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Opinión

Una fusión con demasiadas incógnitas

Sede de Bankia en Madrid

No cabe duda de que la noticia económica de la semana pasada fue el anuncio de la posible fusión de las entidades bancarias CaixaBank y Bankia. De repente, este anuncio nos despertó del aletargamiento tenso que nos provoca las noticias sanitarias y económicas de la covid-19 y nos puso, de nuevo, en una realidad y debate que hacía tiempo parecía haberse olvidado. Sin embargo, esta posible fusión conjuga, como no pocas, la realidad económica de nuestro tiempo, incluido el propio virus. Podemos decir que es un ejemplo claro, y condensado, de todo lo que ahora es relevante desde el punto de vista de la economía.

Desde 2008 el sistema bancario ha estado sometido a una crisis estructural que pocos sectores han conocido. Es el único sector cuyo número de afiliados ha decaído de forma constante desde el estallido de la burbuja inmobiliaria. Las consecuencias de dicho estallido, pueden pensar, tuvieron que ser demasiado intensas como para soslayarse rápidamente, por lo que aún hoy vivimos sus réplicas en un sector que sin duda llegó a estar hipertrofiado hasta el año 2007. Sin embargo, hay muchas más razones que lo explican. Por un lado, un cambio en las condiciones monetarias globales que limitan, y mucho, la obtención de una rentabilidad mínima para la supervivencia de no pocas entidades. Los tipos bajos están desde hace tiempo entre nosotros y el envite del virus (de ahí lo que he comentado de esta noticia como un compendio de todo lo que ocurre), los va a presionar a la baja durante un tiempo más. Hablamos posiblemente de años. No cabe duda de que esto ha obligado a las entidades bancarias a rascar donde no había para obtener no solo rentabilidad sino una razón de ser al propio negocio. Y las fusiones son claras estrategias ante este reto.

Junto a ello se ha experimentado una revolución tecnológica que es a la vez una amenaza para el negocio tradicional de los bancos, como son la aparición de las 'fintech', así como una oportunidad para subirse al carro que semejante caballo impulsa. El negocio de los bancos puede haber cambiado poco, pero la forma de hacerlo, la forma que este tiene de relacionarse con el cliente, sí ha cambiado. Y para ello, sobran las citas con el banco, sobran mesas de encuentro en las oficinas.

La morosidad crecerá y a los bancos llegará esa ola que los puede poner en aprietos. Mejor ponerse en guardia y prepararse para lo peor

Por último, en estos días vivimos una de las crisis económicas más potente que podamos haber conocido, y les aseguro, que conoceremos. Normalmente, la gravedad de las crisis económicas suele estar correlacionada con si es o no es financiera. En esta ocasión no lo es, lo que no significa que las entidades bancarias no deban ponerse a cubierto. Los próximos meses van a ser duros y si los legisladores no lo evitan, las cadenas de quiebras de empresas empezarán a ser cada vez más intensas en cuanto la putrefacción de algunos sectores de actividad se intensifique. La morosidad crecerá y a los bancos llegará esa ola que los puede poner en aprietos. Mejor ponerse en guardia y prepararse para lo peor. De nuevo, una fusión de dos entidades relativamente sanas puede ser una buena estrategia.

En este entorno, llega el Banco Central Europeo (BCE) y, a principios de julio, manda un mensaje al sistema bancario europeo: háganse fusiones. Y si estas ahorran costes (eufemismo de lo que todos sabemos e intuimos), mejor. Bankia y CaixaBank llevaban tras la recomendación del BCE una diana clavada en el pecho.

Ahorro y reducción de costes

Según un informe de la banca de inversiones de Barclays del pasado mes de junio, la fusión entre ambas entidades era la segunda que más ahorro al sistema podría acarrear, siendo la primera precisamente la fusión entre BBVA y Bankia. Según esta entidad, ambos bancos poseían un solapamiento del 23%, claramente mayor en algunas zonas geográficas del territorio español. Esto quiere decir que, grosso modo, su fusión puede suponer un ahorro (léase de nuevo como eufemismo) de mil millones de euros directos de la fusión y no menos de 500 millones al año a partir de entonces. Una cifra nada despreciable para una empresa. Si no puedes ganar rentabilidad por cobrar más a tus clientes, reduce costes. La fusión es el camino. Nota a caminantes, en el informe se hablaba de una fusión igualmente rentable: BBVA-Sabadell. Veremos.

Una vez claras las causas, queda preguntarse por las consecuencias. Y aquí, sinceramente, la respuesta es menos clara y algo más preocupante. Estamos ante una fusión. En este caso me gustaría hacer la lectura en tono europeo, es decir, explicar que las integraciones y fusiones empresariales, bancos en este caso, en un mercado integrado económicamente con casi tres decenas de países es el camino. La idea no es crear un campeón nacional, sino multinacional. Y el futuro exige que en Europa tengamos esa ristra de grandes empresas que puedan manejarse contra los gigantes de otros países que, a buen seguro, querrán tarde o temprano arrebatar parte del mercado. Sin embargo, no me termina de convencer esta idea.

La cara menos amable de la fusión de dos gigantes en uno solo es que esta termina por concentrar aún más el mercado y, con ello, debilita la competencia y traslada costes a los clientes, a los ciudadanos

Y no me convence porque la cara menos amable de la fusión de dos gigantes en uno solo es que esta termina por concentrar aún más el mercado y, con ello, debilita la competencia y traslada costes a los clientes, a los ciudadanos. Además, hoy, nuestra Unión Europea es un mercado muy integrado, pero con dos grandes déficits: la unión fiscal y bancaria. Esto limita mucho la capacidad de beneficiar a los ciudadanos la generación de grandes campeones financieros europeos. Lo que puede ser sin duda una gran noticia, queda empañada porque las ondas sísmicas que esta generará quedarán casi en su totalidad circunscrita a nuestro territorio. Y eso me preocupa.

Tenemos, eso sí, la capacidad de vigilar y evitar que los costes de la concentración superen a los beneficios de esta. Esto es, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) debe ser muy exhaustiva para evitar que esta fusión termine perjudicando a las empresas y familias que suelen ser clientes de los bancos. Al hilo de esto, me ha sorprendido gratamente la postura de algunos de los más importantes portavoces de uno de los partidos responsable de gobernar. Que alegue a la necesidad de asegurar la competencia en los mercados es grato de oír. Solo deseo que tal alegato sea sincero y extensible a cada esquina de los mercados productivos de la economía. Aunque mucho me temo que se han puesto una armadura que porta un escudo en el que no creen, aunque ahora le es útil. Veremos.

 

*Agradezco a Nicolás Menéndez Sarriés sus aportaciones y comentarios

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