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Opinión

La derecha se rompe y Sánchez arrasa

El candidato del Partido Popular a la presidencia del Gobierno, Pablo Casado (2-i), valora los resultados electorales en la sede de su partido en Madrid.

La victoria de Sánchez es incontestable, no por méritos propios, sino por los errores de los adversarios. Ni siquiera va a necesitar a los independentistas para gobernar, que era su gran baldón hasta ahora, y que podía lastrar su campaña para las autonómicas y municipales del 26-M. Le bastará el apoyo de Podemos y del PNV, siempre dispuesto a recoger las nueces. Lo peor es el auge de los partidos independentistas, de Bildu y ERC. ¿Qué país tenemos?

Un país en transición

La suma de las tres fuerzas del centro-derecha -PP, Cs y Vox- ha conseguido más votos que PSOE y Unidas Podemos juntos. No hay que culpar al sistema electoral, ni a la fórmula D’Hondt. Ya sabían esos tres partidos de la derecha que existía, y cuáles eran sus efectos. Sin embargo, parecieron olvidar que en las circunscripciones pequeñas y medianas funciona casi como uno mayoritario, y beneficia a quien saca más votos. Conclusión: la división es estúpida.

Este es un país que aún no ha entendido cómo funciona un régimen representativo con ley proporcional corregida y Parlamento fraccionado. Sin unidad electoral, ni grandes partidos o fusiones que unan a varias opciones, las posibilidades para rentabilizar los votos disminuyen mucho. El PSOE se ha beneficiado de la cándida división de la derecha, del personalismo de alguno de sus líderes, incapaces de asumir la responsabilidad de unificar fuerzas. Ha sido ridículo anunciar la coalición después de las elecciones, y negarla antes, que es cuando se saca más beneficio a la unión.

La derechita fanfarrona

La verdad es que ha sido chocante ver a Abascal, Ortega Smith y Rocío Monasterio exultantes en la noche electoral porque gobiernen los socialistas con el apoyo de los populistas bolivarianos y el PNV. “Se va a oír la voz de la resistencia”, dice uno. “Ha empezado la reconquista”, dice el otro. “Sin miedo a nada, ni a nadie”, dice el líder tomando una frase mitinera del Blas Piñar de 1977. Quien verdaderamente está contento por el auge de Vox es Pedro Sánchez.

La organización nacional-populista ha conseguido llevar tras de sí a los votantes más preocupados por la unidad nacional, cansados del PP y de Ciudadanos. Esto ha sido posible, no solo por el declive de los populares, que arrastran sus cadenas marianistas, ni a que Vox saque el voto ultra que antes no aparecía, sino porque le han funcionado las técnicas populistas que se estilan en otros países. El problema es que su éxito, esa consolidación meteórica y el discurso potente, arrastre al PP a modos parecidos, porque el populismo es contagioso.

Unidas Podemos mal, pero bien

La estrategia de Pablo Iglesias de detener la caída por el agotamiento de la fórmula, las peleas internas, y la podemización de Sánchez, ha sido un éxito a medias. Ha perdido la mitad de escaños, pero aumenta su influencia sobre el poder. Una buena parte de sus votantes se han ido al PSOE, pero ha conseguido poner a Sánchez justo donde quería: ser imprescindible para constituir un gobierno de izquierdas.

No ha cometido los errores de 2016, cuando salió exigiendo ministerios, direcciones generales y RTVE. La maduración del proyecto, aun a costa de mucha sangre política y batacazos, es evidente. El peso de los podemitas en el gobierno sanchista, si finalmente se forma, será considerable. Es más; su situación es envidiable: el tándem con el PSOE será una baza importante en las elecciones autonómicas y locales. En esa maduración, Iglesias se ha dado cuenta de que no debe insultar a su socio, por una cuestión de inteligencia poselectoral; asunto todavía pendiente en Vox.

El PSOE, Ciudadanos y el centro

Es evidente que el PSOE de Sánchez ha ocupado el centro del tablero político -sea eso lo que sea-, porque Ciudadanos decidió suplantar al PP. Los estrategas de Rivera entendieron que Ciudadanos tenía el mayor número de indecisos, la mitad respecto al recuerdo de voto de 2016. De esos, la misma parte dudaba de votar al PSOE que al PP. La clave estuvo en que la fidelidad del votante socialista alcanza el 75%, y del popular apenas llega al 45%. Por tanto, era más fácil para Cs invadir territorio del PP.

De ahí que abandonara el centro para girar a la derecha, y que Rivera escenificara de forma exagerada la negativa a pactar con Sánchez. Se trataba de convencer al elector del centro-derecha, y que esa formación que era socialdemócrata hace 18 meses, se convirtiera en el líder del centroderecha español. A Ciudadanos la ha salido bien, y coloca a la formación de Rivera en disposición de pactar con el PSOE en cualquier comunidad y ayuntamiento tras las elecciones del 26-M.

El PP, a la refundación

Los resultados del Partido Popular han sido muy malos, con casi la mitad de escaños que tiene el vencedor, el PSOE. No se ha conseguido detener la caída, no ha habido tiempo para edificar en el solar que dejó Mariano Rajoy, ni se ha rentabilizado la obtención del gobierno en Andalucía. No ha sido suficiente el papel de Cayetana Álvarez de Toledo para animar al voto de la derecha en Cataluña y en el resto de España.

La presión sobre Pablo Casado para que inicie la refundación del partido va a ser considerable. Lo dirá la prensa, en medio de la campaña de las elecciones del próximo 26-M, y habrá quien postule a Feijóo como una fórmula intermedia entre el marianismo y el sorayismo, que será más centrismo y más tecnocracia.

Ciudadanos avanza y Vox no parece estancarse, y la única fórmula de éxito en un panorama tan fragmentado, con esta ley electoral, son las coaliciones electorales. Es hora de que la derecha se ponga a pensar y decida.

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