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Opinión

Educación para los votantes

La izquierda ha renunciado a la igualdad en favor de la identidad. Ha optado por el sentimiento frente a la razón

La ministrad de Educación, Pilar Alegría, recibe la cartera de la mano de su antecesora, Isabel Celaá. Europa Press

Decía Salvador de Madariaga, ministro de Educación en la II República, en sus ensayos sobre España, que el dilema entre enseñanza laica y religiosa se resuelve con la libertad. Entre una y otra: enseñanza libre. La democracia del 78 ha sido incapaz de construir un sistema educativo estable. La decena de leyes educativas, todas socialistas menos dos del PP - una derogada por Zapatero antes de entrar en vigor- no han hecho mas que crear inseguridad en el sector esencial de la sociedad, sometido a los vaivenes de los cambios legislativos cada comienzo de curso. En realidad, España tiene 17 sistemas educativos propios, lo que lejos de generar una idílica competencia ha creado notables desigualdades. No hay que echarse las manos a la cabeza sino asumir la realidad o tal vez la frustración de no ser un país como Francia con un sistema igual para todos.

Rodríguez Zapatero no podía renunciar a la tensión y al enfrentamiento en favor de un pacto PSOE-PP que hubiera resuelto hace diez años el gran problema de España con su educación

El auge del independentismo, nacionalismo, regionalismo o localismo se entiende gracias a la capacidad legislativa que en materia de educación tienen los parlamentos autonómicos. Lejos de cualquiera de los ismos anteriormente citados, Madrid tiene su propio modelo y prepara una ley maestra para frenar hasta el límite de sus competencias la invasiva ley Celaá. La protección de los conciertos educativos refuerza un modelo que ampara y fomenta la libertad de elección de los padres. Hete aquí el cogollo del meollo. Incluso un socialdemócrata clásico como el políticamente abrasado por el sanchismo, Ángel Gabilondo, discute desde su excelencia académica el derecho de los padres a escoger la educación de los hijos.

El gran debate entre el modelo estatista y el liberal radica en este punto. Con una diferencia notable ya que el segundo modelo no invalida al primero. Ningún partido conservador lleva en su programa la supresión de la educación pública. No obstante, como explica el profesor Gabilondo, ambos modelos deben convivir siempre y cuando los recursos para el sector público estén cubiertos. Por lo tanto, existe un punto de partida para un acuerdo que Gabilondo tenía con el PP cuando fue ministro de Educación. Su jefe, Rodríguez Zapatero, no podía renunciar a la tensión y al enfrentamiento en favor de un pacto PSOE-PP que hubiera resuelto hace diez años el gran problema de España con su educación.

Una vez aprobada la Ley Celaá, toca desarrollarla con los decretos-ley por asignatura. Ya veremos cómo se cumplen en la España a 17 ya que el independentismo basa la consecución del objetivo en el sistema educativo propio. La supresión del castellano como lengua vehicular en Cataluña y Baleares o su ninguneo en el País Vasco van viento en popa con el consentimiento del Gobierno. La izquierda (sanchismo y Podemos) embrujada por el encanto del separatismo conforman una extraña alianza entre los que se llaman así mismos progresistas y los reaccionarios, por tradición y costumbre, nacionalistas. Supone un intercambio de favores que requiere el examen de los especialistas en psiquiatría: El Gobierno de España a cambio de la eliminación de España.

Tiene entre manos un proyecto que lejos de unir, disgrega y fomenta la división al marginar por completo a los padres en la educación de sus hijos

Aunque la nueva ministra de Educación Pilar Alegría ha empezado con una rectificación a su predecesora, afirmando lo obvio sobre la importancia de la enseñanza concertada que inventó el PSOE, tiene entre manos un proyecto que lejos de unir, disgrega y fomenta la división al marginar por completo a los padres en la educación de sus hijos además de incrementar las desigualdades territoriales y las sociales que pretende corregir. Como ha escrito esta semana el profesor Gabriel Tortella (El Mundo, 10-08-21) la izquierda ha renunciado a la igualdad en favor de la identidad. Ha optado por el sentimiento frente a la razón: “Ha creado un ministerio de Igualdad para consolidar la desigualdad de los dos sexos (o quizá tres o cuatro, que esto es discutido y discutible)”.

Manipulación y bulos

Los borradores de los decretos que desarrollan la ley Celaá, enviados a las comunidades autónomas para su revisión y comentarios, incluyen la perspectiva de género y el enfoque emocional en las matemáticas y el descubrimiento personal de la sexualidad y la construcción de género en la educación infantil de cero a seis años. Esperemos que la libertad de elección de centro educativo se mantenga, como dice la nueva ministra, para que cada familia opte por la enseñanza que le parezca y a la que tiene derecho sea cual sea su renta.

Lo mismo ocurre con otros aspectos de esos borradores donde se pretender alertar sobre la manipulación, la desinformación y los bulos. Bastaría con mostrar en clase algunos ejemplos recientes en el caso de la comunicación oficial del Gobierno en pandemia para aprender la lección. La obsesión por identidad en detrimento de la igualdad se muestra en lo que definen como “diversidad dialectal del castellano” ya que no hay una que se puede definir como “correcta”. En Francia, una democracia con más trienios que la nuestra, acaban de sofocar el conato del nacionalismo etno-lingüístico que empezaba a asomar la cabeza mirando al espejo español. No hay fondos públicos para otra enseñanza que no sea en francés, el único idioma para relacionarse con la administración. Con la nueva ley de educación en España, no sabemos si habrá mejores ciudadanos libres e iguales. En cambio, tenemos todo un proyecto de remodelación social que empieza por la educación de los futuros votantes.

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