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Opinión

Un rey sin árbol

Mensaje del Rey Felipe VI en la Nochebuena de 2019

No está el horno para bollos. El discurso del rey Felipe VI esta Nochebuena no puede, no debe seguir siendo una mala actualización de aquellos almibarados “la Reina y yo” que, en la Navidad de 1975, recién fallecido Francisco Franco, comenzaba a dirigirnos Juan Carlos I a modo de inauguración de nuestras primeras televisiones en color mientras se embolsaba -hoy lo sabemos ya fehacientemente- grandes sumas de dinero... que para él Hacienda nunca fuimos todos.

¿Qué esperar del heredero en estas las horas más bajas de la monarquía y de sus seis años de reinado? Pues mirada larga, firmeza frente a quienes quieren aprovechar que el Pisuerga de la corrupción pasa por La Zarzuela para llevarse por delante a su padre... y a él, y un punto de realismo alejado del árbol de Navidad, las guirnaldas, el Belén y las fotos con las infantas y la reina Letizia o con la reina Sofía de otras épocas.

Fuera mensajes codificados que tanto gustan a los asesores de comunicación con tal de prolongar un cuento que se ha tornado en pesadilla: “Coja el toro por los cuernos -le diría-, métase en los zapatos de las 70.000 familias que han perdido a alguien por la covid-19 durante este annus horribilis no solo para usted y convénzales, convénzanos, de que Hacienda somos todos; convénzanos, sí, de que el poeta Ángel González no tenía razón cuando escribió te llaman porvenir porque no vienes nunca, convénzanos de que España va a salir de esta catástrofe sanitaria, económica, social e institucional, de que ningún tiempo pasado fue mejor, y de que correr es de cobardes, como enseñan, recuerde, en la Academia General Militar... en definitiva, salga del boato, transpire sinceridad, credibilidad”.

Creo que no debemos, pese a la mucha indignación que corroe España, exigirle que ´mate al padre´ ante las cámaras en horario de máxima audiencia, como Kiko Rivera con la Pantoja a golpe de talonario.

¿Nos convencerán esas palabras que para muchos llegan tarde? Lo dudo, pero tampoco podemos ni debemos, pese a la mucha indignación que corroe el ánimo de norte a sur y de este a oeste, ponernos shakespereanos y exigirle que mate al padre ante las cámaras, tal que un Kiko Rivera con la Pantoja a golpe de talonario.

Eso, la explosión de la monarquía parlamentaria cual supernova política en horario de máxima audiencia, gustará al republicanismo más enragé de los Pablo Iglesias & cia, pero, se mire como se mire, la España atrasada y pobre de 1975 se parece a la actual como un huevo a una castaña; y eso es también mérito del presunto defraudador real, las cosas como son. Por cierto, el mismo al que tanto reíamos las gracias cuando era más conocido como El Campechano.

Además, nadie, ni el Rey, tiene derecho a poner perdida de sangre real la sobremesa más especial del año, relatándonos esos Botswanas sobrevenidos que, por otra parte, conocemos al dedillo porque ya se han encargado de contárnoslos el excomisario Villarejo y la despechada Corina Zu Sayn Wittgenstein 65 millones de euros mediante... Eso sí, tiene la obligación de garantizar que no volverá a ocurrir y de contarnos cómo va a hacerlo. Lo estamos esperando.

...y poner orden en la ´tropa´

Se espera del jefe del Estado que diga qué está dispuesto a hacer para que la funesta corte de aquel que nos fue presentado en los años 80 como un Rey sin corte, su padre, desaparezca definitivamente; para que ese retablo de las maravillas que constituyeron durante décadas “amigas entrañables”, empresarios de mayor o menor postín, príncipes de nombre impronunciable y policías a tanto la pieza, sea historia. Eso es lo que debe Felipe VI a su país y de lo que en Nochebuena debe hablar.

Bueno, de eso, y de los militares en la reserva con tanto tiempo libre como para fantasear -ínfima minoría- con fusilar a los 26 millones de españoles que no piensan como ellos... En realidad somos muchos más, pero yo creo que soltaron esa cifra para redondear.

Ya han hablado la ministra de Defensa, Margarita Robles, y el JEMAD, y lo han hecho con la dureza que corresponde a un pronunciamiento que no es menos grave porque los aludidos no vistan ya el uniforme reglamentario de general, coronel o simple soldado raso. En Nochebuena le toca a él. El estamento militar es el único del alto funcionariado que considera al monarca su jefe supremo natural, por encima del poder civil. Así lo refleja, ambiguamente, una Constitución redactada en un tiempo, 1978, en el que había que ganarse para la causa democrática a los vencedores de la Guerra Civil. 

Sí, señor, le toca ganarse el sueldo poniendo firme a esa tropa e insuflando al resto confianza en un país que pasa por horas muy bajas, y no solo por la covid-19. Falta hace. Ánimo y a coger el toro por los cuernos. 

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