Opinión

El dardo de Arranz

Díselo a ese facha, Yolanda. Lo estamos haciendo bien, ¿verdad?

Estaban coordinados o eso parecía. Yolanda y Pedro. Pedro y Yolanda. Quizás se reunieron en Moncloa, quizás lo acordaron por WhatsApp o quizás se enviaron una cadena de correos electrónicos con las propuestas de guion. A lo mejor la estrategia fue idea de sus asesores, brillantísimos, bien pagados y resolutivos. O tal vez del José Miguel Contreras de turno. Es decir, de uno de esos empresarios de la comunicación que orbitan por Ferraz, como quien no quiere la cosa, y cuyas empresas reciben un trato excelente por parte de RTVE cuando gobierna el PSOE. El caso es que el presidente y la vicepresidenta han acudido al debate de este jueves en comandita. El uno recitaba datos y logros; y, la otra, sus propuestas para los próximos años. Cada cual con un rol definido, como quien interpreta un papel que previamente ha ensayado. A ella hoy le tocaba ser beligerante. A él, un político de altos vuelos.

Ha habido un momento en el que Pedro se ha vanagloriado de que su reforma laboral ha permitido que España rebase la barrera de los 21 millones de cotizantes a la Seguridad Social por primera vez en la historia. Al terminar su intervención, ha afirmado. “Verdad, ¿Yolanda?”; y ella ha asentido con la cabeza. En otra ocasión, un poco más adelante, mientras debatían sobre feminismo y otros asuntos sociales, el presidente ha repetido la muletilla. Ella, Yolanda, ha respondido: “Sí, Pedro”.

Parecían los presentadores del típico concurso de televisión veraniego de los 90. Gabriel Corrado y Natalia Estrada. Correctos ante las cámaras, pero de formas forzadas e interpretación difícil de creer. En este debate a tres bandas han resultado artificiales incluso en el momento de disentir, que se ha producido cuando Yolanda ha dicho: “Hay que hacer más cosas, Pedro. Hay que avanzar para reducir la jornada laboral y trabajar menos horas”. Él ha respondido: “Hay que avanzar con los pies en el suelo”. Y ella ha añadido: “Yo tengo los pies en el suelo, Pedro”. El presidente ha rematado el diálogo: “Lo sé. Además, te conozco bien”.

Como cantaba Pablo Milanés: "A todo dices que sí. A nada digo que no. Para poder construir. Esta tremenda armonía. Que pone viejos los corazones".

Dos contra uno

Ella le llamaba a él Pedro. Él a ella, Yolanda. Al tercero en discordia se referían como “el señor Abascal”. Le abroncaban y le lanzaban puyas cada pocos segundos. Le acusaban de negacionista, de anti-vacunas, de querer prohibir el derecho a huelga y de obligar a las limpiadoras a trabajar hasta los 70 años. Le culpaban de rodearse de concejales que se ríen durante los minutos de silencio por las mujeres asesinadas, de porfiar de la ciencia y de querer retroceder hasta la España de 1973. La estrategia hubiera sido efectiva si Abascal se hubiera enzarzado con sus adversarios, pero no lo ha hecho hasta el último bloque. Cuando un debate televisivo se convierte en un dos contra uno, la parte en inferioridad tiene muy difícil perder porque se convierte en el 'abusado'. Eso lo percibe le audiencia.

Ciertamente, el candidato de Vox tampoco ha brillado. Es poco ágil en el debate y muy dado a recitar el argumentario de memoria, con poca cintura. Tosco y encorsetado. Se regodea en la fatalidad y transmite poco optimismo. A su favor juega el que frente a las propuestas climáticas, utópicas e idealistas que planteaban Díaz y Sánchez -tan lejanas del suelo que pisan los ciudadanos-, él se dirigía a los ciudadanos que le votan, que no son peligrosos ultraderechistas, sino aquellos que se sienten perjudicados por las consecuencias económicas de la globalización y del desgaste que sufrieron las democracias tras la 'gran recesión'. Ahí se encuentran los agricultores, los ganaderos, los pescadores, los jóvenes que no pueden formar una familia por falta de recursos o los autónomos que comprueban cómo el bienestar que vende el Gobierno “no se refleja en la caja registradora” de su negocio.

Si finalmente llega al Ejecutivo y esos problemas no se solucionan durante la siguiente legislatura, será mucho más difícil que defienda esa postura. Por eso ha sido tan complejo para Sánchez contrarrestar las críticas durante la campaña. Porque ha estado al frente del país durante los últimos cinco años y hay una parte de los españoles -tal y como reflejan las encuestas- que ni se siente respaldada por su escudo social; ni piensa que se viva mejor en España en 2023 que en 2018. Quizás por eso en el PSOE y en Sumar han planteado una campaña con el típico tono bronco del partido de oposición que aspira a desbancar a un Gobierno. El problema es que eso no cuela; y esa falta de credibilidad impregna su discurso.

Fortes, reiterativo

Alberto Núñez Feijóo decidió no acudir al debate y su moderador, Xabier Fortes, lo ha recordado durante cuatro veces con una insistencia plomiza, como si los espectadores no lo hubieran podido escuchar a la primera. Se ha hablado de economía, de políticas sociales y de pactos de Estado; y, una vez más, la sensación que podía asaltarle al espectador es que estaba observando un sainete. Porque entre refriegas, propuestas poco relevantes, dramas forzados e ironías facilonas, el debate sobre la educación ha brillado por su ausencia, al igual que las ideas para mejorar el sistema sanitario -no sólo las listas de espera-, para reducir el déficit o para recuperar el poder adquisitivo que se ha perdido durante estos últimos dos años.

Era de esperar que Yolanda Díaz sacara a la palestra el nombre y el apellido de Marcial Dorado. Le ha preguntado a Abascal al respecto de su opinión sobre su fotografía con Núñez Feijóo y su respuesta ha sido impecable. “No me parece normal atacar a alguien que no está”. Ante su insistencia, Abascal ha abundado: “Usted también tiene fotos que escenifican su apoyo a Hugo Chávez”. Yolanda ahí le ha acusado de ser poco serio. Pero, claro, a cualquiera se le puede pintar la cara por sus fotos y por su hemeroteca. A Abascal, a Sánchez e incluso a la candidata que a ratos tiene el tono de una profesora de religión, a ratos, de institutriz severa y, a ratos, de mujer que plancha en su casa. Se preguntarán por el escaso enganche que tienen con una parte de la sociedad española. Desde luego, el convertir en extraordinario lo que para el resto es normal no ayuda a acercar a la calle a estos políticos progresistas contemporáneos.

No será el que firma estas líneas quien defienda la ausencia de un candidato a un debate político. La actitud del PP era tan censurable como arriesgada. Sea como sea, a la vista de lo que ha sucedido esta noche, se puede decir que ni Sánchez ha aprovechado la falta de su adversario, ni Feijóo ha recibido rasguños pese a ausentarse.