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Opinión

La feudalización del capitalismo

Trabajadores recogiendo alcachofas en El Prat.

“El capitalismo está bajo una seria amenaza porque ha dejado de proveer para las masas. Y, cuando eso sucede, las masas se rebelan contra el capitalismo”. Esta advertencia no la ha realizado ningún marxista irredento, y no es ninguna fake news. Es un aviso en toda regla del que fuera economista del Fondo Monetario Internacional, Raghuram Rajan, y que suena en las quinielas para ser el próximo gobernador del Banco de Inglaterra, sin duda una de las instituciones económicas que mejor está analizando el devenir económico del planeta. En el trasfondo de todo, la falta de oportunidades, la desigualdad extrema, y cómo los mercados y los gobiernos, guiados por esa broma pesada de gobernanza económica llamada neoliberalismo, han dejado a la mayoría de la ciudadanía colgada de un hilo muy fino. Estamos muy cerca del precipicio. Los chalecos amarillos son la primera avanzadilla de la revuelta.

Permítanme ofrecer mi visión personal de porqué ahora sí el capitalismo puede acabar colapsando si no cambia de rumbo, tal como advierte Raghuram Rajan. Y sólo hay una alternativa para que esto no suceda, la Teoría Monetaria Moderna (TMM). Todo lo demás es una burla. Pero vayamos al trasfondo del problema. El capitalismo en su fase actual está en una fase de degeneración. La financiarización de la economía global ha propagado una clase de rentistas que nada tienen que envidiar a los del Medievo. Las sociedades, incluso las aparentemente democráticas, vuelven a estar regidas por una red de relaciones señoriales, donde un estamento privilegiado, conectado e imbricado en los gobiernos de turno, se dedica a extraer las rentas y riquezas del resto de la ciudadanía. Y esa superclase controla casi todos los tentáculos del poder, incluidos los medios de desinformación masiva.

Es urgente mejorar las oportunidades de la gente, y ello pasa sin duda por una reactivación del control democrático del poder

Los nuevos extractores de renta ya no solo se quedan con las plusvalías de los trabajadores. ¡Pecata minuta! Es mucho peor de lo que incluso Marx podía intuir. Van más allá de lo imaginable. Se están apropiando de las rentas generadas por quienes producen. Trabajadores y emprendedores se están convirtiendo en los esclavos de los nuevos señores feudales, aquellos que extraen las rentas del suelo, del espacio radioeléctrico, del ciberespacio, del medio ambiente, del trabajo, de todo. Y de esto va el capitalismo actual. La confrontación a cara de perro entre rentistas y la ciudadanía está servida. El problema es la actitud de complacencia de los gobiernos de turno, controlados desde la sombra por esa superclase de rentistas que rige el planeta, y cuyas actividades no están sujetas a ningún control democrático. Por cierto, esta superclase sí que sabe de qué va la TMM, no el rebaño de economistas ortodoxos que salieron recientemente en tromba para contar cuatro estupideces. Nos debemos blindar contra los nuevos señores feudales. Además de la imposición a las rentas del suelo (Australia, Hong Kong, Singapur, Corea del Sur, Taiwan), debemos hacer, siguiendo la propuesta de Henry George, que las tierras sean de propiedad común, es decir, que las rentas económicas del suelo deben ser participadas por la sociedad en lugar de caer en manos privadas. Por otro lado, la banca debe volver al redil de la Glass-Steagall, siendo necesario además trocear los bancos demasiado grandes para quebrar. Y la especulación en los mercados derivados de materias primas energéticas y alimentarias debe terminar.

En los orígenes del proceso de financiarización se encuentra el capitalismo popular, esa distopía surgida al albor del thacherismo-reaganismo. No da más de sí. Lo triste es que atrapó a cierta clase media ávida de dinero fácil, insolidaria con la clase trabajadora a la que pertenecía, por más que aspirara a otra cosa, y con aquella clase empresarial que sí se volcaba en la inversión productiva. El resultado ha sido su complicidad con los rentistas improductivos, esos que han sorbido las rentas de sus hijos y nietos.

¿Cómo se gobierna España?

Las élites patrias, salvo honrosas excepciones, han sido, continúan siendo, rentistas. Desde la Mesta, surgida en la Edad Media; pasando por las fuerzas del Antiguo Régimen, que frenaron la revolución industrial de nuestro país; hasta las élites actuales, que asumieron sin rechistar el papel que les otorgaron las oligarquías europeas, todas han vivido de extraer rentas, de frenar el progreso de nuestro país. Hoy en día en vez de innovar utilizan puertas giratorias.

Se puede decir sin temor a equivocarnos que todos nuestros problemas como país -salarios, pensiones, baja población ocupada, futuro lúgubre de nuestros jóvenes, desigualdad creciente, impuestos desorbitados, desconfianza en la clase política, descentralización fallida del Estado, corrupción…- responden a una pregunta clave: ¿Quién gobierna realmente en España?

España es gobernada a golpe de puerta giratoria por herméticos grupos de poder no elegidos por los ciudadanos

Andrés Villena en esa magnífica pieza “¿Cómo se gobierna España?”, publicada en 2017, demuestra, usando modelos de ecuaciones estructurales, que los gobiernos patrios son redes partidistas copadas por sectores de influencia política, parlamentaria, autonómica, empresarial y universitaria. Como consecuencia, España acaba siendo gobernada a golpe de puerta giratoria bajo la presencia de algunos grupos de poder no elegidos por los ciudadanos. En definitiva, la gestión del poder recae en grupos afines no controlados por los ciudadanos, donde las puertas giratorias son el rasgo distintivo. Y son todos estos grupos, por cierto, muy herméticos, quienes se están apropiando de nuestras rentas sin revertir, vía fiscal, un porcentaje de las mismas. Deberemos estar atentos a la segunda parte de la obra Andrés Villena, “Redes de Poder en España”, de pronta aparición, y que sin duda promete. Permítanme parafrasear una extracción del prólogo: “Los miembros de esta élite no brotan del azar, ni como resultado de su inteligencia o cualidades, sino porque son las sucesivas prolongaciones de largos árboles genealógicos, la continuación de auténticas sagas”. Si esto no es feudalismo, ya me dirán ustedes qué es. ¡Cómo nos engañan!

En este contexto, si aquellos que rigen nuestro devenir quieren realmente que el sistema capitalista no acabe colapsando, como advierte Raghuram Rajan, deben empezar por plantar cara a rentistas de distinto pelaje. El sistema actual no proporciona igualdad de oportunidades. De hecho, las personas están cayendo en una situación cada día peor. Es urgente mejorar las oportunidades de la gente, y ello pasa sin duda por una reactivación del control democrático del poder. Parafraseando a Frank Delano Roosvelt, ello requiere luchar contra los viejos enemigos de la paz: los monopolios empresariales y financieros, la especulación, la banca insensible, los antagonismos de clase, el sectarismo, y los intereses bélicos.

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