Opinión

Un enorme pastel de lelas

Nadie dijo que la política fuera un juego limpio, pero sería de agradecer que no nos avergüencen ni nos tomen por idiotas

Belarra y Montero, en el Congreso de los Diiputados
Belarra y Montero, en el Congreso de los Diiputados

Ver a Irene Montero haciendo pucheritos porque tiran por tierra de una vez su nefasta ley no tiene precio. Mucho pucherito, pero nada de pedir perdón o de dimitir, que en el supermercado no pagan igual. Ella con su historia de siempre y huyendo hacia adelante: “las feministas con esta ley hemos puesto en el centro el consentimiento”. La señora ministra todavía no se ha enterado de que lo que ha puesto en el centro ha sido la reducción de condenas y excarcelación de agresores sexuales.

Por mucha penita que pudiera dar verla sentada junto a Ione Belarra, cabizbajas ambas, con el color de sus trajes a juego con el de sus ojeras, lo tengo que reconocer: pena, ninguna.

Alguien que entiende por educación sexual el hablar de tener sexo con el periodo o con la luz apagada, mientras las cifras de enfermedades por transmisión sexual se disparan, especialmente entre los jóvenes, estoy de acuerdo en que no merece llorar en el congreso, merece hacerlo en su casa. Y mucho.

Rauda y veloz salió a defenderla su queridísima amiga Pam. Aunque, cuando te defiende la más tonta del grupo, no suelen salir bien las cosas: “no todo es culpa de Irene Montero”. Si alguna vez me vais a defender así, mejor no digáis nada, que ya me defiendo yo. Ya no sabe una si esto es una defensa o si las ratas están abandonando el barco y pidiendo vez en el velerito capitaneado por Yolanda Díaz.

Quien votó a favor es tan culpable o más que quien la puso sobre la mesa, porque los disparates no se aprueban si no hay quien los apoye

A veces se me olvida que esto de la política consiste en quién miente mejor, quién es el más falso o el más hipócrita, sin que se le note mucho, a ver si nos la cuela. Siento decírselo así a la señora Ana Oramas, portavoz de Coalición Canaria: siga practicando, doña Ana, que no ha colado.

Tanta dignidad y tanto perdón que exige para las mujeres perjudicadas por la ley del solo sí es sí, no pedía cuando votó a favor. Y quien votó a favor es tan culpable o más que quien la puso sobre la mesa, porque los disparates no se aprueban si no hay quien los apoye. Supongo que podemos esperar sentados a que pida perdón, mientras exige a los demás que se disculpen. No la veía tan indignada, desde la última moción de censura, en la que se dedicó a echar pestes sobre su presidente, para finalmente negar el apoyo a la moción.

Toda la indignación de esta mujer siempre es igual: yo te apoyo, yo te voto, si tengo la oportunidad de ponerte verde lo hago, pero sigo apoyándote, porque mi sueldo no se paga solo.

Como eran pocas en el circo, entra en escena Macarena Olona. Por si alguien no se ha dado cuenta, después de su salida de Vox esta mujer está empeñada en que pensemos todos que se le ha ido la cabeza. Tan pronto un día se levanta hablando de que el multiculturalismo no es otra cosa que un intento fallido en toda Europa, predicando sobre la familia tradicional, como que al día siguiente está felicitando el Ramadán o aplaudiendo con las orejas un anuncio de una bebida alcohólica, en el que un abuelo aprende a maquillar para apoyar a su nieto transexual, porque, como todo el mundo sabe, si un hombre se maquilla se convierte automáticamente en mujer y todos tan contentos. Ni puedo con los anuncios que se suben al carro del pensamiento progre y que encima la pifian cuando pretender adoctrinarnos, ni puedo con la trayectoria de la recién empresa creada por la señorita Olona: Incongruencias Macarena S.L.

Me parece un plan brillante: “hablar sobre la ropa es superficial, así que aquí estoy yo con mi modelito, para que hablemos de la ropa”

Seguro que estuvo pensando mucho rato sobre cómo apuntarse al numerito circense, antes de hacerse una foto con un mono morado, (en realidad es lila, lo siento, tengo esos genes que necesitan hacer esta diferenciación entre los colores), y publicar en Twitter que el debate sobre la ropa tan conjuntada que lucían Belarra y Montero es superficial y no aporta nada. Me parece un plan brillante: “hablar sobre la ropa es superficial, así que aquí estoy yo con mi modelito, para que hablemos de la ropa”.

Visto lo visto, por mí os podéis vestir todas de verde pistacho, de azul petróleo o de lila pastel, que me parece todo un pastel de lelas.

Por mucha vergüenza que me dé compartir género con estas señoras, hay que ponerle la guinda a este pastel y no podemos olvidar que, si hemos tenido que ver este penoso espectáculo, solo hay un único responsable. Recordemos quién ha apoyado a estas mujeres, presumido de una ley que “será un modelo a seguir por toda Europa” y que ahora pone sus cabezas en una pica cuando se acercan las elecciones. El mismo que decidió formar gobierno rodeándose de mujeres ineptas, incapaces e ignorantes.

Nadie dijo que la política fuera un juego limpio, pero sería de agradecer que no nos avergüencen ni nos tomen por idiotas, que tanto pastel de estupidez e incompetencia, empacha.