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Opinión

Motivos para la decepción

Faltan reformas y las que están parece que no aguantan la prueba del algodón de quienes nos las tienen que aprobar

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en primer plano y, al fondo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen.

Estamos en un momento crucial para nuestra economía, para nuestras vidas y para la de nuestros hijos, presentes o por venir. Y sin embargo, en un momento tan fundamental, a uno se le cae el alma a los pies. Iba a escribir sobre el momento, el plan y la política de consensos, pero se te quitan las ganas cuando ocurren cosas de las que hemos sido testigos en estos últimos días.

Iba a escribirles que el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR) era una gran oportunidad para el cambio económico que tantas décadas llevamos pidiendo. El PRTR tiene grandes luces y zonas oscuras que pueden y aún deben aclararse. Pero al menos es, con diferencia, el Plan más completo y ambicioso que creo se ha hecho nunca para la economía española. Cuatro ejes trasversales (no creo que todos sean necesarios identificarlos como ejes, pero es lo de menos), diez políticas palancas y 30 componentes que barren todas las acciones posibles. De ahí salen multitud de reformas e inversiones. Creo que es evidente que el diagnóstico realizado es completo y, en mi opinión, dirigido adecuadamente hacia las necesidades diagnosticadas para el país. Pero iba a contarles esto y se me han quitado las ganas.

Participación de todos los agentes

También iba a contarles que el Plan se ha diseñado bajo la idea top-down, es decir, la estructura básica definida en el párrafo anterior debe responder a un plan nacional, derivado de unas recomendaciones europeas, y por ello debe estar establecido bajo este contexto. Sin embargo, el contenido, una vez el armazón está hecho, debe realizarse desde la dirección contraria, bottom-up. La idea de las misiones de Mazzucato están presentes en el Plan y en el Real Decreto 36/2020 donde los objetivos a conseguir se establecen bajo el paradigma de estas (aquí asociado a los Perte) o las manifestaciones de interés (MDI). Estas MDI deben, no solo dotar de contenido al plan, sino además facilitar la participación de todos los agentes para la solución de problemas pre-identificados. Esto facilita que el plan se haga “de todos”. Iba a contarles esto, pero se me han quitado las ganas.

La queja amarga y general es no saber aún el papel exacto que van a llevar a cabo las comunidades autónomas o las entidades locales en la gestión de los fondos

También iba a criticar el retraso que tiene, precisamente, la comunicación y la poca transparencia con la que se han hecho, hasta ahora, algunos pasos. A pesar de lo avanzado del plan y de los tiempos, muchos actores implicados en la gestión y ejecución futura del mismo aún desconocen la capacidad de acción que tendrán, cuál será su papel y en qué medida. Es cierto que la última actualización del plan, con más de 2.000 páginas, resuelve algunas de estas dudas. Pero no es menos cierto que, oído por un servidor de responsables políticos incluso del mismo partido que el del presidente, la queja amarga es no saber aún el papel exacto que van a llevar a cabo las comunidades autónomas o las entidades locales en la gestión de los fondos. Y es que, si queremos hacer de este plan un plan de todos, ya llevamos tiempo perdido. Iba a contarles esto, pero se me han quitado las ganas.

También iba a contarles que de nada sirve que este sea un buen plan (si es que lo es) elaborado por un gobierno de turno que no lo consensua con otros partidos. Hacerlo de todos es fundamental. Ahora que a Sánchez le empiezan a aparecer grietas en su monolítica gestión desde la alejada Moncloa, es apremiante que este plan esté por encima del apellido de quien more en el palacio de la presidencia. Si esto no se hace, y la experiencia española es abrumadora, decaerá el impulso inversor y reformista. De nada sirven las previsiones legales que garanticen una actuación si quienes deben ejecutar y gestionarlo no se lo creen. Vuelvo a la idea de consensuar y atrapar al contrario en un compromiso superior y que es hacer de este plan el plan del cambio. Iba a contarles esto, pero se me han quitados las ganas.

En qué medida podemos creer nosotros en este plan y si parece que es el propio Gobierno quién no cree en él

¿Y por qué se me han quitado las ganas? Porque todo parece que lo señalado en el plan, al menos parte de este, es pura fachada. O bien está ahí por error, porque no se ha explicado bien, porque en realidad no se quiso decir eso, o porque es un “ya veremos”. La parte de reformas del plan es la que está más verde, salvando la falta de concreción, hitos e indicadores de la de inversiones. Faltan reformas y las que están parece que no aguantan la prueba del algodón del “qué dirán” los que nos tienen que votar. Esto es lo que les quería contar.

La decepción ya no es si se harán o no las reformas prometidas o las que hay que concretar (y ya vamos tarde). La decepción es que el Ejecutivo ya ha dado muestras en muy pocos días de que gobernará a golpe de titular y del qué dirán. Y así es imposible gestionar un país a largo plazo. El consenso debe sustentarse en aceptar el diagnóstico, las reformas necesarias y apostar por ellas. Y aguantar el tipo si de verdad se cree. Y si mientras tanto hacemos que la inmensa mayoría de la población haga de este plan algo suyo y crea en él, mejor. Pero en qué podemos creer nosotros y si parece que es el propio Gobierno quien no cree en él. En fin, iba a contarles tantas cosas, pero se me han quitado las ganas.

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