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Opinión

Desánimo por decreto

Las expectativas de recuperación expandidas por el Gobierno Sánchez se disuelven como el azucarillo en un café hirviendo

Gripalizar el covid o cómo creernos vencedores
Colas para hacerse test y otras pruebas de covid en Barcelona. David Zorrakino / Europa Press.

Tal día como el de hoy alumbra la noche del año que trae la mejor de las noticias. La novedad se repite con su insólita grandeza. Un hecho singular, novedoso, de interés general; año tras año. La esperanza nuestra se renueva. No se pierde, si hay fe. Cualquier tiempo pasado no fue mejor porque todavía está por venir. Nunca hay que dejar de creer. Aquellos que ocultan en sus felicitaciones el hecho que nos convoca esta noche no saben lo que se pierden o lo que sin ánimo de ofender desprecian en estos tiempos extraños de miedo y confusión. El miedo es libre. Hay miedo bueno llamado prudencia y miedo malo denominado histeria.

A pesar de todo, con cada una de sus letras, hay que desear Feliz Navidad al prójimo y al próximo. Por segunda Nochebuena consecutiva llevamos el rostro tapado por una mascarilla hecha en China para protegernos de un virus nacido, todavía hay dudas en la Organización Mundial de la Salud, en mercados o laboratorios lejanos. Incluso hemos pedido la vez en la farmacia para llevarnos la auto-prueba del covid, un palito fabricado en una industria del Gobierno chino tan comunista como ferviente practicante del capitalismo sin rostro humano, nada social y mucho menos de libre mercado.

Con las vacunas como luz al final del túnel, la obligatoriedad de la mascarilla en los exteriores lleva el desánimo a la población, al ser un paso atrás que pone en duda la responsabilidad individual, y a la perplejidad de la ciencia. El decreto del desánimo impone las mascarillas a una población que administraba su uso con el sentido común en espacios abiertos.

Pedro Sánchez pasa la Nochebuena en la finca con terreno de Quintos de Mora -donde Bush creyó ver un rancho cuando le llevó Aznar- tras decretar en nombre de papá-Estado el uso obligatorio del tapabocas al aire libre. En el límite de la inacción, pretende guardar las apariencias y no sólo él porque también al otro lado, en el PP por ejemplo Feijóo, hay fervientes partidarios de esta obligación ya superada por la realidad de la ciencia y del sentido común. Queda probado el paternalismo e intervencionismo de todos los partidos. El PP de Casado se empeña en una ley orgánica de pandemias, aunque no se puedan recortar derechos y libertades fundamentales sin decretar el estado de excepción como sentencia el Constitucional. ¿Quiere el PP que los presidentes autonómicos ordenen confinamientos domiciliarios, aunque el Constitucional impida delegar dicha competencia?

Insisten algunos veteranos observadores de la vida pública española que tenemos la peor generación de políticos de la vigente, y esperemos larga, democracia del 78. Necesitamos ser tratados como adultos y ahí radica el problema de nuestros gobernantes y de quienes aspiran a hacerlo en cuanto tengan la oportunidad. La herencia de esta crisis se va a tardar en pagar mucho más de lo previsto. Las expectativas de recuperación expandidas por el Gobierno Sánchez se disuelven como el azucarillo en un café hirviendo. Las palabras no sirven si no van a acompañadas de hechos. La verdad no se oculta tan fácil y al final resulta imposible engañar a la vez a tanta gente y durante mucho tiempo. España vive al día y atados los pies a la losa de su deuda.

No ha habido mensaje de confianza, ni pedagogía en favor de las vacunas, ni refuerzo preventivo del sistema sanitario, incluido el reparto de pruebas de antígenos

Los gobernantes y quienes aspiran a sucederles piensan en las siguientes elecciones, obvian a las próximas generaciones y dejan pudrir los problemas como una manera de salir del paso. Hoy es el precio de la electricidad y mañana, las pensiones. La verdad, recuérdese tal día como hoy, es el camino más largo y dificultoso. Se sabía desde hacía semanas que la nueva variante del virus nos iba a pillar sin terminar de olvidar la anterior. No ha habido mensaje de confianza, ni pedagogía en favor de las vacunas, ni refuerzo preventivo del sistema sanitario, incluido el reparto de pruebas de antígenos. Hasta después del día de Reyes, tal vez mediados de enero, no va a cambiar el sentido de esa dichosa curva de contagios, según estiman en algunas consejerías de sanidad.

Debemos acostumbrarnos a convivir con esta enfermedad para la que más pronto que tarde, la ciencia va a toda prisa, tendremos un tratamiento en auxilio de unas vacunas que evitan males mucho mayores. Mientras tanto, hay que empezar por cada uno de nosotros. Y en el nosotros se incluye a cada familia. La responsabilidad se ejerce, no se delega en un Gobierno. Hay que empezar por lo cercano antes de exigir que alguien nos diga lo que tenemos que hacer en cada momento.

La crisis del covid ha venido para quedarse incluso cuando la vacuna y el tratamiento hayan vencido al bicho, como le dicen en la calle. Por eso, con los dos pies bien asentados dentro de nuestro sistema de convivencia democrática, queda solo pedir un día como hoy un poco más de verdad a quienes nos gobiernan o aspiran a hacerlo. Una dosis de esperanza, fe en el futuro, tal día como hoy hace 2021 años, y no pinchazos rebosantes de desánimo. Feliz Navidad.

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