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Opinión

La educación y la pobreza irreversible

Este Gobierno empieza a ser la primera complicación de los bebés que nacen con menos recursos en España

La ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra (d), junto a la ministra de Igualdad, Irene Montero (i)
La ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, junto a la ministra de Igualdad, Irene Montero.

El inicio del verano para un estudiante que comienza su vida adulta, o está en medio de ella sin querer reconocerlo, es una época de altibajos. Frustración y esperanza mezcladas con la constante de la incertidumbre y el vértigo por la toma de decisiones trascendentales, cuando la única certeza son las ganas de disfrutar del verano. Ir o no a la universidad, a cuál, a qué. ¿Otro máster mientras busco trabajo? Irse al extranjero a estudiar o mudarse a otra ciudad española, generalmente Madrid. Opositar o no. A qué. Pero esas dudas no son iguales para todos los estudiantes porque no todos tienen las mismas opciones, ni las han tenido desde el inicio de su formación y ahora empiezan a ser conscientes de las consecuencias de dichas diferencias. ¿Qué mejor momento para hacer una campaña publicitaria y politizar esos sentimientos de injusticia y frustración, poniendo nombre y causa, pero no solución, y afianzar el odio de clase y su próximo voto?

Ione Belarra, la designada por Pablo Iglesias como su sucesora al frente de Unidas Podemos y del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, ha aprovechado este momento no para anunciar medidas encaminadas a disminuir la desigualdad de cuna, sino para lanzar una campaña de publicidad.

El anuncio muestra una sala de hospital con dos sanitarios que anotan los datos, con el ceño fruncido, de un bebé que nace en una familia con ingresos de 75.000 euros. Después hacen lo propio, pero con gesto lastimero, ante otro bebé cuya familia ingresa 12.000 euros pronunciando la nauseabunda frase: “Otro que va a tener complicaciones”. Qué dolor escuchar esa frase para quienes hubiesen deseado que su bebé al nacer sólo hubiese sufrido complicaciones económicas y en vez de otro tipo de complicaciones irreversibles. Belarra acompañó el anuncio con las siguientes palabras en Twitter: “Los privilegiados quieren hacer creer que el éxito económico depende solo del esfuerzo personal. Falso. La mayoría de los que nacen ricos morirán ricos aun sin esforzarse y la mayoría de los que nacen pobres morirán pobres aunque se esfuercen”.

Creer en el esfuerzo personal no sólo da esperanza de mejorar su situación de partida a todos los individuos, nazcan donde nazcan, sino de creer en sí mismos más que en los gobernantes

Hay algunas cosas ciertas en esa frase, por ejemplo que el éxito económico no depende sólo del esfuerzo personal. Esto es conocido por quienes no han gozado de buenos contactos como los ha tenido ella, con una formación visiblemente paupérrima y una carrera política meteórica, desde que su mejor amiga de facultad, la ministra de Igualdad Irene Montero, pasó a formar parte del núcleo íntimo de Iglesias. Sin duda el odio de clase se afianza con personas como ella, aunque no en el sentido que desea.

Belarra destila crueldad al afirmar que una persona morirá pobre aunque se esfuerce por el hecho de haber nacido pobre. Con ella en el Gobierno, suena más a amenaza y proyecto de país. Ese determinismo de clase que busca un voto cautivo de por vida, la sumisión perpetua a un partido, la clase como identidad, como conciencia de odio inalterable. Creer en el esfuerzo personal no sólo da esperanza de mejorar su situación de partida a todos los individuos, nazcan donde nazcan, sino de creer en sí mismos más que en los gobernantes. Un pueblo consciente, un país de ciudadanos y no súbditos ignorantes.

Políticas educativas

Quizá ahí esté la clave. Para que el esfuerzo personal sea una forma de ascensor social, ha de tener una estructura que permita subir con él y no quedarse atascado en peldaños inferiores. Es cierto que existen desigualdades de cuna, y siempre existirán bajo cualquier sistema político. En unos, las determinará el dinero y en otros, la cercanía al poder. Pero lo que mitiga la desigualdad de cuna no es el impuesto de sucesiones sin adscripción de ningún tipo, ni los subsidios en sí mismos, sino las políticas encaminadas a ofrecer las oportunidades educativas que lleven a la emancipación de los individuos. Una buena educación que sirva para algo más que para acabar en el paro.

¿Cuál es el producto de una educación inútil con aprobado general? El ministro de Universidades, Manuel Castells, afirmó, con una insoportable condescendencia clasista, que “el suspenso es elitista, machaca a los de abajo y favorece a los de arriba”. ¿Cómo creen estos ricos de presupuesto público que es la gente humilde, sin talento para estudiar, sin amor por la lectura? Los entornos familiares influyen mucho, pero por ejemplo el entorno de violencia de género es de los que más influyen y éste no depende de la renta. El que nace con poco sólo tiene su esfuerzo, su talento y su inteligencia, que, para información del señor Castells, son atributos que no los da ni la renta, ni los contactos. Pretender arrebatar el único patrimonio con el que nace un bebé sin recursos económicos, al eliminar el suspenso y crear un sistema en el que el esfuerzo no le permita mejorar su condición económica, es arrebatarle de adulto sus esperanzas, sus herramientas vitales, su futuro y hacerle dependiente. Necesita más oportunidades, no menos suspensos.

La ignorancia y la pobreza son los elementos que perpetúan a cualquier régimen despótico en el poder. Este Gobierno empieza a ser la primera complicación de los bebés que nacen con menos recursos en España. Para que la pobreza no sea una condición irreversible y exista un ascensor social que reduzca la desigualdad, no hay que crear caros e inútiles organismos, ni invertir en publicidad partidista, sino en una educación emancipadora de calidad.

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