Quantcast

Opinión

Desenfoque total

Es Sánchez el que, en tres años, se ha cargado el aparato más potente y mejor engrasado para ganar elecciones de España

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez (c), preside la reunión del Comité Ejecutivo Federal, este lunes.
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, preside la reunión del Comité Ejecutivo Federal EUROPA PRESS

Está llorando Juan Marín por la radio. En el momento en el que escribo, el vicepresidente de la Junta de Andalucía en funciones llora cuando en Onda Cero Carlos Alsina le pregunta por su estado de ánimo y termina derrumbándose. Imposible no conmoverse con un hombre cuyo único consuelo es el que sus dos hijos le han declarado: Al menos te hemos ganado como padre, cuenta que le han dicho. A Marín la política, aunque no sólo, le ha costado su matrimonio, aclara un contertulio. La verdad es que, aunque el llanto en la radio es muy difícil de administrar, resulta conmovedor escuchar el de quien, junto a Moreno Bonilla, ha sabido gobernar una región determinante para el futuro de España y seguramente para el resultado de otras elecciones. Hay en sus balbuceantes palabras una dignidad que la derrota rara vez tiene.

Soberbia y vanidad

Marín no hace sangre contra nadie. Lo tendría fácil con Inés Arrimadas. Repite una y otra vez que esto es lo que han querido los andaluces y nada más hay que decir. Afirma que ha trabajado mucho y bien. Y los consejeros de Ciudadanos, también. Hay en sus palabras un implícito sentimiento de que no se merecen lo que ha pasado. Y seguramente sea verdad, pero era evidente que pasaría. Ciudadanos es un partido sin líder, descabezado, deprimido. Es ya una marca muerta después de hundirse con prontitud. Marín no debe pensar que pasar de veintiún escaños en 2018 a cero es su culpa. El partido está en la morgue desde que Albert Rivera le dio por jugar con las cosas de comer y privó a este país de la existencia de un partido liberal y moderno con poder de decisión. La soberbia lo perdió. Lo llamaron 'error de cálculo', pero fue soberbia e hinchazón de quien se creyó el rey del mambo. La vanidad, la arrogancia y el envanecimiento terminaron con Rivera. Esos tres estados de ánimo que el demonio regala a aquellos que lo buscan con devoción, están concentrados en el señor de La Moncloa, hoy desaparecido y parapetado en la impericia y la ordinariez política que representa la señora Lastra y sus estúpidas explicaciones. ¿No hay en el PSOE una mujer con más inteligencia y sentido de la oportunidad que esta señora? Terminaré pensando que esto es lo que quiere Sánchez, nulidades políticas que le den la oportunidad de destacar de vez en cuando. Cada vez menos.

El sanchismo, otra marca amenazada

Así como la deprimida marca de Ciudadanos estaba y está por encima del trabajo y la buena voluntad de sus militantes, la de Sánchez -otra marca a fin de cuentas- está de capa caída. Esto no va de las siglas PSOE. El partido es una anécdota en una organización en el que el debate es inexistente y la competencia interna desaparcó el día que Sánchez le ganó las primarias a Susana Díaz.

En Andalucía, a muchos socialistas les ha costado encontrar una mínima sintonía entre el PSOE que conocieron y recuerdan y este sanchismo atrabiliario y de plástico, vacuo y desenfocado. El problema es Sánchez, no es el PSOE. Cuesta entender que, después del despliegue de políticas sociales, la subida del salario mínimo, los datos del paro y los millones que nos regala Europa tras la pandemia, los andaluces hayan dado la espalda a los socialistas. Hay que ser bacín para fiar la remontada a la próxima cumbre de la OTAN en Madrid. Y muy descarado para explicar la derrota con el argumento de que los andaluces votan distinto en las generales. Los dioses ciegan a los que quieren perder. Insisto, no es la marca PSOE la que juega. Es Sánchez convertido en aparato. Es Sánchez, por cierto, el que en tres años se ha cargado el aparato más potente y mejor engrasado para ganar elecciones de España. El PSOE andaluz siempre aguantó los arreones de aquellas elecciones generales en las que los resultados no acompañaron.

Votos del PSOE que hoy son del PP

Era difícil que quien ha votado al PSOE varias veces en su vida termine votando al PP, pero así ha sido. La derrota viene de la mano de una gran evidencia: Es casi imposible gobernar España sin ganar Andalucía. Hace unos años, los madrileños colocaron al PSOE como tercer partido detrás de Más Madrid. Después, los castellanoleoneses volvieron a decirle que no serían ellos los que iban a gobernar, que preferían de nuevo al PP, aunque este viniera acompañado de la peste a azufre de Vox, un partido muy elemental en el que cunden los aficionados a esto de la política. Y ahora, esto del domingo.

Lastra dijo la semana pasada que había que votar en masa para que los socialistas no se vieran obligados a salir el lunes a tomar la calle. Pobre mujer, qué lío descomunal tiene dentro.  En rigor hay que decir que los talantes de Juan Espadas y el portavoz del PSOE Héctor Gómez son de otra pasta. Tienen claro de qué va esto que llamamos democracia.

Espadas sabe, pero no lo declara, que la política de Sánchez a la hora de aliarse con independentistas, oportunistas nacionalistas de Sabino Arana y los herederos políticos de ETA han hecho que muchos votantes no puedan asumir semejante contubernio. Y por eso han cambiado de partido para no cambiar de ideas. No sabemos si lo de Andalucía obligará a adelantar las elecciones. Tampoco si sus alcaldes y presidentes autonómicos se van a atrever a decirle a Sánchez lo que piensan. Pero los próximos serán ellos. Vuelvo a insistir, no es la sigla PSOE, es la marca Sánchez la que se ha hecho bola en la cabeza de millones de españoles.

Los militantes no te hacen ganar unas elecciones, ayudan, pero no son determinantes. Se gana con los votos. Y el domingo cientos de miles de votos del PSOE fueron al PP

Ayer, el que fuera su jefe de Gabinete escribía con esa prosa ratonera que gasta en La Vanguardia, en la importancia de recuperar a la militancia. Menos mal que su predicamento en el PSOE está al nivel de los tipos de interés. Los militantes no te hacen ganar unas elecciones, ayudan, pero no son determinantes. Se gana con los votos. Y el domingo cientos de miles de votos del PSOE fueron al PP.

Creo que, salvo que Moreno Bonilla se equivoque mucho, esos votos ya no tienen retorno. El PP ha terminado parando a Vox, qué gran paradoja para aquellos que anunciaban el fin del mundo si Macarena Olona llegaba gobierno andaluz. Feijóo estará encantado que desde la calle Ferraz sigan con la letanía de Vox. Don Quijote en Campo de Criptana hizo mejor faena estampándose la crisma contras las aspas de un molino. Y ya saben que Alonso Quijano tuvo que sentir que se moría para recuperar la razón.           

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.

  • X
    xsibai

    Yo creo que la puntilla al partido Ciudadanos se le dieron sus dirigentes, cuando, con nocturnidad y alevosía, pergeñaron el asalto al poder, de la mano del PSOE, tanto en Madrid como en Murcia.

  • C
    chamberi

    Yo he llegado a la conclusión de que la única manera de que la gente deje de votar al PSOE es que tenga líderes tan abonimables como Sanchez o ZP. El español medio, tan socialdemócrata el, siempre está dispuesto a darle una oportunidad al PSOE. Schz casi ha tenido que cargarse la monarquia y convertirse en un autócrata para que la gente empiece a rechazarlo, ZP nos tuvo que hundir en una crisis del carajo... Gracias a tíos como Bono, Page, Vara y Griñan hay CCAA que casi no han conocido otra cosa que la postración, muy moderados pero destructivos. Y todo gracias a opinadores como este señor que continúan identificando socialdemocracia, moderación y centrismo, que todavía cree que existe un PSOE bueno y que la culpa de que Schz gobierne con Podemos es de... Rivera! Lo mejor para España es que el PSOE desaparezca cuanto antes, ójala

  • G
    gwy

    ¿Llegará algún columnista a comprender que esa famosa "oportunidad" de Rivera con Sánchez no existió nunca? Ese tipo de coaliciones sirve para el paertido pequeño cuando es decisivo matemáticamente, como aspiraba a ser Vox el Andalucía. Pero ¿en la situación de 2019? ¿ALguien cree que el Psicópata de Moncloa hubiese respetado cualquier pacto? En cuanto Cs hubiese exigido un mínimo de rigor democrático, Antonio hubiese simplemente ignorado a sus "socios de gobierno" y pasado a pactar con los mismos con los que ha pactado este tiempo. Ni siquiera hubiese hecho falta romper el Gobierno, los hubiese ignorado y vejado hasta que, ya catalogados como "extrema derecha" Cs se hubiese marchado. ¿Por qué eso que comprendieron inmediatamente sus votantes cuando por fin RIvera le hizo ojitos a Sánchez no lo comprenden los periodistas? ¿Acaso los votantes de Cs se fueron indignados al PSOE? ¿O se repartieron, primero por Vox, y luego y según, volvieron al PP? ¿Y fue por no pactar con Sanchinflas?