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Opinión

De menas y terrazas

PP y Vox han conseguido hacerse con el ritmo de la campaña mientras sus rivales de la izquierda van a remolque

Adictos a las restricciones
Dos personas con mascarillas en una terraza. Europa Press

O nos vamos de cañas con Ayuso o llevamos a Monasterio a la fiscalía por un cartel incendiario de odio contra los menores migrantes y así consiguen las dos centrar el juego en campaña dejando a la izquierda de pagafantas. El PP y Vox están consiguiendo marcar el ritmo y la agenda de la campaña, bien por ser Madrid el símbolo de la apertura mientras la pandemia campa a sus anchas, bien por llevar al extremo con un cartel intolerable el discurso de los de ultraderecha.

Los demás partidos van a remolque, reaccionando contra la candidata del PP, Isabel Díaz Ayuso, por defender sus medidas sanitarias en dirección inversa a las decretadas por Moncloa y por otras comunidades que han sido mucho más estrictas, como Cataluña, donde la mayor parte del sector de la restauración desearía instalarse en Madrid, obvio.

Inmigración y delincuencia

Y por otra parte, contra la candidata de Vox, Rocío Monasterio, que utiliza un tema tan polémico como es vincular inmigración con delincuencia y con la denuncia de que estos ciudadanos los que viven mejor que los españoles. En especial, la comparativa errónea de que un mena recibe al mes 4.700 euros y una pensionista 426. Estas dos pelotas, las de las cañas –o sea, la apertura de las terrazas en su gestión de la pandemia- y la de los supuestos beneficios que reciben los ciudadanos no españoles, han obligado al resto a sus rivales a tomar partido, a ir a remolque, a pagar la fiesta.

De momento tenemos tan sólo encuestas. Los ciudadanos van a poder pronunciarse el 4-M, aunque de momento la demoscopia sitúa a Ayuso como ganadora y a Vox le augura buenos resultados. Derecha y ultraderecha podrían gobernar la Comunidad los próximos dos años. Cierto, son sólo dos años, pero gran trampolín también para los que como el líder del PP, Pablo Casado, piensan en las generales camino de la Moncloa. Casado asegura que con quien va a pactar es con “los ciudadanos”, con los madrileños. Una afirmación que se quedará en un titular vacío si no consigue una mayoría suficiente puesto que se verán obligados a pactar con un doble escenario: o vuelven PP y Cs o cambia de pareja y lo hace con Vox. No hay mucha más alternativa.

La derecha está movilizada y unida como siempre, es decir Isabel Díaz Ayuso no ha hecho ascos ni a Edmundo Val ni a Rocío Monasterio mientras que el líder del PSOE en Madrid, Ángel Gabilondo, cierra la puerta a Pablo Iglesias

Defender el centro político no es fácil, pero jamás lo tuvo tan a huevo Ciudadanos liderando en Cataluña, gobernando en Andalucía y con casi 60 diputados en el Congreso. De la nada, de un desnudo, pero picando mucha piedra y con muchas horas de trabajo tocó el cielo, y enloqueció. Bien lo sé, porque de esos 15 años que tiene el partido, siete los viví intensamente desde la trastienda para que se viera el proyecto político.

Muchos viajes a Madrid con Albert Rivera. Muchos. De un chocolate en San Ginés cuando nadie le conocía a protagonizar foros empresariales y periodísticos del más alto nivel. De una Inés Arrimadas en sus primeras horas de vida política debutando en una pequeña televisión del mítico taxista Justo Molinero a las más altas tribunas políticas, de lo que deben ser los grandes escenarios del servicio al ciudadano como son un Parlamento o el Congreso. De teletaxi a La Sexta o a Telecinco. Nació Albert Rivera, vi nacer y crecer a Inés Arrimadas, a Ignacio Aguado, a Begoña Villacís o, entre otros, a Juan Marín. Ese escenario que han vivido hasta finales de 2019 no va a volver en años, o quizás jamás vuelva. Sí que parece que el color naranja se apaga mientras luce el azul y despunta el verde.

No se sabe si entrará Cs en la Asamblea, aunque son muchos quienes le anuncian ya una sentencia de muerte, tanto desde la derecha como desde la izquierda –en Cataluña los independentistas contentos de aniquilarles- y tampoco hay certeza de cómo va a funcionar el matrimonio separado de Mas Madrid y Unidas Podemos. La derecha está movilizada y unida como siempre, es decir Ayuso no ha hecho ascos ni a Edmundo Bal ni a Rocío Monasterio mientras que el líder del PSOE en Madrid, Ángel Gabilondo, cierra la puerta a Pablo Iglesias. Como siempre la debilidad de la izquierda está en que no se moviliza igual que la derecha y que cuando se trata de sumar le da muchas vueltas, tantas que hasta Pedro Sánchez volvió a convocar unas generales causando heridas mortales a Ciudadanos y la baja de Albert Rivera que no supo ver que en lugar de girar el timón a la derecha debería haberle tendido la mano al presidenciable Sánchez, y brillar desde una vicepresidencia que ha logrado –por poco tiempo- ocupar Pablo Iglesias.

Madrid es ciudad para irse de cañas, es así, forma parte de su modus vivendi, no se encierra después del trabajo como sí se hace en otras zonas, como por ejemplo en Cataluña

Eso de irse de cañas con Ayuso debería estar incluido en la campaña. Esa aparente frivolidad, en estos tiempos peculiares, le va a funcionar. Cuando estás al límite y no tienes qué comer o con qué pagar los créditos, que las UCIS estén a rebosar importa poco. Quieres convencerte de que a ti no te va a tocar y que necesitas esa actividad para vivir. Es ahí donde encuentra su parroquia el PP. Simple. Con sus decisiones en este campo, llega al obrero, al autónomo o gran empresario.

Madrid es ciudad para irse de cañas, es así, forma parte de su modus vivendi, no se encierra después del trabajo como sí se hace en Cataluña, por ejemplo. Son maneras de vivir muy diferente y, a causa de la pandemia, Ayuso ha conectado con los ciudadanos como antes no lo había hecho, porque más bien metía la pata. Ha conectado con aquellos que trabajan y que les encanta tomar una cervecita tras un duro día de trabajo, conecta con los camareros que las sirven y que gracias al trabajo pueden pagar sus facturas, y conecta con el empresario que regenta esa cafetería, bar o restaurante. Hasta grupos de franceses y alemanes, sabedores de lo que estaba pasando en Madrid, se sumaron a la fiesta de las cañas.

Queda mucho de campaña. Que el sentido común reparta propuestas y gestión y atenúe el odio en una sociedad altamente fatigada por los estragos causados por la pandemia. Cuídense, con mascarilla siempre.

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