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Opinión

Demasiados jarrones chinos por ahí

El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, durante su comparecencia este lunes en la sede del partido

Ya sabrán que Felipe González tiene dicho que una vez que dejó de ser presidente se convirtió en un jarrón chino. Todo el mundo sabe que tiene valor, que queda bien allí donde lo ponen pero que, a la larga, nadie sabe qué hacer con él. González perdió el poder en 1996, y desde entonces cumple, digamos que decorosamente, con el papel que él mismo se atribuyó, porque para la actual dirección del sanchismo -que no, que no me da la gana escribir PSOE-, González es una mosca cojonera irritante y cansina. 

Con menos  rigor y oficio anda por ahí José María Aznar. Y con menos sentido del humor. Para ser creíble, un jarrón chino que tiene el atributo del lenguaje precisa de algo más de temple. Escuchar exige un esfuerzo para entenderlo. Primero, porque como si fuera un Fraga de este siglo, se come las palabras con verdadera devoción. Y segundo porque no puede ir por ahí metiendo al personal más miedo del que pueda tener. Y les aseguro que lo de Perpiñán y las 100.000 almas separatistas que allí se fueron el pasado sábado para comer el bocadillo con fuet y tomate da algo de miedo. 

González, hasta la coronilla

Felipe González debe estar muy harto de la situación y de su partido, al que dice votar pero no sentirse representado por el mismo. Hace falta querencia a las siglas para no poder soltar amarras ahora que el PSOE que él encarnó no existe. Muchos ciudadanos que fueron votantes socialistas, y que despectivamente son llamados por Adriana Lastra y su entorno “los viejos, los del antiguo testamento”, ya se fueron del PSOE cuando este se desfiguró hasta el punto en el que nos encontramos con un secretario general sentado con un racista inhabilitado que dice representar a Cataluña y “no reconocer los efectos de la resolución del Supremo con respecto a su persona”. Con este mastuerzo, al que viejunos como Guerra, Bono o Lambán han calificado de nazi, se sienta el presidente del Gobierno de España. Su presidente y el mío. Lo queramos o no. A diferencia de González, puede que usted no lo haya votado, pero le representa allí donde va.

Aznar, mejor si no mete miedo

El disparate es tan grande y desalentador que no sirve de nada que Aznar meta más miedo calificando de efecto devastador esta mesa entre los de Sánchez y Torra. A mí me recuerda el dicho ese de que si hay que ir al infierno se va, pero deje de joder usted y no meta miedo. Por eso creo que González acierta cuando tira de ironía y humor al calificar esa mesa de perfomance, o sea de un puro espectáculo. 

Preocupan los 100.000 de Perpiñán, perdidos incluso para el diálogo que tanto reclaman los separatistas. Pero la mesa es eso, un espectáculo sin contenido que sólo servirá para debilitar la naturaleza de las cosas, entre ellas la esencia de un país como España.

Rajoy, consejos vendo

Por si no faltaban jarrones chinos el domingo apareció en Orense Mariano Rajoy entre Pablo Casado y Alberto Núñez Feijóo. Allí dejó dicho que no es bueno que los extremismos condicionen Gobiernos. Al jarrón chino registral le sale bien eso de dar consejos, que se los compren es otra cosa. ¿No se dio nadie por aludido en ese mitin? Señor Rajoy, dígaselo a Casado, que ha bendecido gobierno autonómicos con el apoyo inestimable y necesario de la extrema derecha que es Vox. Lo que vale para Sánchez vale también para los suyos. Y sí, me dirán que Vox no es Bildu, ni ERC, porque estos no quieren romper España.  Pero Vox fractura y divide a los españoles cada vez que sus líderes abren la boca. Y a España se la puede romper de muchas maneras. El exceso de cariño, de testosterona y emociones contenidas a los himnos y a las banderas es una de ellas.    

Albert Rivera, el último en llegar

Y en esto llegó Albert Rivera, demasiado joven para ir por ahí de jarrón chino, pero ya promete. Emociona verlo detrás de la trasera con el logo de su nuevo patrón, asegurar que todo el mundo sabe lo que va a votar, que todo el mundo sabe lo que piensa de Arrimadas. Coincidiendo con su fichaje por el despacho Martínez Echevarría anuncia libro exculpatorio en el que promete contar todo lo que ha pasado en Ciudadanos, del éxito al  hundimiento, y de aquí a la más que probable desaparición/ absorción/ fusión con el PP. No pierdan el tiempo. No hay libro de político español que valga la pena ser leído. Puras hagiografías contadas para los muy cafeteros.  La mayoría termina en las estanterías del Vips de la esquina a un euro el ejemplar. El de Rivera lo han titulado “Un ciudadano libre”. ¿Libre de qué, de la soberbia y el endiosamiento que ha terminado con Cs? ¿Libre para contar sus errores? No he podido leerlo porque estará a la venta a final de mes. Es igual. Si les interesa lo que pudo ser y no será ya jamás, lean el de Xavier Pericay, ¿Vamos!, que ahí está contado con buena pluma y exquisito apego a los hechos lo que hizo Rivera y, lo que previsiblemente hará la señora Arrimadas vestida de faralaes (Pericay dixit)

Demasiados jarrones chinos en un país huérfano de gente con clase y fundamento para la cosa pública,  bien sea en el Gobierno, bien en la oposición. Qué poca esperanza traen días  como hoy. Aunque no me hagan caso. Será que es martes. Y vaya mal tiempo que hace, oiga.  

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