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Opinión

¿De dónde viene el coronavirus?

El Gobierno de Xi Jinping se ha cerrado en banda e incluso, exhibiendo una desfachatez indecente, ha llegado a afirmar que ellos importaron el virus de Occidente

¿De dónde viene el coronavirus?
Un autobús en las calles de Wuhan. Europa Press

Es posible que la pandemia de covid-19 comenzase como lo hacen la mayor parte de las enfermedades de origen vírico. Un virus de origen animal fue mutando hasta terminar en el ser humano mediante contacto. Esto pudo suceder en una granja, en un mercado o en una cueva. No sabemos ni cuándo, ni desde dónde el virus dio el salto hasta nosotros, pero no es la primera vez que un virus originado en una especie pasa a otra. A esta hipótesis se la denomina zoonótica, es la mayoritaria y con la que los científicos han trabajado desde hace más de un año. No por predilección, tampoco por imposición, simplemente porque suele ser lo habitual. La naturaleza nos lleva millones de años de ventaja y, a pesar de las precauciones que le ponemos, se las apaña siempre para ponernos en jaque de un modo u otro. También es posible que el virus no hubiese salido de una selva o una cueva, sino de un laboratorio, más concretamente de un laboratorio del Gobierno chino en Wuhan. Sobre esta segunda hipótesis se trabajó desde el principio, pero la falta de pruebas no permitió que se profundizase en ella. Ambas son posibles, pero eso no significa que sean igualmente probables.

Durante la mayor parte de 2020 los científicos, los Gobiernos y los medios de comunicación consideraron que la hipótesis de la fuga accidental de un laboratorio era posible pero poco probable. Por los antecedentes con otras enfermedades, daban por hecho que el coronavirus había llegado a nuestra especie por zoonosis. Hagamos memoria. Allá por enero de 2020, cuando esto aún no se había extendido por el mundo, se hablaba de un mercado de pescado y animales vivos en la ciudad china de Wuhan como el lugar donde se produjo el salto entre especies. Los mercados de animales salvajes vivos eran habituales en China. En ellos se comerciaba con civetas, ratas, pangolines y tejones sin control sanitario alguno, un auténtico edén para que los virus y las bacterias cambien de especie. Los seres humanos en un mercado de esas características son una especie más. En los últimos años las autoridades sanitarias de medio mundo se habían quejado de esa práctica china tan insalubre y que acarrea tantos riesgos, pero el Gobierno chino argüía que se trataba de una tradición y, como tal, no podía eliminarse tan fácilmente. Bastó que apareciese el SARS-CoV-2 para que tomasen medidas en el acto prohibiendo estos mercados.

El mercado que Pekín señaló como origen del virus está a solo doce kilómetros del Instituto de Virología de Wuhan, un importante centro especializado en el estudio de coronavirus

A partir de ahí empezaron las conjeturas y digo bien conjeturas porque, debido a la opacidad del Gobierno chino, investigarse se ha investigado poco. Como en Wuhan había un gran mercado de animales salvajes vivos, la zoonosis parecía la hipótesis más razonable, pero, tratándose de esa ciudad en concreto había que considerar también alguna otra posibilidad. El mercado que Pekín señaló como origen del virus está a solo doce kilómetros del Instituto de Virología de Wuhan, un importante centro virológico especializado en el estudio de coronavirus. Pero hay más, el Centro de Wuhan para el Control y la Prevención de Enfermedades, que ha trabajado mucho con los coronavirus provenientes de murciélagos, está aún más cerca, a apenas 500 metros. Un trabajador de uno de estos laboratorios podría haberse infectado con uno de los coronavirus que se utilizan en las investigaciones llevando así al virus al mundo exterior.

Si una de estas dos hipótesis resultara cierta, nos encontraríamos ante una cruel ironía del destino. Cuando en 2002 estalló la epidemia de SARS-CoV en la misma China, se comprobó que esta variedad de coronavirus tiene una propensión preocupante por contagiarse a gran velocidad y ocasionar una pandemia. Eso llevó a los virólogos de Wuhan a interesarse por el estudio de los coronavirus para reducir la amenaza que representaban. De ser cierto que escapó de uno de esos dos laboratorios, más que reducir lo que han hecho es dar comienzo a una pandemia mucho más devastadora que la de 2002-2003.

Los virus con los que trabajaban se filtraron a través del alcantarillado hasta una granja cercana y varios animales se contagiaron con la misma cepa con la que los científicos trabajaban en el laboratorio

La cruda realidad es que los virus, bacterias y parásitos escapan de las instituciones que trabajan en ellos con una frecuencia mayor de lo que pensamos. La última muerte conocida por viruela fue el resultado de una fuga de laboratorio en Reino Unido en 1978. El SARS-CoV escapó dos veces de los laboratorios cuando empezó a propagarse por el mundo en 2003. Lo hizo primero en Singapur y luego en Taiwán. Al año siguiente se escapó de un laboratorio de Pekín dos veces seguidas en 2004. En 2007 un laboratorio británico de alta seguridad que estaba desarrollando una vacuna contra la fiebre aftosa tuvo una fuga. Los virus con los que trabajaban se filtraron a través del alcantarillado hasta una granja cercana y varios animales se contagiaron con la misma cepa con la que los científicos trabajaban en el laboratorio. Hubo que sacrificar a todos los animales enfermos e indemnizar a su dueño.

Se sospecha incluso que el virus causante de la gripe de 1918, el H1N1, partió también de un laboratorio. No se sabe si chino o ruso, pero en aquel entonces algunos lo denunciaron para que se investigase. No se quiso o no se pudo hacer. Los medios de la época eran muy rudimentarios y tanto Rusia como China entraron en sendas crisis que imposibilitaron investigar. En 1920, Rusia estaba inmersa en una guerra civil y en China había mucha inestabilidad política tras la proclamación de la República de China en 1912. A aquella época en China se la conoce como la de los caudillos militares. El control del Gobierno sobre el resto del país era meramente testimonial. El territorio se fragmentó en cacicazgos autónomos que recaudaban los impuestos y se encargaban de la administración. Fue entonces cuando nació el Partido Comunista de China que se haría con el poder tres décadas después tras una guerra muy prolongada.

Dudas sobre el laboratorio

Volviendo al presente, antes de la irrupción del virus se sabía que la bioseguridad en el Instituto de Virología de Wuhan dejaba mucho que desear según se extrae de un informe realizado por diplomáticos estadounidenses que lo visitaron en 2018. En febrero de 2020, el ministerio de Ciencia chino implantó nuevas reglas de seguridad para los laboratorios, lo que indica que no debían ser muy estrictas y con el coronavirus circulando ya a toda velocidad por el mundo se vieron impulsados a hacer algo al respecto. En esa misma época, una viróloga china llamada Shi Zhengli, directora del Centro de Enfermedades Infecciosas Emergentes del Instituto de Wuhan, fue entrevistada para la revista Scientific American. En la entrevista dijo que una de sus principales preocupaciones era si el virus podría haber venido de su propio laboratorio. Después de buscar registros de todas las secuencias virales con las que habían trabajado, concluyó que no. Pero recordemos que el Gobierno chino elimina sin dudarlo cualquier información que le comprometa.

Uno de los experimentos que hizo fue combinar un coronavirus de murciélago y otro de ratón dando lugar a un virus quimera que pudo replicarse de manera exitosa en las células del sistema respiratorio humano

Sabemos, por ejemplo, que el equipo de Shi Zhengli llevaba varios años investigando las mutaciones que permiten a los virus de los murciélagos pasar a la especie humana. Uno de los experimentos que hizo fue combinar un coronavirus de murciélago y otro de ratón dando lugar a un virus quimera que pudo replicarse de manera exitosa en las células del sistema respiratorio humano. Esto lo sabemos porque Zhengli lo dejó por escrito en un “paper” académico que publicó en 2015. El SARS-CoV-2 se parece mucho a un cruce entre un virus de pangolín y un virus del murciélago con una secuencia genética adicional que hace que el virus sea mucho más infeccioso para los humanos.

Estas coincidencias no implican necesariamente que haya sido diseñado por una (o varias) mentes humanas. La selección natural es extraordinariamente sutil y mucho más ingeniosa que nosotros aportando estrategias de supervivencia. Es por ello por lo que hay que seguir investigando, pero para hacerlo es necesario que los chinos colaboren. Hasta la fecha esa colaboración ha sido escasa y a regañadientes. Cuando la OMS envió al científico Peter Ben Embarek a China en julio de 2020, su informe posterior a la agencia declaró que los chinos habían hecho "poco en términos de investigación epidemiológica desde enero de 2020 en Wuhan ". Algunos infieren de esto que China no está investigando porque sabe, o quizá simplemente teme, la respuesta.

El Gobierno chino se niega

Esa falta de celo por parte de las autoridades chinas se suma a las sospechas sobre el escape accidental de un laboratorio. Estas últimas son atractivas porque de la hipótesis zoonótica no se han aportado pruebas hasta la fecha. Es lo más probable porque ha sido siempre el modo en el que los virus han llegado hasta nuestra especie, pero no sabemos de qué animal viene, o si el coronavirus empleó una especie intermedia para realizar su última mutación antes de dar el salto a la nuestra. En esto los chinos también se niegan a colaborar. Durante la visita que los técnicos de la OMS realizaron a China a principios de este año, las autoridades se negaron a proporcionar datos epidemiológicos clave sobre los 174 primeros casos conocidos de covid-19 en la ciudad en diciembre de 2019.

Esa información es crucial porque no todos los primeros casos de covid-19 habían pasado por el mercado. En lugar de ser el origen del brote, podría haberse tratado simplemente de un lugar donde se amplificó el virus. Es necesario buscar otras fuentes posibles, pero eso requiere información individualizados de cada uno de los primeros casos. La falta de esa información clave provocó que el equipo de la OMS no pudiese realizar una investigación epidemiológica en condiciones.

Todo pasa, en definitiva, por la colaboración china, pero no creo se puede contar con ella. El Gobierno de Xi Jinping se ha cerrado en banda e incluso, exhibiendo una desfachatez indecente, ha llegado a afirmar que ellos importaron el virus de Occidente. Es posible que el trabajo de los servicios de inteligencia de Estados Unidos pueda dar lugar a argumentos a favor o en contra de la hipótesis del laboratorio. O que los científicos que estudian los detalles del genoma y de la estructura del virus puedan llegar a algo. Pero no hay garantía de que la cuestión se resuelva pronto. Esta incertidumbre nos lleva directos a plantearnos los riesgos que estamos dispuestos a asumir en nombre de la ciencia. Se están construyendo nuevas instalaciones para la investigación de patógenos en todo el mundo observando estándares de bioseguridad muy estrictos, pero bueno es recordar que las medidas más sofisticadas también fallan. Frente a palmaria realidad de que cometemos errores, sólo cabe la transparencia y una escrupulosa rendición de cuentas. En una dictadura como la china ambos extremos son imposibles.

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