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Opinión

"Sujétame el cubata, presidente"

Juan Carlos Campo toma posesión de su cargo como ministro de Justicia, recibiendo la cartera de manos de Dolores Delgado

Se cargan mucho las tintas sobre la obscenidad en la exhibición de poder que supone la propuesta de Pedro Sánchez para que la exministra de Justicia, Dolores Delgado, sea la próxima fiscal general del Estado. Con ello estamos pasando por encima de lo que me parece más relevante en este episodio: la propia obscenidad de ella, una fiscal de carrera con 30 años a sus espaldas, aceptando en sus circunstancias.

Vaya por delante que todos los presidentes del Gobierno que han sido en estos 40 años de democracia, todos, intentaron someter de forma más o menos soterrada al Ministerio Público. Figura en los libros de Historia; y quienes les dijeron sí antes que Delgado a Sánchez supieron dónde se metían. Nadie se llamó a engaño. Forma parte del juego democrático cierto grado de tensión entre el poder elegido y los altos funcionarios encargados de velar por un difícil pero imprescindible equilibrio en un Estado de Derecho.

Sin ir más lejos, Felipe González nombró en 1986 fiscal general a quien acababa de dejar el Ministerio de la Presidencia, Javier Moscoso, y fue muy criticado por ello; más aún cuando, luego, optó por el diputado socialista Leopoldo Torres y por Eligio Hernández. Y, para ser justos, todavía se recuerda a Mariano Rajoy prescindiendo de Eduardo Torres Dulce en 2015 por 'blando,' y poniendo en su lugar, primero, a Consuelo Madrigal, dimitida poco después y sustituida por el desaparecido José Manuel Maza, 'cerebro' de la estrategia judicial contra el procés independentista catalán. 

Ni González ni Aznar, Zapatero o Rajoy se habían mostrado tan ufanos como Sánchez en controlar al Ministerio Fiscal, ni los fiscales generales que nombraron venían de 'torcer el brazo' a la Abogacía del Estado

Nada nuevo bajo el sol. La diferencia está en las formas. Porque ni González ni José María AznarJosé Luis Rodríguez Zapatero o Rajoy se atrevieron a desafiar la separación de poderes de la manera en que lo hizo el hoy inquilino del Palacio de La Moncloa en plena campaña electoral, regodeándose, ufano, de lo mucho que manda en la Fiscalía.

Tampoco se les ocurrió anunciar a su fiscal en jefe antes de que el ministro de Justicia y el resto del Gobierno hubiera tomado posesión; ni mucho menos nombrar a alguien que viene de 'torcer el brazo' a la Abogacía del Estado para imponer tesis más benévolas a los independentistas condenados del Tribunal Supremo. Esto último, previo desplazamiento meses antes del que había sido letrado titular, Edmundo Bal, hoy diputado de Ciudadanos.

Dice Pedro Sánchez que Dolores Delgado tiene "un currículum impecable" para desempeñar el cargo de fiscal general. Cierto. Técnicamente, así es; es una de las mejores especialistas en lucha penal contra el terrorismo islamista. 

El problema lo tiene con su otro currículum, el político -¡ay, esos mítines socialistas en campaña!-, y con los 'toros' que le ha tocado lidiar en el Ministerio de Justicia; sin entrar siquiera en las sospechas que levanta su relación y la del exjuez Baltasar Garzón con el comisario encarcelado José Manuel Villarejo. Y la conclusión a la que llego es que le ha faltado humildad suficiente para contestar al inquilino de La Moncloa con un 'no'. Un sencillo "muchas gracias, presidente, sería un honor ser fiscal general, pero una ministra de Justicia no puede, no debe, por apariencia de imparcialidad, aceptar tu encargo".

En lugar de eso, Dolores Delgado ha sucumbido a la humana tentación de 'torcer el brazo' a quien fuera su jefe durante veinte años en la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza, hoy al frente del juicio al procés en el Tribunal Supremo y en abierta discrepancia con la tesis de la "desjudicialización" impulsada por Pedro Sánchez y la exministra a través de la Abogacía del Estado.

La débil Segarra

No, esto no va de currículum, presidente Sánchez. De hecho, María José Segarra, del sector fiscal progresista como ella y propuesta para el cargo por usted y la propia Delgado hace apenas año y medio, tiene un historial igual de impecable... Pero alguien decidió, cuando la vieron apostar por dejar a Zaragoza y al resto de los fiscales del alto tribunal seguir con la calificación final de rebelión en relación a los sucesos que rodearon el 1-O en Cataluña, que le falta entusiasmo con la causa socialista.

Hace años, el cómico Andreu Buenafuente hizo fortuna caricaturizando al bronco portavoz del Grupo Popular del Congreso en aquel momento, Rafael Hernando, como un arquetípico "sujétame el cubata" de discoteca dispuesto a entrar en cualquier pelea en la pista de baile. Claro que todo siempre quedaba en nada. El problema de este otro metafórico "sujétame el cubata" de Delgado al presidente es que puede acabar como el rosario de la aurora; a poco que sus compañeros fiscales, que son muy suyos, quieran bronca.

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