Permítanme que acomode el titular de este humilde billete a la obra de Lope de Vega “El juez de su causa” que muchos de ustedes conocerán. Pero es que no se puede ni se debe ser juez – o fiscal – y parte, como los muchos sabios en Derecho que me honran con su lectura saben. Vivimos actualmente en España, en este sentido, un episodio kafkiano, digno de una obra absurda, surrealista. Un Fiscal General del Estado se niega a dimitir de su cargo y exige que se impida a los medios de comunicación que informen acerca de su causa. ¡En lugar de batallar por limpiar su nombre y el del elevadísimo cargo que ocupa lo que quiere es silenciar a la gente que hablamos del mismo! Lógicamente, el Supremo se ha opuesto y trece Fiscales de Sala, entre los que figuran dos ex Fiscales Generales del Estado, le exigen a García Ortiz, el Fiscal imputado, que dimita debido a que está sometiendo a la institución a una “tensión insoportable”. Como recordarán, el Fiscal General del Estado está siendo investigado por un presunto delito de revelación de datos de la pareja de Isabel Díaz Ayuso.
El asunto es tan grave que ataca directamente a los pilares del Estado de Derecho. Un Fiscal General no puede negarse a responder al juez, como ha hecho García Ortiz, ni puede pedir que los medios no hablen de su caso, ni mucho menos permanecer en su cargo con el desgaste y desprestigio que causa a una institución que debería detentar la máxima transparencia y solvencia. Algo similar sucede con el Constitucional, totalmente subordinado a Sánchez, aunque debemos precisar para quienes no lo sepan que éste no es un tribunal como el resto, porque su misión radica en pronunciarse acerca de si una ley es o no es constitucional. Punto. Pero el desconocimiento por parte de la opinión pública es tan grande que, si le sumamos las mentiras y consignas gubernamentales, al ciudadano de a pie le resulta difícil pronunciarse de manera racional.
El asunto es tan grave que ataca directamente a los pilares del Estado de Derecho
Y, sin embargo, es muy simple. Hay un Fiscal General del Estado que está siendo investigado por haber cometido un ilícito, presuntamente. Bien. ¿Dejaría usted que le interviniera quirúrgicamente un cirujano que tiene en su haber varios cadáveres? ¿Permitiría que le llevase las cuentas un asesor que ha cometido desfalco? ¿Encargaría un banquete de bodas a un cocinero que ha intoxicado varias veces con sus platos a los comensales? Digo todo esto sin pretensión de vulnerar la presunción de inocencia, por descontado, pero es justo decir que un fiscal al que están juzgando por una conducta que, de ser probada, sería incompatible con la dignidad y probidad del cargo, debiera, por ética, dimitir motu proprio y, caso de no hacerlo, ser cesado fulminantemente por quién le nombró. Por aquello de que la mujer del César ha de parecer honrada, además de serlo.
No es ese el modus operandi ni de Sánchez ni de su Fiscal, que se empeñan en no dar explicaciones, lanzar balones fuera o, directamente, exigir silencio informativo. Una salvajada más, aunque de las más graves, que sufrimos los españoles en este régimen sanchista al que no siguen ya ni los suyos. Las dos manifestaciones contra PP y la derecha, que tenían que ser abrumadoras según sus convocantes los sindicatos UGT y CCOO, apenas contaron con 300 personas en Barcelona y 500 en Madrid. Y eso siendo generosos, que servidor vio la de la Ciudad Condal y si había cien personas, entre carguillos y abuelitos, ya había muchos. Es el precio que el autócrata monclovita empieza a pagar. Como su Fiscal, en otro orden de cosas. O como Begoña, o el hermanísimo, o Ábalos. O los asuntos relacionados con las mascarillas adquiridas en pandemia, que está al caer. La gente ha acabado harta de tanta impostura. Hasta los socialistas. Quizás no irán en contra de los que reivindican históricamente como “los suyos”, como me decía un viejo socialista, pero no moverán ni un dedo en favor de Sánchez. Unos, los más, se irán a la abstención; otros votarán al PP, otros incluso a VOX – y no son pocos, créanme – mientras que muchos lo harán en blanco. Y es lógico y justo que sea así porque, como dijo San Agustín, sin la justicia, ¿qué son los reinos sino una partida de salteadores?
Talleyrand
04/02/2025 08:43
Poco a poco el Estado (instituciones, funcionarios…) va cayendo ante el,golpe de estado del psoe. Un Constitucional convertido en tribunal no jurídico sino político que enmienda al Tribunal Supremo, una fiscalía convertida en comisaría política del psoe, un Congreso secuestrado por los mismos y en manos de una obediente política…antidemocratica que calla a unos y protege a otros… Los ciudadanos ya no creemos en esta falsa democracia que además nos esta arruinando y se utiliza para proteger a delincuentes que dicen que son progresistas. Duele pero es la verdad.
Playero
Y una mayoría del resto de los españoles elegiríamos que se larguen.