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Opinión

¿Qué futuro tiene la derecha española?

La moderación solo es un valor si va acompañada de la coherencia y el coraje en la defensa de los principios

Casado y Arrimadas.

No es broma. Pablo Iglesias dijo tras la aprobación de los PGE que se estaba formando un bloque para crear un orden nuevo que haría que la derecha no volviera a gobernar en España. Ese escenario es posible tras el batacazo electoral en Cataluña y la desaparición efectiva en el País Vasco, al menos el tiempo suficiente como para que se lleve a cabo esa transformación del país.

La abstención por miedo al contagio no es excusa para la derrota. Si el PP y Ciudadanos no son capaces de impulsar el voto por correo o de animar a la gente a ir a la urna es porque la campaña electoral ha sido mala. Estos dos partidos no han sabido transmitir al electorado la importancia de lo que los catalanes se estaban jugando, y que era importante resistir y tener esperanza. El votante no nacionalista no tuvo incentivos para apoyar a Cs y al Partido Popular, y prefirió quedarse en casa. Esto significa que vieron prescindibles a esas dos opciones para defender sus intereses. No les compensaba el esfuerzo ni el riesgo. Pensaron que de todas formas iban a tener su ración de dictadura.

La derecha no sabe tampoco transmitir la importancia de la responsabilidad individual ante el avance de los liberticidas, ni la relevancia de participar y mostrarse. Hacen lo que decía Henry David Thoreau ante la tiranía: no soy responsable de lo que pasa en esta sociedad, y por tanto no voy a hacer nada que me exponga. Ciudadanos y Partido Popular, quizá en manos de asesores 'progres', aconsejaron que bajaran los brazos, que moderasen su discurso y su tono, que no salieran a la calle y que ficharan a personajes comprensivos con el nacionalismo.

Ciudadanos se enfrenta a su situación delicada. Tiene que cuestionar su liderazgo y el proyecto en medio de una previsible fuga de cargos y una bajada en la militancia

Ciudadanos ha retrocedido diez años por su vocación de partido pequeño, y su deseo de no hacer ruido mientras se ofrece a Pedro Sánchez. Su propósito de ser “útiles” para que gobierne más cómodo el que gane es indicar que la opción correcta es el partido que más papeletas tiene para vencer en las urnas. El mensaje que se transmite ahonda su falta de atractivo para el elector catalán harto de la bota nacionalista. Por eso ahora Ciudadanos se enfrenta a su situación delicada. Tiene que cuestionar su liderazgo y el proyecto en medio de una previsible fuga de cargos y una bajada en la militancia ante la falta de expectativas de tocar poder.

Pablo Casado solo puede hacer como Felipe González cuando José María Aznar en 1993 le pisó los talones y perdió la mayoría absoluta: "He entendido el mensaje de los ciudadanos: quieren el cambio del cambio". La moderación solo es un valor si va acompañada de la coherencia y el coraje en la defensa de los principios. Cuando esto no ocurre, el elector percibe que el partido por el que votó ha cambiado de opinión y cobardea en tablas, que casi pide perdón por no ser nacionalista, y habla de la paz mundial mientras los independentistas, que mandan, decretan su muerte civil. La sensación que quedó en su electorado es que se quedaba solo, que era vergonzoso haberse opuesto al golpe de 2017, sacar una bandera de España al balcón, y enfrentarse a su entorno personal independentista.

Vox en un entorno hostil

Vox hizo todo lo contrario. Entendió bien que debía conectar con ese electorado, con la Cataluña silenciada, y se presentó en la calle, con un mensaje simple pero coherente, igual en todos los territorios de España. Consiguió que el votante no nacionalista empatizara con ellos, que se sintiera representado por un partido que prometía partirse la cara en el Parlament, y decir a los diputados independentistas lo mismo que él a su entorno personal hostil.

Los 'voxistas' se convirtieron en la opción antinacionalista no solo por sus acciones y palabras, sino también por la reacción de los independentistas, que apedreaban, insultaban y perseguían a sus simpatizantes. Los separatistas trabajaron para Vox, confirmaron su posición de resistentes y dejaron en la sombra de la inutilidad a PP y Ciudadanos. ¿Para qué votar a estos dos, tuvo que plantearse un no nacionalista, si Vox se va a pelear por mí?

Ese votante resistente, cabreado con el nacionalismo, no olvida lo que ocurrió tras las elecciones de 2017, cuando Arrimadas vio, venció y se marchó. ¿De qué sirvió entonces votar a Ciudadanos, que se había mostrado como el partido antinacionalista más potente? Nada. Ese lugar lo ha ocupado Vox con mucha eficacia.

Los populares no han fracasado en Cataluña porque Casado criticara a Abascal en su moción de censura, sino por la campaña equivocada e incomprensible

Con este panorama. ¿Qué se aventura en la derecha española? Ciudadanos ya no se puede considerar “derecha”, con lo que queda más despejada la ecuación. El PP de Pablo Casado tendrá que sentarse en el diván y decidir una identidad bien definida. Los populares no han fracasado en Cataluña porque Casado criticara a Abascal en su moción de censura, sino por la campaña equivocada e incomprensible. Sin tocar la calle no se gana en un territorio donde la exclusión social del no nacionalista es la clave. Esto no es solo una cuestión de los quince días antes del 14-F, sino que debe ser una constante.

¿Qué puede pasar? En la derecha se puede repetir en 2023 lo que ocurrió en las elecciones de junio de 2016. En aquel entonces se jugó el sorpasso de Podemos al PSOE. Casi sucedió. Los socialistas de Sánchez consiguieron 85 escaños, e Iglesias llegó a los 71. Hubo una diferencia de 350.000 votos.

La solución de Sánchez para recuperar posición fue ocupar el lugar de Pablo Iglesias eligiendo una estrategia populista y dura. Fue incoherente y mentiroso, pero la izquierda lo perdona todo con tal de que gobiernen los suyos, lo que no ocurre en la derecha. Eso significa que tarde o temprano, PP y Vox tendrán que converger o entenderse si no quieren que la tentación totalitaria de la izquierda acabe realizándose.

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