de la patronal apuntaron, entonces, a que la negociación sirvió para rebajar en 50 euros las pretensiones que habían exhibido los sindicatos. Sus críticos, sin embargo, expresaron su malestar por la poca resistencia que opuso la CEOE al incremento salarial en un momento en el que la sombra de la desaceleración se había extendido sobre la economía española. Ni que decir tiene lo que ocurrió cuando sobrevino la pandemia.

Algo similar acaeció cuando Garamendi elogió a Nadia Calviño en una entrevista, en marzo de 2020, y poco después el Gobierno anunció las fuertes restricciones al despido de trabajadores durante el primer estado de alarma sin contar con la patronal, donde, claro, en buena parte no compartían esa medida.

Es difícil saber cuál es la táctica de Garamendi en su defensa de los empresarios españoles. Los cuales, por cierto, en Cataluña sufren de anomalías como la de la Cámara de Comercio de Barcelona, conquistada por los independentistas ante el pasmo generalizado. Quizás es que el presidente de la patronal ni siquiera tenga una estrategia y sólo la intención de causar una buena imagen en sus interlocutores, sean quienes sean.

Durante su discurso de investidura, en noviembre de 2020, aseguró que la CEOE tiene que comportarse con altura y visión de Estado en todo momento. Desde luego, sus últimas declaraciones y sus constantes vaivenes no se corresponden con ese objetivo.

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