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Opinión

Cómo me gustan los fondos buitre

Cartel de "Se vende".

El señor Pablo Iglesias, ese político que es un cóctel imbebible de histeria, ignorancia y soberbia, ha escrito, entre otros, el siguiente tuit: “Hace un año pregunté a Pedro Sánchez por los alquileres en el Congreso y prometió que acabaría con la venta de vivienda a los ‘fondos buitre’. Estos días se ha reunido con los jefes de los buitres de Blackstone. De eso van estas elecciones: de quién se atreve con los fondos buitre”.

Modestamente, yo me voy a atrever con esta clase de fondos injustamente tratada. Durante su reciente viaje propagandístico a Nueva York con motivo de la cumbre climática, el presidente en funciones se entrevistó con algunos grandes inversores americanos en España, una cita ineludible para cualquier primer ministro de un país que se precie. Entre ellos estaba el jefe de Operaciones Inmobiliarias de Blackstone, junto a otros colegas que cada vez sienten menos interés por nuestro país.

En esa reunión el señor Sánchez les engañó, porque es un mentiroso compulsivo, y les prometió que sería "business friendly", es decir, amigo de los negocios, cuando un día antes había prometido a un grupo de exiliados resentidos que “había llegado la hora de reivindicar la II República Española” -un crisol de calamidades y de violencia institucional y física que desembocó en la Guerra Civil-. Les dijo que sería fiscalmente proactivo para seducir la entrada de capital extranjero, cuando todas las promesas que ha hecho van en el sentido de deteriorar aún más el equilibrio de las cuentas públicas y de aumentar la presión fiscal. Pero eso es otra historia. Presumo que los inversores presentes en el acto apenas dieron crédito a estas buenas palabras que jamás se han visto acompañadas de acción positiva alguna.

Pero el caso que nos ocupa es el de los fondos buitre, un nefando adjetivo que proviene de los años ochenta del siglo pasado, cuando en Estados Unidos proliferó una clase de instituciones financieras que se dedicaba a comprar empresas para luego venderlas por partes. Y lo hicieron muy bien, porque, separadamente, las filiales de estas compañías valían más que integradas en un conglomerado monstruoso que había perdido el foco del negocio. Si recuerdan el film Pretty Woman, y no lo dudo, porque no hay español que no lo haya visto alguna vez, identificarán lo que estoy hablando con ese personaje inicialmente sin escrúpulos al que interpretaba Richard Gere, que en la vida real sigue teniendo la misma falta de escrúpulos, por ejemplo a cuenta de la inmigración masiva e irregular que padecemos en Europa.

Tabla de salvación

En España, los mal llamados fondos buitre, que simplemente son fondos de inversión en busca de oportunidades, han hecho una labor positiva y colosal. Durante los años de la pasada crisis, la banca llegó a acumular en su balance hasta 150.000 millones de inversión en el sector inmobiliario. La mayor parte de esa inversión había perdido gran parte de su valor, en muchos casos era ruinosa, y amenazaba gravemente la estabilidad del sector financiero, como advirtió reiteradamente la Comisión Europea. Los decretos aprobados por el ministro de Economía Luis de Guindos obligaron a la banca a desprenderse progresivamente de esos activos dañados y peligrosos. Y los fondos buitre se convirtieron en una tabla de salvación para disipar la amenaza de quiebra del sector crediticio.

Esos llamados fondos buitre, en contra de lo que dice Pablo Iglesias,  han salvado el patrimonio y la riqueza de millones de españoles, y preferentemente de la gente en situación más precaria

En primer lugar, proporcionaron liquidez a la banca, algo imprescindible para que pudiera seguir desempeñando su función genuina de financiar al sector empresarial y de remunerar los depósitos y el ahorro. La operación ha sido tan exitosa que, actualmente, de aquellos 150.000 millones de posesiones en viviendas, centros comerciales, hoteles, logística o suelo, la mayor parte se ha vendido o se ha arreglado gracias a la inestimable y nunca reconocida gestión de los fondos buitre.

Si los españoles han podido seguir consumiendo, o disfrutando de vacaciones o pagando el colegio de los hijos o fundando negocios, en caso de que todas estas actividades requirieran del crédito bancario, ello ha sido posible gracias, entre otras cosas, a los fondos buitre. Estas instituciones han saneado muchas de aquellas empresas improductivas, han gestionado eficazmente las propiedades adquiridas y han logrado reducir drásticamente de paso la morosidad del sector bancario, que ha pasado del 15% en lo alto de la crisis a menos del 5% de ahora. Han hecho además una enorme labor social en la que jamás podrán reparar ni el señor Iglesias ni el presidente Sánchez, ayunos uno más que otro de conocimientos económicos, pero infectados los dos por la demagogia y el populismo: han salvado el patrimonio y la riqueza de millones de españoles, y preferentemente de la gente en situación más precaria.

¿Y cómo han prestado este gran servicio a la patria? Pues es muy sencillo. Poniendo suelo al precio de los pisos, que, en la época más cruda de la recesión, estaba cayendo en picado. La adquisición de vivienda por parte de los fondos buitre ha sido capital, más si se tiene en cuenta que el 80% del parque inmobiliario residencial del país es en propiedad. Para la gente con menos recursos, esa a la que pretende defender Iglesias ignorando el abc de la economía, todo su patrimonio, toda su riqueza es su casa. Por eso desde este punto de vista, y contra la opinión del locoide de Galapagar, los fondos buitre que denuesta han hecho más ricos a los pobres, o como mínimo, ha evitado hundirlos en la miseria.

El problema de los alquileres

Falta en esta historia, tan cierta como políticamente incorrecta, el caso de los alquileres, pero en esto también los fondos buitre han cumplido la legislación vigente, procediendo a subirlos o ajustarlos al mercado en el momento en que expiraba el periodo durante el que el precio estaba topado. Contra la manipulación de la izquierda, los desahucios que se han producido, y que no interesan en absoluto a los fondos, han sido un número menor, y cuando ya no cabía otra alternativa plausible.

Me parece incluso que los fondos son más capaces que los bancos de gestionar las situaciones complicadas, naturalmente no la de aquellos que simplemente quieren romper un acuerdo libremente pactado entre las partes, atentando contra el sacrosanto derecho de la propiedad privada, y que llaman rápidamente a la Sexta, a Cuatro o a Nacho Escolar para que derramen sus prejuicios sobre el sistema capitalista y, en este caso, sobre los fondos buitre. Por eso está muy bien que el presidente por accidente y en funciones, el señor Sánchez, se reúna con inversores en Wall Street, y que entre ellos esté el jefe de Operaciones de Blackstone, que tanto ha hecho por nuestro país. Ya sería además fabuloso que cuando esté con ellos no les mienta, pero me temo que eso es algo imposible. Esa es una tara genética y por tanto inexorable.

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