Opinión

Fuerzas sobre el terreno

El Parlamento está marginado, sin recibir información ni, menos aún, debatir sobre la guerra de Ucrania

  • Robles y Sánchez: ¿tropas españolas en Ucrania?

Como nos cantan con ardor guerrero los infantes uniformados “aún queda la fiel Infantería que por saber morir sabe vencer”. Saber morir es condición necesaria, pero no suficiente para saber vencer. En todo caso, por mucho que hayan avanzado las nuevas tecnologías, llega el momento en que es imprescindible, más allá de los drones o de los misiles, poner fuerzas sobre el terreno y los soldados que integren esas fuerzas estarán arriesgando sus vidas obedeciendo a los gobiernos que los hayan enviado, los cuales nunca están preparados para recibir a los muertos en acción, ni menos aún para soportar el impacto multiplicado que añaden a esas desgracias los medios informativos y las redes sociales. España, se nos dice, participará en la misión en Ucrania si logra las garantías de seguridad que exige.

Pero, vayamos por partes para precisar primero cuál es esa misión en Ucrania en la que intervendríamos y cuáles son las garantías previas que Pedro Sánchez exige para decidir la implicación de fuerzas españolas. Porque, en zonas de combate o susceptibles de serlo, no hay misiones de riesgo cero, según se ha probado en estos años de participación reiterada de nuestros contingentes militares. De modo que cualquiera que sea su despliegue, en primera línea o no, en misiones de paz o de interposición, nuestros militares quedarán al alcance del fuego enemigo, que no dispara con mazapán y causa bajas mortales y heridos.

El despilfarro, la malversación, la prevaricación, los catálogos, las Jéssicas y los empleos en empresas públicas para beneficio de las novietas de ocasión, por aducir algunos ejemplos, resultan comportamientos desalentadores

Dice el artículo nueve de las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas que “Cuando unidades militares españolas actúen en misiones de colaboración para mantener la paz y seguridad internacionales, se sentirán nobles instrumentos de la Patria al servicio de tan elevados fines”. Pero para que nuestras unidades militares pudieran sentirse nobles instrumentos de la Patria al servicio de tan elevados fines sería preciso que percibieran que su país España y sus instituciones, están de modo solidario detrás de ellas, reconociendo el valor de su sacrificio, y brindándoles comportamientos intachables. Así que el despilfarro, la malversación, la prevaricación, los catálogos, las Jéssicas y los empleos en empresas públicas para beneficio de las novietas de ocasión, por aducir algunos ejemplos, resultan comportamientos desalentadores, con efectos disolventes para la articulación de un patriotismo coherente. Además, las fuerzas políticas populistas e independentistas catalanas y vascas carecen de consideración alguna hacia las Fuerzas Armadas, sin que esa actitud les haya enajenado el favor del Gobierno del que incluso algunas forman parte.

En su momento, cuando la guerra de Irak, se adoptaron leyes para que fuera precisa la autorización del Parlamento en el caso de que se enviaran fuerzas militares al extranjero. Ahora, el Parlamento está marginado, sin recibir información ni, menos aún, debatir sobre la guerra de Ucrania que acaba de cumplir tres años, ni sobre la nueva amenaza que plantea el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con su deslealtad provocadora hacia los países miembros de la OTAN. Tan sólo desde Bruselas Pedro Sánchez nos ha dicho que “debemos defender a Europa para que pueda defenderse a sí misma”. O sea, que la defensa de Europa debe ser europea.

Y la prueba del nueve se cumplirá si llegara a desplegarse una fuerza de disuasión europea en Ucrania. Porque, a la hora de la verdad, el compromiso de defensa para que tenga validez requeriría el despliegue de fuerzas europeas sobre el terreno en Ucrania. El envío de observadores o de instructores en absoluto serviría de alternativa. Del mismo modo que el compromiso de los Estados Unidos con Europa reside en la presencia de sus cerca de 100.000 soldados en suelo europeo. Porque está fuera de duda que ningún presidente norteamericano comprometería tales fuerzas en Europa, a menos que la agresión rusa pudiera ser disuadida mediante un último recurso a la represalia nuclear cuyo uso se reservan para garantizar que quedaran a salvo. Continuará.

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