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Opinión

La penosa idea de convertir las entrevistas de trabajo en un espectáculo televisivo... ahora

Imagen promocional del programa Job Interview

En el lento e incesante caminar hacia la distopía, los responsables del canal Cuatro han tenido la brillante idea de transformar las entrevistas de trabajo en un espectáculo televisivo. El aquelarre se presenta bajo el título Job interview: estás contratado y muestra procesos de selección de personal con la artificialidad de este tipo de programas, pero con la suficiente claridad como para concluir que ni siquiera los espacios de la vida en los que el alma se somete a una mayor humillación están actualmente libres de cámara y focos.

No hace falta ser un maestro de los negocios para concluir que el espacio tiene un evidente ingrediente publicitario, al igual que aquel llamado El jefe infiltrado, que era patético, y en el que un directivo de una empresa se maquillaba y se ponía peluca, para después presentarse en una oficina o tienda como 'el nuevo' y, de ese modo, escrutar la labor de sus empleados. Al final, tras ponerlos a escurrir, repartía ascensos y viajes para acudir en familia a Port Aventura. En una ocasión, el benévolo patrón concedió al trabajador de una granja el indulto de un ejemplar porcino del que se había encariñado.

En antena se mantienen otros dos programas, en canales de Discovery y Atresmedia, que están destinados a cantar las alabanzas de la policía en sus diferentes misiones urbanas, en las que -no se lo va usted a creer- no se aprecia ningún abuso de autoridad ni una mala palabra por parte de los agentes.

Quizá el rey de este tipo de 'espectáculos televisivos', que sirven para mostrar las miserias del ciudadano de a pie, es First Dates, en el que, cada poco, septuagenarios y octogenarios, solitarios, se prestan a participar en el circo de Carlos Sobera -el de los anuncios de casas de apuestas- e incluso a conversar sobre su actividad sexual con el desconocido o la desconocida que tienen en frente.

Entrevistas como espectáculo

La última idea de Mediaset y Warner Bros ha sido la de crear un docu-reality en el que se retransmiten los procesos de selección de algunas empresas. No existen muchas situaciones más incómodas que las entrevistas de trabajo. Entre otras cosas, porque obligan a camuflar el desinterés a los empleadores que se desmotivan en la segunda respuesta. También porque los demandantes se enfrentan de vez en cuando a la refinada crueldad que transmiten algunas de las preguntas, que se clavan como puñales en el pecho de quien busca trabajo y sólo encuentra negativas. Por eso, la idea de estrenar este programa a las puertas de una crisis que obligará a unos cuantos miles de personas a retomar esta penosa rutina no puede calificarse de acertada.

No han sido los dos principales grupos de televisión privada especialmente 'escrupulosos' a la hora elaborar el menú para su audiencia. Entre otras cosas -el infierno no siempre son los otros- porque una gran parte de los telespectadores reclama carnaza. Eso ha provocado que una de estas compañías se haya especializado en silicona y petardeo; y la otra, en debates donde se demuestra una y otra vez la absoluta estulticia de una buena parte de los portavoces políticos. En realidad, algo parecido han hecho todas las empresas periodísticas, pero lo cierto es que en la televisión tiene más calado, como el gran medio de masas, tal y como revela su cuota de mercado.

Con el nuevo show dedicado a las fingidas entrevistas de trabajo da la impresión de que se ha cruzado una barrera más, en el imparable camino a la total destrucción de la intimidad de todos nosotros"

Con el nuevo show dedicado a las fingidas entrevistas de trabajo da la impresión de que se ha cruzado una barrera más en el imparable camino a la total destrucción de la intimidad de todos nosotros. Este miércoles, daba vergüenza ajena observar el proceso de selección de una empresa de estética personal, en el que la dueña del negocio y su directora de comunicación -aduladora hasta la nausea- pasaban revista a las candidatas entre fingida satisfacción. Se ofrecieron todo lujo de detalles durante el programa. Tal es así que incluso fuimos conscientes de que una de las candidatas no era capaz de controlar sus ganas de orinar cuando se ponía nerviosa. Y, en ese momento, estaba nerviosa. Se le vio incluso cerrar la puerta del cuarto de baño, donde había ubicada una cámara. Afortunadamente, el retrete no se vio.

Un momento penoso

No puede decirse que atravesemos un período histórico en el que centelleen muchas luces entre nosotros. De hecho, los intelectuales han vuelto a replegarse durante esta crisis para dejar todo en manos de tecnócratas y oportunistas, no vaya a ser que cualquier opinión lanzada hoy les mine la posibilidad de ser contratados en el mañana. El panorama mediático tampoco ejerce de faro, precisamente, en este momento de calamidad; y, como muestra, este programa, que alguien decidió que debía emitirse pese a que los españoles han vuelto a 'comer techo' durante sus noches y a rezar todo lo que saben para evitar la ruina.

Seria injusto culpar a las televisiones de esta deriva, pues la mantienen todos los medios, convertidos hoy en día en estimulantes del enfrentamiento y contenedores de todo tipo de anécdotas políticas y estupideces digitales. En estas líneas se ha abundado varias veces en los pormenores empresariales y las luchas de poder que tienen lugar para controlar estas empresas, cuya actitud interesadamente errática explica, en parte, la degradación de este país. Pero, en esta ocasión, Mediaset lo ha puesto fácil para hablar de los contenidos. Es decir, de la materia prima que recibe el público. Y su programa de entrevistas, en tiempo y forma, es totalmente inadecuado.

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