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Opinión

Lo que le debemos a Ayuso

Estas elecciones no afectaban tan solo a Madrid. Lo sabían Sánchez e Iglesias y lo sabíamos todos los españoles

La presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso. Europa Press

Y Ayuso las ha ganado. No con propaganda salida del laboratorio de Moncloa o invenciones de Tezanos. Ni siquiera con las tertulias de los estómagos agradecidos. Ni con el vergonzoso espectáculo de la isobaras en TVE. Las ha ganado con la limpieza de quien ha intentado en todo momento servir de la mejor manera posible a sus compatriotas en unos momentos durísimos.

Mientras Iglesias visionaba series en su cómoda mansión con todos los gastos pagados o Sánchez se iba de vacaciones dejando a su patria en la más profunda de las orfandades, Ayuso se inventó en tiempo récord un hospital en IFEMA, creó otro en el Zendal, habilitó el Palacio de Hielo para dar acomodo a los fallecidos, procuró que los críos con beca escolar de comedor pudieran seguir comiendo, pactó con hoteleros para que la gente con el virus pudiese guardar la cuarentena, en suma, dirigió su comunidad como la izquierda no supo hacer con toda España. Y se ganó el respeto estando a pie de calle, visitando centros sanitarios, hablando con médicos, con enfermos, con comerciantes, con empresarios arruinados. Les dio esperanza donde solo encontraban el silencio altivo del social comunismo, que solo supo parapetarse tras una barricada de consignas demagógicas e insultos.

Llegó el momento en que Ayuso se vio obligada a convocar elecciones anticipadas previendo la traición de Arrimadas y lo hizo planteando el dilema de libertad o comunismo. No se arrugó cuando la tildaron de fascista, de nazi, de tonta, de todo menos de guapa. Hizo un magnífico debate en el que hundió a la candidata del dedito, al de la coleta que, a raíz del varapalo que recibió, optó por hacer una espantá y no acudir a otros debates, al soso del PSOE que no sabía si iba o venía. Y dejó claro a todo quien quisiera verlo que la cosa iba realmente de eso, de la libertad que nos brinda la constitución, la ley, el orden, la corona, España, en suma, frente al modelo chavista podemita o al seguidismo criminal de un socialismo que hace tiempo que perdió la brújula.

Independentismo madrileño

A Ayuso se le ha llegado incluso a acusar de promover un independentismo madrileño, que ya es decir. La campaña, una vez visto que no se le podía discutir a la presidenta ni su gestión ni su capacidad de conectar con la calle, se trocó de la noche a la mañana en un festival de balas, de bilis, de bulos. Se usaron métodos violentos contra Vox, uy, qué malos, como si fueran los de Abascal los que llevasen a los mítines de Podemos a su personal de seguridad a tirarles piedras y agredir a los asistentes. Nunca en la historia de nuestra democracia se mintió tanto ni tan conscientemente. Pero la verdad es jodidamente tozuda. Ni las tetas de unas locas ni las miradas aviesas de Iglesias hicieron mella en la gente, que sabe la que se le ha caído encima y busca en sus dirigentes honradez.

La gente ha votado como nunca, y habrá que mirar con lupa lo que han dicho los electores en los barrios más populares, porque los resultados abrumadores de Ayuso no se obtienen solo con los votos del barrio de Salamanca o de La Moraleja. Ni siquiera con los de Galapagar. Se logra cuando suscitas una complicidad transversal, una conexión con todos los estamentos complejos que conforman las sociedades modernas, totalmente alejadas de aquella vieja división marxista de explotadores y explotados. Y mejor así, porque si buscásemos a los primeros encontraríamos a no pocos comunistas caviar que disponen de servicio contratado en negro o de personal a su servicio a cargo del estado.

España le debe a Ayuso mucho, porque su triunfo es el de la España sensata, la que se levanta pronto para trabajar, la que quiere justicia, libertad y sensatez. No es la España del 36 ni siquiera la del 65, es la España del 2021 y, si me apuran, la de dentro de cien años. Una España moderna, con la historia asumida y digerida, sin regurgitaciones interesadas. Y, sobre todo, una España en la que todos tengamos derecho a ejercer nuestra libertad sin que ningún Gran Hermano venga a recriminarnos y condenarnos por ello.

Por todo eso, presidenta, muchas gracias de un catalán que ya quisiera para su tierra una persona de su inteligencia y tesón. Pero todo llegará. Esto solo ha hecho que comenzar. Permanezcan atentos a sus pantallas. Ah, y Arrimadas, Iglesias, Sánchez y demás, dimisión.

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