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Opinión

Eso que llamamos democracia

Sánchez esboza otra sonrisa cada vez que lee una encuesta. No hay mejor manera de movilizar a su parroquia que agitar el fantasma de la derechona

Un año esotérico
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder del PP, Pablo Casado. Europa Press

Suele recordarme un buen amigo que entiende bien el mundo de los sondeos y la demoscopia, que las encuestas son como las morcillas, muy sabrosas hasta que uno sabe cómo se hacen. Recelo de esa forma nada inocente de participar en política. Nada inocente, pero muy tóxica y cobarde. Cierto, las encuestas no cambian gobiernos, pero generan un ambiente y caen de lleno en un universo electoral desinformado, débil en su articulación política, inestable y sensible, pero claramente determinante en una contienda electoral: los indecisos. Son aquellos que han de confirmar sus ideas con una mayoría social previamente reflejada en una encuesta.

Sí, recelo de las encuestas tanto como ellas de mí. A veces los que las hacen rebajan sus propias expectativas y nos dicen que en realidad lo que muestran, más que una intención de voto concreta y perfilada, es una tendencia. ¿Pero qué tendencia? Si algo une a las empresas que las hacen es que raramente coinciden unas con otras. Lo único que sabemos, porque lo sabemos a base de la fuerza que tienen los hechos que se repiten, es que las encuestas esconden casi siempre la línea editorial del medio que las publica, por lo que la confusión entre la realidad y el deseo, el ruido y la furia, es moneda corriente.

Sí, tenía razón Bernard Shaw cuando dijo eso de que la estadística es una ciencia que demuestra que, si mi vecino tiene dos coches y yo ninguno, los dos tenemos uno. Sí, la democracia, la nuestra desde luego, es un verdadero abuso de la estadística, que decía Borges.

Hablar con los españoles

Por eso ya nadie se escandaliza de la entrevista que el domingo publicó El País con Yolanda Díaz, vicepresidenta del Gobierno. Es tan bochornoso lo que dice y cómo lo dice; es tan paleto lo que transmite, que lo único interesante que asegura esta señora es esto:  "Creo que mi país me va conociendo mejor".  No tenga duda señora: cada vez que habla, eso es lo que sucede. Camino va de parecerse a Evita Perón. Más allá de sus sandeces, esta señora con ínfulas de lideresa, sonroja por la cantidad de veces que niega una y otra vez que ella quiera ser candidata; que no quiere crear -fundar, diríamos en esta caso-, un partido político. La vicepresidenta que la aviesa voluntad de Iglesias Turrión nombró, quiere -no se sonrojen, señores- abrir una conversación con nuestro país,  con la sociedad española. (…) Quiero cambiar la vida de la gente. Pero, claro, uno no sabe cómo se habla con los españoles, ni cómo se inicia una conversación con ellos, como no sea con el manejo de las encuestas. En fin, mejor lo dejamos. Pero ya que tiene tantos asesores, la señora Díaz bien podría tener alguno cerca que le diga que las entrevistas se hacen cuando hay algo qué decir, y sobre todo cuando se está en disposición de que se entienda lo que dice.

Recordarán que Yo Yolanda Yo era aquella ministra que iba a derogar íntegramente la reforma laboral. Octubre  de 2021: Vamos a derogar la reforma laboral a pesar de todas las resistencias. Vale. Cada día me parece más claro que cuando la vicepresidenta habla Sánchez esboza una sonrisa nada inocente.

Entre la polarización y la paralización

España vive en un estado en el que la polarización política no trae otra cosa que paralización. Quiere uno creer,  y permítanme la digresión que, porque vivimos en ese estado casi lisérgico, el Gobierno de Sánchez se atreva a rescatar con 18 millones de euros a la discoteca Pachá de Ibiza sin que nadie se escandalice. Sí, lector, el Gobierno de España al rescate de una discoteca. Degenerando, degenerando.    

Cuanta más bronca y mentiras, más se anima el trampantojo montado en la Carrera de San Jerónimo para decirnos que se hace algo. Pero es sólo una ensoñación; reflejo animado y deforme en los espejos cóncavos del callejón del Gato.

Los únicos que se mueven y no paran son los ERC y los de EH Bildu. Mientras tanto, este país está paralizado y en manos del peor Gobierno de la democracia, dirigido por un presidente trapalón que ya ha calado la mayoría de los españoles. Incluso aquellos que lo van a seguir votando le han cogido la medida. ¿Se acuerdan de aquello de quitar los aforamientos? ¿Reformar la Constitución? ¿El sistema de financiación autonómica? ¿La reforma de la Justicia? ¿Cataluña? ¿La reforma de la ley electoral? ¿La derogación de la legislación laboral?

Todo esto es urgente, pero al parecer no tanto como para abrir una conversación con los españoles que no sea la que nos proponen cada cuatro años. Otra ensoñación a la que sin muchas ganas llamamos democracia. Sí, una democracia con más peros que un peral.

Casado a la baja, Abascal en alza

La última encuesta que hemos conocido es la de El Mundo. No entro en la forma en que se ha hecho, algo que ignoro. Pudiera estar lejos de esa obsesión antes comentada según la cual el demoscópico no distingue entre la realidad y el deseo. Da lo mismo, no me creo que hoy Casado y Abascal tengan mayoría absoluta. Ni hoy ni dentro de dos años con la actual ley electoral.  Me parece increíble que haya hoy una mayoría de derechas, o más exactamente una mayoría de la derecha menguante que sume con la creciente extrema derecha. Estamos en un punto en el que las encuestas claramente no determinan qué pensamos sobre los temas, sino sobre qué temas pensamos. En eso están.

Ahora hay que creer que Casado más Abascal pueden gobernar España. Sigo creyendo que igual que cuando abre la boca Yolanda Díaz, que Sánchez esboza otra sonrisa cada vez que lee una encuesta. No hay mejor manera de movilizar a su parroquia que alentar al personal con que viene la derechona y Abascal en primer tiempo  de saludo sacando pecho.

Casado, deprimido y consciente de que mucha gente, por buena voluntad que tenga, no puede votar a un partido a la gresca. Nadie vota la desunión, los bandazos y la falta de criterio. Con los muy cafeteros no se gobierna este país. Él no. Pero aquella que envenena sus sueños desde la Puerta del Sol, puede que sí. ¿O de esto no dicen nada las encuestas?     

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