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Editorial

Propuesta PSOE: gastar a tope; recaudar lo que se pueda

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez

La presentación, siquiera parcial, del programa económico del PSOE que conocimos la semana pasada muestra a las claras que, debajo de la hojarasca literaria acostumbrada, los propósitos fiscales y económicos del primer partido de la oposición son puramente continuistas con las políticas que tanto la derecha como la izquierda han venido practicando en España desde hace dos décadas: mantener o incrementar el gasto público de un Estado insaciable y recaudar lo que se pueda, compensando la diferencia con el recurso de la deuda. Aunque parezca tosco, ese es el modelo tradicional que el PSOE nos anuncia como nuevo y que mucho nos tememos que pueda ser imitado, con ligeras variaciones, por los restantes partidos en liza el próximo 20 de diciembre. La exigencia planteada por algunos, entre quienes nos encontramos, de entrar en la sala de máquinas del paquebote estatal para corregir sus disfunciones y adecuarlo a una situación social y económica mucho más modesta que la que quebró en 2007, podría quedar en el archivo de la memoria para ser desempolvada, tarde y mal, cuando se recrudezcan los problemas, ahora sólo aletargados por la convocatoria electoral.  

Lo vivido estos años, particularmente los cuatro de la legislatura ahora finiquitada, inducía a pensar que los problemas españoles requerían un tratamiento superador de las terapias contables y de ingeniería financiera, materia en la que los administradores públicos han demostrado una habilidad inigualable a la hora de tratar de cuadrar balances. La realidad, sin embargo, es muy otra: el gasto público ha permanecido inalterado, la deuda ha crecido espectacularmente y han sido las clases medias y las empresas las que han soportado la parte del león de una fiscalidad disparatada. Las llamadas políticas de recortes, que no han sido tan intensos como se proclama, se han limitado además al ámbito de los servicios sanitarios y educativos, sin entrar en las suntuarias estructuras de un Estado plagado de competencias duales y superpuestas, cuya racionalización supondría, según estudios diversos, liberar recursos equivalentes a tres puntos del PIB, casi lo que supone el servicio de la deuda. 

Resucitar el impuesto del patrimonio es una demostración de falta de imaginación y de sentido de la realidad

Ninguna operación quirúrgica está exenta de riesgos y sería inconsciencia no reconocerlo, pero la cirugía que necesita nuestro Estado no admite más dilaciones, razón por la cual creemos que la nueva legislatura, que no va a ser ordinaria por razones que a nadie se le ocultan, debería asentarse sobre bases cuasi constituyentes para embridar los dislates de unas estructuras públicas lastradas por el clientelismo y la inoperancia. De ahí la preocupación que suscita contemplar cómo el PSOE insiste en seguir centrifugando al Estado con sus federalismos arcaicos y asimétricos, además de inventar impuestos de toda laya que, no nos engañemos, saldrán de los bolsillos escuálidos de quienes, por razones evidentes, están fuera del núcleo privilegiado que vive sin complejos en el mundo de la exclusión fiscal. 

Clamorosa falta de imaginación

Resucitar el impuesto del patrimonio, suprimido en su día por Rodríguez Zapatero cuando constató que no afectaba a los pudientes, sino a las clases medias, es una demostración de falta de imaginación y de sentido de la realidad, tanto como inventarse nuevas figuras impositivas para allegar ingresos de cuantía discutible que ayuden a encubrir las desmesuras del gasto público. Desde nuestro punto de vista, sería un objetivo plausible contener la diarrea legislativa y procurar que se cumpla la normativa vigente, asignando mejor los recursos de la Agencia Tributaria, y concentrar esfuerzos en revisar el gasto público, sobre todo en los predios que son usufructo exclusivo de la clase política y partidaria. Y en la asignación racional y coordinada de recursos no se debería olvidar la Inspección de Trabajo, tan importante para velar por la transparencia en el empleo y en las cuentas de la Seguridad Social. 

La presentación económico-fiscal iniciada por el PSOE nos obliga a reafirmar la convicción de que la crisis española no tiene solución con recetas arcaizantes e incompatibles con la administración racional de los recursos públicos. Y esto, que es casi una obviedad, pasa a ser una exigencia ineludible en una nación empobrecida por años de malos Gobiernos, que sólo reclama de sus gobernantes un poco de modestia y mucho más rigor, además de una honradez acrisolada. Confiamos, por eso, en que el resto de partidos políticos que estos días se disponen a hacer sus presentaciones programáticas opten de una vez por desembarazarse de prejuicios y decidan coger por los cuernos el toro de la refundación del Estado español.

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