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Opinión

Entre sepultureros y funerarios

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

Cuando era un niño, se contaba en mi pueblo la historia de un sepulturero al que nunca le faltó un pantalón y una chaqueta para el domingo. En ocasiones vestía con una pulcritud que no correspondía a un hombre con ese oficio en la España de los 70. Alguien descubrió el enigma cuando lo vio vestido con el traje con el que habían amortajado a su padre. Vamos, que encontró bajo tierra una sastrería a su medida y por la patilla. Lo único que hacía falta es que el finado tuviera más o menos las mismas medidas. Creo recordar que el hombre en cuestión tenía el premonitorio nombre de Aguedo. 

Ahora los sepultureros no llevan estos nombres de pila. Disimulan. No han de desenterrar a nadie para vestir con decencia. Ni tienen que enterrar ni achicar huecos en las sepulturas. Hay funerarios y enterradores fuera de los cementerios pero que, al igual que los muchos aguedos que hay por toda España, no paran de cavar y de hacer hoyos. Y, como les digo, no siempre se trata de enterrar a un cadáver. 

Cavando, cavando hemos hibernado la economía. Cavando, cavando, nos han confinado en nuestras casas mientras los trabajadores entran a los vagones del Metro y toman el autobús o podemos hacer nuestras compras en los súper. 

El que trabaja en un medio privado es sospechoso para el vicepresidente Iglesias, que no esconde su deseo de que todos deberían ser públicos. ¿Para qué, señor Iglesias, para qué?

Cavando, cavando insisten en que ya ven el pico de la pandemia, que está ahí, que lo tocamos con los dedos, pero aquí sigue dando vergüenza pronunciar el número de muertos. Los del Gobierno y los que no registra el Gobierno. 

Cavando, cavando exponen a altos mandos de la Guardia Civil, el Ejército y la Policía Nacional en ruedas de prensa que no les corresponden, descubrimos que algunos de ellos trabajan para el Gobierno. Para que sus errores, que son muchos, parezcan menos. Van a conseguir meter en el hoyo el prestigio bien ganado de militares y resto de las Fuerzas Armadas. Sáquenlos de esas ruedas de prensa infames. Déjenlos trabajar en silencio y en sus despachos. No los sometan a una presión para la que no les pagan ni han sido ejercitados. Si se trata de mentir, que lo hagan los que saben, los políticos. El Gobierno asegura que lo del general Santiago fue un error. Que se hizo un lío. Que fue un lapsus, asegura acertado Marlaska: o sea, que se le escapó la verdad.

El lapsus del general 

Pero yo veo el momento en cuestión y creo que aciertan los que aseguran que el guardia civil está leyendo un papel y los que no. Hay quien me dice que el general hizo lo que hizo y leyó lo que leyó harto de la situación. Se inmoló y punto, me insisten. Curiosa manera esta de errar. Es lo de Unamuno, que improvisaba de maravilla porque lo llevaba escrito. Sí, será eso. 

Cavando, cavando, van haciendo agujeros por si hay que meter ahí la libertad de información que nos queda en estos momentos. Cavando, cavando, hay quien desde el Gobierno sugiere la necesidad de “monotorizar” las opiniones que se dan y escriben mientras el CIS pregunta y mezcla todo, redes sociales, bulos y medios de comunicación libres que estos días se cuestionan -es su obligación, su única obligación-, la verdad oficial, siempre sospechosa y taimada. El que no está en su línea está en su contra. El que no está en los medios que ven, leen y escuchan sin sobresaltos forma parte de la ultraderecha mediática. El que trabaja en un medio privado es sospechoso para el vicepresidente Iglesias, que no esconde su deseo de que todos deberían ser públicos. ¿Para qué, señor Iglesias, para qué? 

Una mesa no es un pacto

Y el que se permite hablar de una crisis latente entre los ministros socialistas ninguneados, cuando no despreciados, por Iglesias y los suyos, entonces llegan mensajes desde la covachuela de Ivan Redondo y te declaran anatema.  

Ahora dicen desde ahí, y algunos de mis compañeros lo repiten muy ufanos en las tertulias, que el PP tiene la obligación de arrimar el hombro y pactar con el Gobierno. Y para darse la razón invocan aquellos pactos en los que estuvieron Fraga y Carrillo. Qué ganas de enredar. Qué ganas de cavar en nuestra memoria. Fraga, un ministro, que lo fue de Franco y pactó con Carrillo, un dirigente comunista que aparecía en público con la bandera constitucional española, que se declaraba juancarlista y que en su hoja de ruta no estaba traer la república o mandar al paro al Jefe del Estado. 

¿Cómo sabrán desde el PSOE lo que desean los votantes del PP? Porque lo que sí sabemos es lo que querían los del PSOE, es decir, lo que se les prometió a cambio del voto: un Gobierno sin Podemos, para poder dormir bien en La Moncloa, y sin pactos con los separatistas, para salvaguardar la unidad de España. ¿Eso fue así o me lo estoy inventando yo? 

Casado: con Iglesias no

O sea, que hay quien desde el PSOE espera que Casado ponga sus votos para que el vicepresidente segundo siga reclamando un referéndum en Cataluña. Para que Casado se calle cuando el de Podemos va a la cárcel a hablar con un sedicioso. Que calle cuando cuestiona al jefe del Estado y aboga por el advenimiento de una república. Lo que quieren es que Casado desaparezca del mapa.

Por eso, el presidente del PP hace bien en poner sus condiciones y llevar al Congreso la llamada mesa de reconstrucción en una Comisión parlamentaria que puede terminar o no en un acuerdo. Y por eso viene a cuento aquello que le atribuyen a Napoleón: si quieres que algo se haga pronto, nombra un responsable. Si quieres que algo se eternice, crea una comisión. Y así al menos evitas que lo presenten como un político egoísta que no arrima el hombro, pero delimita claramente la responsabilidad de Pedro Sánchez en esta crisis. 

Cierto es que estará junto, aunque no revuelto con Podemos y los separatistas que se apunten, pero llegará el momento, si llega, de volver a poner las condiciones para unos presupuestos alejados del populismo que sueña Pablo Iglesias, y su compañera, la que sigue pidiendo una salida antifascista y feminista de este lío. Como dice un amigo, con semejantes compañeros ni a recibir una buena herencia. 

Una mentira grosera

¿Lo recuerdan? "Necesito a un vicepresidente que defienda la democracia española, que diga que este país tiene un Estado social y de derecho, que el poder judicial es independiente del ejecutivo y que aquí no se persigue a nadie por sus ideas". Es tan grosera la mentira y el engaño a los votantes del PSOE que no me extraña que la única salida de la factoría de Redondo & Cía sea la de calificar de ultraderecha mediática a los que recordamos que eso que está escrito lo dijo Sánchez a finales de septiembre del año pasado. Hay que tener mucho arresto para embarcarse en una aventura política con semejante compañía, incluso en una anodina mesa o comisión parlamentaria. Que Casado recuerde aquello del Conde de Romanones: para ustedes las comisiones que yo me quedo con los reglamentos.  

Seguirán cavando. Seguiremos señalando los peligros del hoyo, y denunciando el gesto adusto y malencarado de sepultureros y funerarios lejos de los cementerios. Los de verdad están desbordados y demostrando como nunca oficio y humanidad. Seguirán los bulos gubernamentales. ¿Dónde está el millón de test prometido? Y lo seguiremos señalando. ¿Dónde los 300 millones ofrecidos por Pablo Iglesias a las autonomías el 18 de marzo? Y así, hasta que nos dejen. 

Y les digo lo de la semana pasada, que en esto hay pocos cambios 39 días después del estado de alarma: tengan mucho cuidado al poner la televisión. Avisados quedan. 

   

 

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