Opinión

A contratiempo

Es el peronismo, ¡boludos!

Javier Milei
Javier Milei EFE / Gala Abramovich.

En Argentina, el que no es peronista es un gorila. La animalización del adversario, tan propia en los regímenes totalitarios. Un gorila es un facho, un capitalista detestable, terrateniente, proyanqui, en suma, un asqueroso derechista. Así ha sido desde hace ochenta años, cuando Perón se asomó por vez primera al balcón de la Casa Rosada y ahí sigue, licuado en el peronismo, más que un movimiento, una religión laica que abotarga los sentidos y coarta la razón. Ningún presidente no peronista ha logrado acabar su mandato, salvo el nefasto Mauricio Macri (2015-19), un pijeras relamido con intereses oscuros y que, al estilo de Mariano Rajoy, desperdició la mayor oportunidad del siglo para desalojar de la cancha a esta nefasta plaga.

En las elecciones del pasado domingo, unas primarias obligatorias, sobrevino un hecho sin precedentes. El peronismo perdió en 17 de las 24 provincias, no alcanzó por vez primera en su historia los treinta puntos y se le evaporaron más de siete millones de votos. Un castañazo inaudito, un fenómeno paranormal, porque el ganador no ha sido el otro gran partido nacional, el radicalismo, que compite bajo la enseña de Juntos por el Cambio, sino una formación recién llegada a la escena.

En el país de los políticos fulleros, charlatanes, vendepeines, tramposos, embaucadores, cuentistas y fabuladores, destacar por una brillante verborrea no es tarea fácil. Ahí Valdano. Milei lo logró

El protagonista de la inesperada hazaña ha sido Javier Milei, 52 años, economista, personaje estrafalario de melena desprolija, patillas de libertador, verso de chamarilero del mercadillo de San Telmo y aventador de políticas inconexas y desmadejadas. Inclasificable, original, vehemente, bullanguero, Milei se prodigó en las animadísimas tertulias televisivas donde repartía trompadas dialécticas con enorme generosidad antes de dar el paso a la política activa. En el país de los políticos fulleros, charlatanes, vendepeines, tramposos, embaucadores, cuentistas y fabuladores, destacar por una brillante verborrea no es tarea fácil. Ahí Valdano. Milei lo logró. En apenas un par de años convirtió su perfil de polemista mediático en el líder de un partido, La Libertad Avanza, que acaba de arrasar al bipartidismo argentino. Como en España, las urnas dejaron en calzones a los institutos demoscópicos que redondearon una noche de ridículo y pasmo.

Cuando se habla de campañas ponzoñosas ha de hacerse un hueco a la desatada con este anarquista singular, a quien se le ha tachado de pervertido, homosexual vergonzante y hasta de mantener una relación incestuosa con su hermana Karina, a la que llama 'mi jefe' y que ha dirigido con enorme tino su estrategia electoral. Con un discurso basado en la denuncia de 'la casta política parasitaria, chorra (ladrona) e inútil', importado del 15-M podemita, ha encandilado a los jóvenes (el 35 por ciento del censo tiene menos de 30 años), a los cabreados, a los iracundos, a los antipolíticos, ha cosechado el voto de la ira, del rechazo, de la bronca y del hambre. Más del 45 por ciento de la población malvive por debajo del umbral de la pobreza. Más del 50 por ciento de los niños no puede hacer dos comidas al día.

Es el peronismo, boludos, ese magma mafioso y criminal que controla desde hace ocho décadas los resortes de la que fue una de las cinco potencias económicas del mundo. Un conglomerado de políticos corruptos, empresarios coimeros amarrados a la teta del presupuesto, sindicalistas violentos y asesinos, lobistas apandadores, funcionarios corsarios, jueces de alquiler, policías en la nómina del narco...Una máquina de generar patologías sociales, como dice el escritor Fernández Díaz (ojo, no confundir), de sojuzgar a una sociedad que malvive entre el desaliento y la angustia, el desgarro y la pobreza. Sin seguridad jurídica, sin estado de derecho, sin apenas servicios públicos, una educación abandonada, un sistema sanitario desvencijado, unas infraestructuras oxidadas, eso es el peronismo, el responsable de ese edificio ruinoso en el que han convertido a un país que fue próspero y envidiable.

Su icono es casi una metáfora gore, una feroz motosierra con la que promete poner fin al gasto desmadrado, el latrocinio público, el choricero político y la mangancia empresarial

¿Se puede salir de ese laberinto infernal después de casi un siglo de lavado de cerebros, de ingeniería social, de propaganda obsesiva, de cultivo del analfabetismo y la burricie, de dependencia esclava y servil de las dádivas del Estado? El justicialismo, de la mano de Cristina Kirchner, recientemente condenada a seis años de prisión por arramblar con mil millones de dólares del erario público, intentó renovar su desvencijada estampa abrazándose al trampantojo de la agenda 2030 y su convoy de mercadería rumbosa, feminismo, ecologismo, progresismo y demás supercherías del globalismo.

Milei ha tenido la habilidad de enarbolar el estandarte del hartazgo mediante mensajes contundentes, casi histriónicos, y proyectos que deambulan entre el populismo y la acracia. Pegarle fuego al banco central es una de sus propuestas favoritas junto a la dolarización de la economía, la libre venta de armas, de órganos y hasta acabar con la enseñanza obligatoria y el salario mínimo. Su icono es casi una metáfora gore, una feroz motosierra con la que promete poner fin al gasto desmadrado, el latrocinio público, el choriceo político y la mangancia empresarial. Carece de equipo, de estructura, de tradición, de contactos y de relevancia internacional. El FMI lo desconoce y en Washington se afanan en conseguir su teléfono. El 22 de octubre se celebra la primera vuelta de las generales. Veremos si 'el efecto peluca' se mantiene o se refuerza. Resulta inimaginable que logre aposentarse en la Casa Rosada un outsider tan excéntrico pero decidido a darle tal vuelco al país que es capaz de poner Ushuaia en la frontera con Brasil. Quién sabe, quizás en el territorio de Borges, las ficciones puedan tornarse realidad. No es un gorila, ¡es la libertad, carajo!